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MARÍA AURORA VILORIA
Miércoles, 30 de septiembre 2009, 14:00
Félix Antonio González, periodista, poeta, novelista y voz de numerosos programas de radio, se consideraba sobre todo pintor, aunque nunca faltó a su cita con los lectores de EL NORTE DE CASTILLA a través de los Ripios, su personal manera de describir la actualidad. Sin embargo, el pasado enero, unos días antes de inaugurar la exposición retrospectiva que resumió su obra en la sala del Teatro Calderón, explicó que estaba más cerca de decir lo que quería con la pintura y la poesía. «El periodismo es otra cosa porque necesitas a los personajes, en cambio ante el folio o el lienzo estás solo y te sientes libre». Añadió que era muy importante comprobar que «sigo teniendo la capacidad de pintar» cuando estaba atravesando «una etapa muy mala de salud».
Ayer murió Félix Antonio -nombre, sin apellido, con el que firmaba sus cuadros- como consecuencia de esa larga enfermedad que le apartó de la calle, las tertulias, las conferencias, los pregones y las salas de exposiciones pero no de sus escritos y pinceles. Y con él han muerto también Ansúrez, seudónimo con el que firmaba los Ripios, o Corebo, el elegido para las crónicas de fútbol que publicaba en EL NORTE y en las que hablaba con inimitable humor de las gracias y desgracias de su equipo, el Real Valladolid, y Quijano, que sólo escribía en 'Ya'.
Porque Félix Antonio González siempre fue fiel a sus raíces, a la ciudad, la provincia, Medina de Rioseco, que le adoptó como hijo, la Semana Santa, los toros o a los caminos de Castilla que recorrió sin descanso, durante muchos años en moto. Nació en 1920 en la calle de Esgueva, título más adelante de uno de sus poemarios, y su padre era el compositor Félix Antonio, un gran músico injustamente olvidado que también pintaba y escribía. Fue su primer maestro, al que siguieron luego Narciso Alonso Cortés, Cayetano de Mergelina o Eugenio Ramos. Empezó a soñar con la pintura en el taller de sus tíos, Raimundo y Fidel de Castro Cires, aunque no pudo cumplir su deseo de completar su formación en Madrid. Estudió Filosofía y Letras y Derecho y orientó muy pronto su carrera profesional hacia el periodismo. Entró en 'Diario Regional' como crítico de música y a los 21 años ya era redactor jefe. Una década después pasó a EL NORTE DE CASTILLA, periódico del que fue subdirector cuando le dirigía Miguel Delibes y, poco después, director.
Hasta que en 1973, para poder pintar a tiempo completo, lo dejó todo, EL NORTE y Valladolid, y se trasladó a Valencia. Aunque poco después volvió al periódico como colaborador, no sólo con los Ripios, que son un modelo de ingenio y la narración rimada de la actualidad, sino con artículos y comentarios, como los telefonazos o los tres pies que le buscaba al gato. Ha sido además un hombre de radio, de inimitables crónicas diarias, y un excelente conferenciante capaz de mantener a los oyentes prendidos de sus palabras cualquiera que fuese el tema que desarrollaba.
De par en par
Académico de número de la Real de Bellas Artes de Valladolid y elegido en el 2004 miembro de la Academia Castellana y Leonesa de la Poesía, donde ocupó el hueco de Francisco Pino, Félix Antonio es autor de numerosos poemarios, como 'Valladolid, un estilo', 'De par en par', con prólogo de Antonio Gamoneda; 'Fe de erratas', prologado por Santiago de los Mozos; 'Calle de Esgueva', 'Balada-West del hombre solo', 'Un hombre de mar canta a su mujer', 'Hogar, hogar' o 'Huerto de Violante'. Los Ripios han sido también recopilados en varios volúmenes -el primero presentado por Francisco de Cossío-, editados por la Junta de Castilla y León y la Universidad. Además escribió una novela, 'La vida pasa el alambre', que era una dura crónica de unos años difíciles. Su título dio nombre a la antológica del pasado enero, «porque somos equilibristas todos los días pero cuando el artista inaugura una exposición lo hace con los pies atados y sin red».
Ha recibido numerosos premios literarios, como el Ciudad de Barcelona, Ateneo, Francisco Pino, Sarmiento, Madrigal, Juan de Baños, Ciudad de Valladolid o Puerto de Santa María, galardones a los que se unieron la Medalla de Oro del Trabajo, el del Rotary Club o el Piñón de Oro de la Casa de Valladolid en Madrid.
Cuando Félix Antonio tenía ocho años pintó un Cristo y escribió un soneto a la Cruz Desnuda, y, a pesar de que, según confesaba, cuadro y poema eran muy malos, trazaron lo que fue su camino artístico, protagonizado plásticamente siempre por Castilla, «que es como un lienzo en blanco en el que puedes hacer lo que quieras», decía. Él, sin embargo, lo que hizo fue recorrerla sin descanso para captar su esencia y convertirla luego en un diálogo, siempre diferente, entre cielo y tierra, que a veces se funden en el horizonte.
Se lamentaba el artista de que algunos consideren estos paisajes, que amaba porque eran los suyos, siempre iguales, cuando la variedad es inagotable, lo mismo que las luces cambian sin cesar para impedir ser atrapadas y los colores se van continuamente transformando. El pintó los de todas las estaciones en unos cuadros en los que está la huella de todos cuantos vivieron y en estos campos -uno de ellos lo tituló 'Aquí penó el abuelo'-, aunque jamás aparezcan las figuras sobre la tela. Son un reflejo de la dureza del clima y un encuentro con la belleza expresado a través del color y la luz.
Una obra que Félix Antonio ha expuesto individualmente por toda España. Además, tres de sus cuadros figuraron en 'Pintores actuales', muestra que acogió la Unesco e inauguró la Reina Sofía, y una de sus pinturas de gran formato fue adquirida por la embajada de los Estados Unidos en Madrid para la Biblioteca del Congreso en Washington.
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