Hermoso, Gallo y El Juli se reparten siete orejas y salen a hombros de la plaza de Logroño

Memorable faena le hizo El Juli a un toro Imperante de Zalduendo que se arrastró sin las orejas. Como un juego. El juego desató una euforia imponente. Un clamor la plaza. Como El Juli lo percibía, y ya era tan dueño del toro, se decidió a hacerle madejas con cambios de mano por delante. Despatarrado el torero, embraguetado, a placer. Cuando parecía que el toro pedía árnica, El Juli decidió adornarse con un circular cambiado. A mitad de camino, el toro lo encunó, se lo echó a los lomos y le arreó terrible voltereta. El clamor de hace un momento fue ahora un alarido de espanto. Aún resonaba cuando El Juli se levantó del suelo por su cuenta, y sin mirar ni dónde estaba el toro ni nadie. El Juli volvió a ponerse exactamente en el mismo sitio de la voltereta y en la misma posición y para hacer lo mismo: un circular cambiado, de 360 grados aproximadamente, y cuando se cerró el círculo, estalló un júbilo de volcán y se puso de pie la gente. Después de ese circular, hubo otro, y otro más, y un desplante entre pitones. La bomba. Al cambiar de espada, El Juli volvió a ver a la gente de pie. Cuadrado el toro, una estocada por derecho. Zambombazo. Un pelito trasero. Si rueda el toro, se pide el rabo. Y se pidió. Sin éxito.

El ambiente fue de fiesta grande. Venía rodado, porque, antes de la apoteosis de Julián, acababa Pablo Hermoso de torear despacito despacito a un bondadoso toro de Bohórquez, que se aplomó por falta de fuerzas. Dos orejas.

El sexto fue tan noble como el segundo pero con mejor galope y más potencia. Valiente y descarado Gallo en faena de quererlo todo, demasiado encima en arrimón provocado y consentido. Una estocada desprendida. La plaza boca abajo, el palco en catarata de pañuelos, dos orejas. Todos a hombros.