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En las universidades de Valladolid pasados los 50 años: «Al principio nos llamaban 'los yayos'»Les anima la necesidad de actualizarse en un mundo laboral en constante cambio, el mero placer de aprender, un deseo pospuesto... Son algunas de las razones que impulsan a personas que ya han superado los 50 años a volver a las aulas de la universidad o a matricularse en ella por primera vez.
A pesar de que la etapa universitaria se asocia casi exclusivamente con la juventud, la generación que ya peina canas ocupa decenas de pupitres en las universidades de Valladolid. En la UVA hay matriculados este curso 179 alumnos con edades comprendidas entre los 50 y los 75 años. La facultad con más estudiantes sénior es Filosofía y Letras y la carrera que más demandan, el Grado en Historia, con una docena de alumnos entre los 50 y los 70 años. Algunos incluso planean enriquecer su experiencia fuera de España a través del programa Erasmus.
De los 5.341 estudiantes matriculados actualmente en la Universidad Europea Miguel de Cervantes (UEMC) –en grados, másteres o doctorados–, 229 han superado el medio siglo de vida –el 4,2%– y el más veterano ha soplado las 70 velas. De ellos, 12 están matriculados presencialmente y repartidos en grados como Criminología, Periodismo, y Nutrición Humana y Dietética.
En la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia) son 1.162 los alumnos mayores de 50 años en Castilla y León, en los campus de Soria, Ávila, Segovia, Burgos, Ponferrada, Palencia y Zamora –estos dos últimos con 331 y 232 estudiantes, respectivamente– . Derecho (332), Geografía e Historia (274) y Psicología (179) son los estudios preferidos.
50 años
No estudiar el Grado en Historia fue la espinita que durante mucho tiempo Pilar Moraleda tuvo clavada. Aunque siempre quiso cursar esta carrera, disuadida «por sus pocas salidas profesionales», se decantó por Económicas en su juventud y, a continuación, realizó un posgrado en auditoría de cuentas. En la actualidad, esta madrileña afincada en Valladolid trabaja en una empresa de telecomunicaciones al mismo tiempo que estudia Historia en la UVA: «Trabajo por las mañanas y mis hijos se han hecho mayores, de hecho uno de ellos estudia un doctorado fuera de casa, por lo que tuve cierta necesidad de ocupar un tiempo que ahora era dedicaba al ocio». «El primer año que estuve más relajada me encontré con mucho tiempo para ver 'Amar es para siempre', aunque pensé que podría aprovecharlo mejor», recuerda con humor.
Este 'exceso' de ratos libres en su nueva rutina fue una de las principales razones que le llevaron a dar el paso y matricularse: «Al principio pensé que no iba a ser capaz de retomar este hábito, pero con la edad tienes otra madurez para seguir una cierta disciplina». También ayudó el cambio de enfoque que supone cursar los estudios sin la presión de aprobar: «al buscar aprender, y no solo buenas notas, sacas productividad real a lo que estás haciendo porque demuestras interés verdadero».
Pilar Moraleda
Estudiante de Historia en la UVA
Su grado es el que mayor número de estudiantes sénior acoge en la Universidad: «Durante el primer año, los más mayores nos sentábamos en las primeras filas porque veíamos mejor», recuerda. «Nuestros compañeros jóvenes nos llamaban 'Los yayos', aunque siempre con muchísimo respeto y mucho cariño». Sin embargo y con el paso del tiempo, los universitarios veinteañeros se abrieron poco a poco a la experiencia y el conocimiento de sus compañeros de aula más veteranos y les compartieron cuestiones personales: «Algunos nos cuentan sus problemas amorosos o nos piden los apuntes cuando ellos faltan. Y nosotros les aconsejamos de cara a los exámenes». «Podrían ser nuestros hijos pero los chavales son majísimos. Hay gente realmente encantadora», se sincera Moraleda.
