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El Juli da un pase de muleta. / ABEL ALONSO-EFE
VIDA Y OCIO

Los toros de Zalduendo arruinan una corrida en la que no hubo trofeos para nadie

BARQUERITO

Viernes, 26 de septiembre 2008, 12:21

Puerto de ancha bocana fue el primer toro de Zalduendo, que tuvo más fijeza que son. Y más bondad que fijeza. En tarde de toros negros, éste fue el garbanzo colorado. El más sabroso. Ponce lo toreó en parábola. Ni para dentro ni para afuera, ni por arriba ni por abajo. Con compostura. Más con las caderas que con la cintura, y más en línea que en ballesta. Fue larga una faena que a medida que crecía perdía tensión. Como una isla flotante. En el punto donde los barcos parecen columpiarse lastrados. En punto muerto.

Sin arrebatos. Buena letra, porque es la letra de Ponce. La banda de música, muy animada toda la tarde, se ganó el sueldo. El Himno Fallero. Entero, y dos vueltas del himno, que es larguito, para ponerle en vano música a ese vago, seguro y plano trasteo. Media tendida, dos descabellos, un aviso.

Ya no salió ningún otro toro de tanta bonanza. En los dos turnos siguientes se dejaron sentir la resolución de El Juli, primero, y, después, la precipitación de Diego Urdiales. El Juli buscó con linterna en el fondo del segundo, pero ni con linterna. Siempre pensó El Juli antes que el toro y eso se tradujo en fácil manejo.

De reojo le guardó las distancias El Juli al toro. Por si acaso. Y lo midió. Un farol improvisado a mitad de un pase de pecho fue una rara maravilla. Y si las cosas se midieran por su efecto y por su razón a la vez, ese muletazo mixto y de fantasía sería el pase de la feria. Pura luz. Como El Juli, que liquidó la cosa de estocada trasera y dos descabellos.

Mucho escarbó el tercero, de finas cañas y amplio perfil. Corniabierto, casi paletón, astifino. Impetuosa salida de bravo, pero después de la segunda vara se encogió el toro dolido y, cuando vino la hora de romper, no lo hizo. Violencia, que no acertó a domeñar Urdiales. Los enganchones de muleta indispusieron a toro y torero. Embestidas como torpedos. El torero de Arnedo esperaba los viajes como si fueran inercia del toro. No hubo de eso esta vez. Un pinchazo, una estocada ladeada y sin muerte, el toro se puso a barbear tablas, pasó el tiempo, dos avisos. Sonó la campana al final del asalto. Nulo.

Segunda parte. No mejor que la primera. Amplio mozo el cuarto zalduendo: veleto, paso de pitones. 550 kilos muy generosos. No estaba en el tipo de la ganadería. Quinto malo. Los hay. Éste de Zalduendo. ¿Malo? Que no embistió. Un tocho. La cara arriba, parado el toro, amusgado, remolón, las manos por delante sólo para plantarse.

De postre, un toro paletón, o apaisado de cuerna, de meloso son. Pudo sacarle Urdiales los brazos con el capote. No lo logró.

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