Mecido por cinco valles
Cogeces abre su historia de par en par como forma de atracción turística, con museos y rutas de senderismo
LORENA SANCHO
Sábado, 16 de enero 2010, 02:33
El sonido del claxon delata temprano al repartidor de bombonas junto a la plaza del Ayuntamiento. Apenas pasan dos minutos de las diez de la mañana y Cándido Martín, de 82 años, aguarda impaciente la cita con la periodista. Le acompaña Teodoro, el alcalde, que pretende dar buena fe del sinfín de virtudes que envuelven a su municipio. Ambos tienen claro cuáles son los cebos turísticos que ofrece Cogeces del Monte, y a la primera de cambio, y por encima de todo lo demás, emerge el Monasterio de la Armedilla. «No sabe usted la cantidad de gente que viene a verlo», desenfunda Cándido con avidez para romper el hielo. Las cifras avalan la afirmación de este octogenario. Sólo en los meses de verano más de mil personas visitaron la espadaña y el esqueleto de los pilares que este cenobio del siglo XV ha conseguido mantener en pie. Los expolios y las ventas lo desvistieron hace ya unas décadas. «No habrá una casa en Cogeces y alrededores que no tenga piedras de la Armedilla», aventura el alcalde, «es más, por lo menos un contenedor se lo llevaron a Estados Unidos».
La Armedilla se erige altivo en las estribaciones de uno de los cinco valles que mecen el pueblo. Valimón, Valdespino, Valdescascón, Valcorba y La Yesera aúpan el pueblo a lo más alto. Tanto, que cuenta con tres picos que hacen las veces de miradores para avistar el paisaje en unos 20 kilómetros a la redonda. «Se ve hasta Santibáñez y Traspinedo, son vistas impresionantes», dice un entusiasmado Cándido.
Cogeces del Monte lleva la orografía grapada al nombre. Su privilegiada ubicación ha puesto en bandeja al Ayuntamiento la creación de varias rutas de senderismo por el que han bautizado como El pasillo verde de Valladolid. Adentrarse en estas sendas es, a su vez, indagar en los ancestros de los cogezanos. Pueblo de pastores (llegó a tener 7.000 ovejas), abre ahora al visitante chozos pastoriles que recrean los refugios de antaño en un parque etnográfico adaptado a los nuevos espacios museísticos. «Entonces había pastores que venían a dormir a casa cada quince días, porque se quedaban en los chozos», rememora Cándido mientras confiesa que él mismo perteneció a una familia de esquiladores. En ese momento, Teodoro, el alcalde, saca pecho y recuerda que Cogeces «es el tercer pueblo más grande en extensión», con 7.500 hectáreas de tierras y 5.500 «de labrantío».
2.500 aperos de labranza
Los condimentos que dieron sabor a estas labranzas tienen una vitrina propia en el denominado Museo del Ayer, propiedad del teniente alcalde, Eusebio Orrasco. Más de 2.500 aperos y utensilios agrícolas se exponen al público en una colección que va más allá y reproduce escenas cotidianas de épocas pasadas. «No es sólo lo que se puede ver, sino cómo se puede ver, pues hay muñecos a tamaño natural caracterizados con la vestimenta y utensilios del oficio tradicional que recree», explican Ruth Basas y Meri Casas, técnicos de Turismo y de Deportes y Cultura, respectivamente.
La oferta museística de Cogeces se completa con la colección de minerales y fósiles de prácticamente «todo el mundo» que alberga el Museo de Ciencias Naturales, amén de las calles del propio municipio, que se adornan de paneles explicativos sobre su arquitectura tradicional y que a veces se antojan laberínticas. Ya lo advierte el nombre de una de ellas: Salsipuedes. Muchas desembocan en la iglesia de la Asunción, «una verdadera catedral», define el alcalde. Doce santos dan la bienvenida a los feligreses desde la fachada, «uno de ellos nacido en el pueblo». Un templo que es para cualquier cogezano «una joya», dice Cándido. «Hombre -añade Teodoro- en Cogeces tenemos cosas muy buenas, como las escuelas, la guardería o la farmacia, pero nos falta una, la residencia para mayores, y de aquí no nos vamos sin hacerla», concluye.
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