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Claustrofobia

JERÓNIMO GALLEGO

Martes, 21 de julio 2009, 02:58

P refiere subir 'a pata' todos los escalones de las doce plantas de un edificio antes que meterse en el ascensor, se niega a viajar en automóvil salvo que le permitan llevar todas las ventanillas abiertas, se siente morir anticipadamente si el médico prescribe que le practiquen un 'tac'… Este ciudadano forma parte del grupo que padece claustrofobia, estado de ansiedad o angustia por la permanencia en lugares cerrados. Todos sabemos de personas que son víctimas de las muy variadas fobias conocidas: como antítesis de lo expuesto, la agorafobia o pánico a los espacios abiertos; también el temor a las alturas denominado acrofobia, miedo a la muerte o necrofobia, la constante huída para no ser tocado es llamada por algunos afefobia, como entienden por aracnofobia el pánico a las arañas y por sociofobia la elusión patológica ante un posible rechazo social. Por cierto que yo podría permitirme en este exordio presentar una larga lista de angustias o temores, pero renuncio porque he comprobado dos cosas, la primera que es fácil construir una definición formándola con una palabra cualquiera seguida del sustantivo 'fobia', y en segundo lugar porque si bien las descripciones suelen ser muy gráficas luego no se encuentran en los diccionarios de garantía.

Bien, pero todos conocemos el término claustrofobia y precisamente en estos días lo hemos manejado en nuestros comentarios, seguramente asombrados al conocer la noticia de que un presunto delincuente en prisión provisional hasta ser juzgado se ha dirigido al juez instructor de la causa suplicando su puesta en libertad porque la estancia en la cárcel le origina una patológica situación que bien podría calificarse de neurosis fóbica. Como es natural, tan insólita pretensión ha sido denegada porque, señores, díganme si es posible que alguien, encontrándose entre rejas no experimente la angustia de los muros y de los barrotes, lo que en definitiva es la privación de libertad.

El señor Correa, que como ustedes saben es uno de los encausados en el 'caso Gürtel', que tanto debería preocupar al Partido Popular, había creído que convencer a un juez de que padecer claustrofobia era tan sencillo como apilar dinero con extraños contratos y hacerlo desaparecer casi por arte de magia. Pero según todos los indicios y siempre anteponiendo la presunción de inocencia, va a tener claustrofobia para rato.

Este problema de un recluso angustiado nos lleva de la mano a pensar en las condiciones en que se encuentra la casa que lo alberga, porque si bien estamos muy lejos de los penales a la vieja usanza, el objetivo de todo sistema penitenciario moderno aspira a crear Centros dignos en los que la posibilidad de reinserción no sea un mito inalcanzable. Pero todo tiene que estar dentro de los límites de lo razonable, porque he leído con asombro las características de la prisión de Leoben, en Austria, una cárcel modernísima que más parece un hotel de lujo. Y eso, oiga, tampoco. Porque empezamos con un lujoso apartamento individual (salón, dormitorio, baño y cocina), amplios patios y jardines comunes, piscinas, etcétera. Y terminaríamos solicitando vacaciones pagadas..., siempre que nos garantizaran la reserva para el retorno.

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