En su caso, la conciliación es doble: «Me levanto a las 6:15, entro a trabajar a las 7:30 y salgo a las 15:30. A las 16:00 ya estoy en el aula hasta las 20:00», comparte su rutina. «Al final acabo sacando un rato para ir al gimnasio, estar con mi marido y con mi padre, o ir a ver a mis chicos los fines de semana». «Todo es cuestión de organizarse y seguir una disciplina, aunque con la edad siento que necesitas dormir menos y las noches cunden mucho», afirma entre risas. Sobre su experiencia, comparte «estar ganando confianza en sí misma», además de haber descubierto una nueva pasión sobre la que le gustaría seguir profundizando: la investigación.
56 años
«Estudiante a tiempo completo», así es como Mar Fernández se define en la actualidad. Natural de Valladolid, esta profesional de la fotografía pasó por las aulas como estudiante de Informática hace años, «cuando los ordenadores llevaban discos de 5 1/4» —desvela con mucho humor—, una formación que no llegó a finalizar. Más adelante también impartió clases de fotografía en asociaciones y centros cívicos. Ahora, ha colgado la cámara y es pensionista. Para ella, cursar el Grado ha supuesto «dar un paso más» con respecto a uno de sus 'hobbies', como es la Historia». También contribuyeron a la decisión sus ganas de saber más: «A mí no solo me interesa que exista un yacimiento como Atapuerca. Yo tengo que conocer las razones detrás de su existencia».
Mar Fernández
Estudiante de Historia en la UVA
Precisamente, dio el paso tras «verse en un momento de la vida» en el que realmente le apetecía estudiar: «Al principio escogí dos o tres asignaturas, pero llegas aquí y te picas… Y así he acabado en cuarto curso». De hecho «ya estoy pensando qué voy a ponerme en la graduación», comparte con una sonrisa. El año que viene, probablemente continúe su etapa universitaria, esta vez en el Máster de Investigación.
63 años
Natural de Piña de Esgueva, aunque afincado en Valladolid desde los siete años, Pedro Javier Rodríguez lleva tres años estudiando la carrera en la que siempre quiso formarse. Tras más de cuatro décadas como profesional en el sector automotriz y «con formación de delineante», la Facultad tampoco le es ajena: «comencé en su día Filología Inglesa, pero al año lo dejé y me pasé a Historia del Arte con la intención de poder estudiar Musicología, requisito que entonces era indispensable, aunque hice dos cursos y lo dejé porque tuve que irme a trabajar fuera».
Años después, prejubilado y «con un horario que le permitió estudiar por la tarde», volvió a las aulas con el fin de ampliar sus conocimientos en un área que siempre ha sido de su interés: «Ahora estoy en tercer curso del grado en Historia y Ciencias de la Música», decisión que tomó ya que «desde muy joven estudié solfeo e interpretación y aprendí a tocar el acordeón, hasta que decidí meterme en algo más serio», afirma.
Pedro Javier Rodríguez
Estudiante de Historia y Ciencias de la Música en la UVA
Casado y con una hija de 14 años, quien «no entendía por qué me metía yo en esto cuando empecé», según comparte, los deberes familiares están suponiendo el reto más grande dentro de su día a día, pero también su mayor apoyo. «Disfruto mucho de conocer más la música desde la perspectiva histórica y científica, y espero que así siga siendo una vez finalizados mis estudios». Para el año que viene, planea irse de Erasmus.
58 años
Prejubilada después de trabajar en el sector financiero, la vida universitaria no esconde secretos para Gloria Calleja. Tras diplomarse en Magisterio, y licenciarse en Físicas, en la actualidad cursa el grado en Filosofía en la Universidad de Valladolid: «Siempre supe que una vez me jubilase iba a seguir aprendiendo, pero mi intención inicial era estudiar veterinaria, aunque todavía no está disponible en Valladolid», desarrolla Calleja el motivo detrás de su vuelta a la rutina del estudiante.
