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Escena del filme 'Línea mortal', donde cinco estudiantes de medicina experimentan con la vida y la muerte. / EL NORTE
VIDA Y OCIO

La frontera entre la vida y la muerte

Enfermos crónicos que se salvan, estados vegetativos que se recuperan y las posibilidades de las nuevas tecnologías traen de cabeza a los expertos

ANNA GRAU

Viernes, 2 de noviembre 2007, 02:42

Sabemos que todo tiene remedio, menos la muerte. Pero, ¿qué es la muerte? La frontera entre vivos y muertos cada vez es más confusa, no en la ciencia-ficción o en los relatos de Edgar Alan Poe, sino en las salas de urgencias de los hospitales y en las investigaciones punteras de la ciencia. Enfermos que parecían insalvables se salvan, estados vegetativos irrecuperables se recuperan, mientras la esperanza de vida se dispara (en España ya excede los 80 años) y donde acaba la inteligencia natural, empieza la artificial.

El derecho a la vida es sagrado. O, por lo menos, nadie quiere morir. ¿Pero hasta qué punto mantener viva a una persona con respiración asistida y estimulación mecánica, y con la convicción médica de que nunca superará ese estado, tiene sentido? Ése era por ejemplo el debate subyacente en el caso de la norteamericana Terri Schiavo, a quien en el año 2005 se dejó «morir», después de quince años de agonía clínica, por decisión de su marido y contra la voluntad de sus padres.

El caso suscitó un intenso debate en Estados Unidos. El coste de aferrarse hasta el final, a la menor esperanza de vida vegetativa es económicamente atroz. Combinado con la explosión demográfica y el envejecimiento de la población, puede llegar a suponer una carga insoportable para cualquier sociedad. Algunos bioéticos temen que se llegue a tener que elegir entre dejar morir a los viejos o esterilizar a los jóvenes.

Pero, puestos a sacrificar el derecho individual a la vida por un eventual 'deber' comunitario de morir, nadie quiere ser el primero. Ni que lo sean sus seres queridos. Más cuando en los casos como el de Terri Schiavo la ciencia no se atreve a ser concluyente: ¿cuánta vida queda detrás de un cerebro severamente dañado?

Hay expertos partidarios de tirar la toalla cuando el cuerpo sigue respirando pero se constata la muerte cerebral. Pero, ¿qué es la muerte cerebral? ¿La muerte de los lóbulos, del hipotálamo? ¿La extinción del habla, de la memoria, de la consciencia?

Reactivar las neuronas

Adrien Owen, un neurocientífico británico formado en Cambridge y en Montreal, fue de los primeros en descubrir indicios de funciones cerebrales intactas en cerebros aparentemente reducidos a un estado vegetativo. Revolucionó su especialidad con unos experimentos mostrando la posibilidad de activar las neuronas de un paciente que llevaba en el limbo más de seis meses para que se imaginara a sí mismo jugando un partido de tenis.

Siguió una cascada de estudios británicos, norteamericanos y franceses para encontrar tesoros de consciencia enterrada. En Francia acuñaron el concepto de la comunicación en red: en ocasiones, lo que se ha perdido es la interconexión entre las distintas partes y tareas del cerebro, y por eso la persona parece un ordenador completamente estropeado, incapaz hasta de encenderse.

Con la adecuada estimulación podrían recuperarse, por lo menos, algunas funciones. A eso se dedica, por ejemplo, el doctor Joseph Giacino en el centro de rehabilitación Johnson de Edison, en Nueva Jersey. Giacino causa una impactante admiración entre sus colegas paseándose como un gurú por las cabeceras de las camas de enfermos presuntamente más muertos que vivos. De una ojeada parece ser capaz de percibir a quién se le puede exprimir un poco más de alma. Una mujer dada por vegetal fue capaz de hablar de cosas sencillas, después de un simple masaje en músculos escogidos para mandar señales eléctricas al cerebro.

Giacino denuncia que estas investigaciones tienen un punto casi subversivo en países como EE. UU., donde los seguros médicos privados se niegan resueltamente a financiar terapias largas y costosas de rehabilitación para enfermos que no acrediten un progreso evidente y rápido. Es más barata la muerte en vida.

Los debates sobre estas cuestiones son de tal calado que ponerse todos de acuerdo parece una utopía. Eso por eso que, a la espera del quinto simposio sobre la definición de la muerte que se celebrará el próximo mes de mayo en Varadero (Cuba), los bioéticos más pragmáticos, como Robert Veach en la universidad de Georgetown, o Lisa Emmanuel en la de Chicago, abogan por extender el testamento vital.

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