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Cuerpo momificado de Pascual Martínez, chantre de Calahorra, enterrado en Miranda de Ebro. / Á. P.
La momia del chantre
VIDA Y OCIO

La momia del chantre

El cuerpo momificado de Pascual Martínez, maestre cantor de Calahorra, es el vestigio de una sorprendente historia y de enigmáticas leyendas

ÁNGEL DEL POZO

Miércoles, 23 de enero 2008, 01:31

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Desafiando las leyes naturales y temporales, los cuerpos sin vida de ciertas personas no siguen el proceso habitual de descomposición del organismo cuando traspasamos el umbral hacia el más allá. Es el fenómeno post-mortem que conocemos como cuerpo incorrupto. Existen diversas causas conocidas que provocan el fenómeno como el factor medioambiental: una atmósfera seca o la congelación favorecen la conservación de los cadáveres.

También los científicos han descubierto que existen condiciones intrínsecas al propio cuerpo del difunto que pueden provocar el singular fenómeno como el Ph de la persona (abreviación de 'pondus hydrogenii'), traducido como potencial de hidrógeno, que indica la acidez o alcalinidad de una solución. Otra causa bien conocida es la artificial con el procedimiento conocido como embalsamamiento.

En nuestra región poseemos varios ejemplos de este fenómeno. Figuras como San Juan de la Cruz en Segovia, Sor María Jesús en Ágreda, Santa Cristina en el Burgo de Osma o los diseminados restos de Santa Teresa de Jesús son claros exponentes del prodigio. También tenemos varias momias que mantienen un patrón similar como el cuerpo de don Rodrigo Calderón en la capital vallisoletana; una desconocida niña en la iglesia de Santa María en Maderuelo, el cuerpo momificado de Santa Benigna en la catedral de Zamora, o la momia del chantre don Pascual Martínez que encontramos en la populosa Miranda de Ebro.

En busca del misterio

El término 'chantre' es empleado dentro de la Iglesia Católica para designar a aquellas personas que ocupaban el cargo de maestro cantor o del coro en los templos principales, especialmente en las catedrales. También este cargo existía en diversos monasterios: Era el encargado de organizar las procesiones de los clérigos y conservar los libros en ausencia de bibliotecario. El nombre proviene del francés 'chanteur' que se traduciría como cantor. La primera aparición del término en castellano, está recogida en la Primera de las Siete Partidas de Alfonso X 'el Sabio'. Era por tanto una figura con un papel importante dentro de la jerarquía eclesiástica. Debía vestir con capa e indumentaria especial y portar la batuta o bastón cantoral de maestro durante el cumplimiento de sus funciones.

Este era el cargo que ocupaba don Pascual Martínez en Calahorra. Asevera la tradición que era un clérigo muy querido por los habitantes de la villa de Miranda de Ebro. Siempre que estaba en sus manos ayudaba a todo el que lo necesitaba dando algunas limosnas o aconsejándoles en lo que podía. Prueba de estas virtudes fueron los legados que dejo en vida como la institución de un hospital para peregrinos y mendigos o la fundación de una capilla de patronato en la iglesia de San Juan y que fue dedicada a Nuestra Señora y San Juan Evangelista. Incluso tras su muerte fue fundada la llamada cofradía del Chantre con el fin de cumplir las mandas testamentarias del difunto y para atender el hospital que don Pascual Martínez patrocinó. Como pueden observar una vida marcada por la generosidad con el prójimo. Pero lo que es realmente sorprendente son las leyendas que se cuentan sobre su cruenta muerte y de los hechos que sucedieron después.

Cuenta la leyenda que don Pascual Martínez tenía un hermano que era el anverso de la moneda. Su vida estaba consagrada a los placeres mundanos de la vida, se pasaba la mayor parte del tiempo embriagado y no se le conocía vínculo laboral alguno. El sustento de Santiago, pues éste era su nombre, era el protagonista de esta historia: Pascual Martínez, quien le daba continuamente dinero hasta que un día harto ya de los desmanes de Santiago decidió no acceder a sus reiteradas exigencias monetarias. Santiago montó en cólera y amenazó al chantre, amenazándole con que se atuviera a las consecuencias de aquella nefasta decisión para sus propios intereses.

Así los trágicos hechos que estaban por suceder se desencadenaron después de que Santiago observara que su hermano daba limosna a unos pobres. Encorajinado se subió a la azotea de un piso que estaba en construcción en la calle de San Juan y esperó a que pasara su hermano. Cuando éste llegó a su altura, Santiago lleno de ira y rabia cogió un saco lleno de arena y se lo lanzó encima con tal suerte que cayó en la cabeza de su hermano causándole la muerte en el acto. Aquel 1 de octubre de 1352 (era de 1390) quedó marcado a fuego en la memoria mirandesa.

Fenómeno repetitivo

Asevera la tradición que Miranda de Ebro lloró durante mucho tiempo la muerte de su reputado ilustre y tres días estuvo expuesto su cuerpo en la capilla de la iglesia San Juan para que sus convecinos le rindieran el merecido homenaje. Estos hechos no están constatados y no se ha probado su autenticidad. Sin embargo las leyendas sobre su legendaria figura van más allá constatando un repetitivo y curioso fenómeno.

Asegura la leyenda que Pascual Martínez fue enterrado en el cementerio local y que años más tarde una gran riada del Ebro sorprendió a los mirandeses arrasando la bella localidad, tal era la fuerza del agua, y sacando varios cuerpos del cementerio incluido el de Pascual arrastrándolos corriente abajo. Pero milagrosamente el de nuestro personaje se quedaba como amarrado por unas invisibles manos, junto a la puerta de la iglesia de Santa María, venciendo la corriente.

Ese inexplicable fenómeno se repitió en tres riadas, siendo en la última en la que los fieles lo tradujeron como una señal que indicaba el verdadero lugar donde quería descansar, el interior de la iglesia. Desde entonces allí descansa, en un sarcófago de piedra, bajo una tabla de madera con una inscripción. Existe en el libro de finados de la parroquia de Santa María un acta firmada por el párroco Pablo de Marrón del año 1812, en la que se recoge el traslado desde la iglesia de San Juan, eso sí reconociendo la inundación de este templo en el año 1765 y verificando su incorruptibilidad.

Algo de lo que puedo dar fe después de mi visita a la localidad mirandesa, acompañado por un guía de excepción: Juanjo López Núñez, un magnifico investigador y buen amigo. La verdad es que impresiona observar el largo cuerpo momificado del chantre de Calahorra (mide dos metros, un autentico gigante para la época), la mueca de la muerte en su rostro, sus manos entrecruzadas en señal de descanso (a quien por cierto le falta la primera falange del dedo meñique de la mano izquierda, además de dos incisivos, dicen que arrancados por unas señoras del séquito de la reina Victoria Eugenia cuando visitó el templo para engarzarlos como reliquia). Son imágenes que el visitante guardará en su memoria después de conocer además su singular historia y que no resuelven un interrogante existencial: ¿Por qué se conserva su cuerpo en ese estado?

castillaoculta@hotmail.com

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