Sobre los motivos que le llevaron a matricularse en Filosofía, se sincera con una reflexión: «Llega un momento en la vida, especialmente de las mujeres, en el que dejas de ocuparte de los demás y te das cuenta, tras enfrentarte a un gran vacío, de que tienes que ocuparte de ti misma». Precisamente, para cubrir esta necesidad existencial, acudió a los estudios universitarios dejando de lado lo que para otros hubieran sido impedimentos, como el convivir en un aula repleta de veinteañeros, con quienes su relación es «estupenda»: «Esta misma mañana avisé a los compañeros de que era mi cumpleaños e invité a desayunar a quien quisiera a través del grupo de WhatsApp. Casi toda la clase se presentó en la cafetería para celebrar», comparte entre risas.
Gloria Calleja
Estudiante de Historia en la UVA
Además, Calleja afirma que actualmente «comparte inquietudes universitarias» con su hijo, quien cursa cuarto año de Física: «Tenemos los mismos horarios, la misma necesidad de estudiar durante las vacaciones e incluso los mismos problemas en época de exámenes», añade. «Está siendo una época muy bonita en la que comparto con mi hijo de otra manera». Todo ello a pesar de las dificultades intrínsecas de la conciliación familiar: «Son muchos los desafíos y volver a la costumbre de sentarte a estudiar no es fácil», algo que esta universitaria de 58 años recién cumplidos consigue remediar con «mucha disciplina y sabiendo lo que quiero: seguir aprendiendo; algo para lo que es necesario aprobar y pasar de curso».
Una vez Gloria Calleja finalice sus estudios, no cierra la puerta a ejercer la docencia: «Me dicen que, cuando termine, me presente a las oposiciones de profesora de Filosofía, que hacen falta». «No me lo he planteado seriamente, pero nunca hay que decir 'nunca'», concluye tajante.
59 años
Dicen que nunca es tarde si la dicha es buena. Quizás esta filosofía, tomada al pie de la letra, fue la que decidió aplicarse Jesús Ignacio Crespo cuando a sus 53 años comenzó el Grado en Psicología por la UNED, siendo consciente de las dificultades pero anteponiendo su meta: «Al trabajar en turnos y al cuidar una familia con una hija, comprendí que me supondría bastante esfuerzo, pero me puse a ello», relata.
Durante el proceso, el ahora psicólogo llegó a conocerse mejor a sí mismo al comprender el funcionamiento del sistema nervioso, lo que le llevó a desarrollar un método de estudio propio. A partir de técnicas de relajación, logró estudiar de forma más fácil al «alcanzar un cierto bienestar y adaptar un ritmo a la hora de estudiar con el que parecía que el cerebro procesaba la información de forma más fluida, almacenando los conocimientos en mi memoria para después entregarlos cuando lo necesitaba», describe. Este método le llevó incluso a superar sus propias expectativas, pasando de curso con más asignaturas de las necesarias.
Sin embargo, el camino no fue fácil, ya que tuvo que compaginar estudios y vida laboral «aprovechando cada momento»: «Yo a veces duermo en dos periodos y en mitad de ellos, me ponía a estudiar», comparte. Otro de los impedimentos fue el esfuerzo intelectual, después de décadas desempeñando trabajos físicos: «Al final del día había cansancio, claro, pero se podía gestionar».
Jesús Ignacio Crespo
Estudiante de Psicología en la UEMC
Tras su periodo como estudiante, decidió dar un paso más: «Como vi que la psicología me ayudaba, comencé a ayudar a otras personas con mis conocimientos». «Poco después me llegó una oferta en Valladolid de la Fundación Aldaba, relacionada con Proyecto Hombre, donde comencé a trabajar con adolescentes con problemas de violencia intrafamiliar o adicciones a sustancias o pantallas», añade. Aunque la labor de Jesús Ignacio dentro de la Fundación finalizó hace unas semanas, durante este periodo ha podido percibir cómo, en el caso de los más jóvenes, «últimamente existe tendencia a buscar ayuda entre personas con adicciones a pantallas o redes sociales».
Con su testimonio, Crespo alienta a todos aquellos jóvenes que atraviesan etapas duras en sus estudios —especialmente al inicio— a que persigan sus sueños: «El proceso puede ser duro y puede haber asignaturas con las que no se llegue a conectar, pero no importa. Hay que tener siempre presente el objetivo y seguir adelante porque merece la pena». «Nunca es tarde para estudiar», concluye.
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