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Óscar Blanco
Aquí, sufriendo

Aquí, sufriendo

El óxido del verano (I) ·

«Agosto, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. A-gos-to: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. A. Gos. To.»

José F. Peláez

Valladolid

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Domingo, 4 de agosto 2019, 10:53

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Ya llegas, ya llegas a mi un año más para recordarme lo infeliz que se puede llegar a ser, lo vulgar que es la vida sin orden, ya llegas para hacerme ver lo ordinario que sería el mundo sin rutina, la realidad de la vida sin horarios, ya llegas para sumirme en este pozo de mediocridad y de hombres con pantalón corto, para ahogarme en el fango de la clase social, para apuntarme a la sien con una cascara de melón, para amenazarme con una brocheta de sandía, para ponerme de rodillas ante la dictadura del dominguero, para agredirme con un convenio regulador estándar, para maniatarme ante el triunfo de la chancla, de la piscina elevada a religión, de este calor como de dictadura centroamericana, ay agosto, agostito mío, tu nombre me sabe a hierba -seca- y a paella en la calle, a sobaco de camarero, a fracaso con filtro de Instagram y a subdesarrollo, tú, solo tú y tus cuatro semanas tiradas, tus treinta días de humillación que huelen a contenedor al sol, a populismo, tú eres el Perón de los meses, agosto, tú eres el purgatorio, el infierno de Dante, una especie de secuestro junto a Pablo Motos, yo soy el espíritu del verano que viene recordándome que no hay salida, que no se puede huir a ninguna parte, que el ciclo es el ciclo y que allá donde vayas hay turistas con cara de saber quién es Dakota y de no saber quién fue Rothko; ¿por qué me haces esto, agosto, por qué este Guantánamo de la elegancia, por qué me ahogas en música de coche de choque, por qué condenas a galeras la belleza y me entregas esta doble derrota que se llama agosto y encima con vacaciones?

La gente feliz no necesita nada que venga a estropear su mundo, un mundo construido a base de inteligencia, sacrificio y búsqueda de belleza. Y aún hay quien piensa que lo natural es estar de vacaciones, que el trabajo es apenas un accidente, que hemos nacido para el ocio y el disfrute, oh, agosto, tú eres la prueba, tú vienes para dejar claro que es al revés, que el ocio es un accidente y que hemos nacido para la rutina del trabajo, para el charco de noviembre, tú nos pones delante del espejo deformante del callejón del gato, y nos muestras que agosto es lo que seríamos si pudiéramos y por eso precisamente no lo somos, agosto es la razón por la que nunca toca la Primitiva: porque el mundo sería un lugar horroroso con camisetas hawaianas, con costumbres de nuevos ricos, con esa fascinación por el mar como de merluza con anisakis, con terrazas eternas, canciones del verano, best sellers de estación y, sobre todo, con esa foto de tus pies en la que, en un arrebato de ingenio, has escrito: «Aquí, sufriendo». Pues sí, aquí sufriendo. Sufriendo y soñando con una tormenta que nos lleve mecidos hasta el armario donde guardo el chaquetón y la dignidad.

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