Luis de la Viuda, en el campo con las reses de Victoriano del Río al fondo. Fernando Fradejas

Una vida entre reses bravas

La historia de las ganaderías de la localidad vallisoletana de Mayorga tiene en su vecino y mayoral Luis de la Viuda 'Peralta', de 86 años, uno de sus principales protagonistas

Domingo, 17 de octubre 2021, 08:50

Detrás de la vida de cada persona se descubre una intensa narración, siempre singular, única e irrepetible. Es su particular historia. La de Luis de ... la Viuda Peña 'Peralta' se desarrolla de forma paralela a la de la actividad de ganado bravo que ha desarrollado su localidad natal durante buena parte del siglo XX.

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Mayorga ha gozado del privilegio de ser un pueblo con una importante tradición ganadera dentro de la provincia de Valladolid, según explica el historiador local Timoteo Escudero, quien señala que el oeste de la población está formado mayoritariamente por suelos poco permeables y relativamente pedregosos, de canto rodado, lo que hace que en tiempo de lluvias el agua se estanque y el terreno termine encharcándose, siendo perjudicial para la agricultura pero apropiado para la reproducción de hierbas y por lo tanto bueno para la ganadería.

La importancia de la cabaña de reses en Mayorga está ya constatada en el Catastro del Marqués de la Ensenada, que en el año 1752 refleja que en la localidad había un censo de 4.241 reses. No es de extrañar que desde el siglo XIX proliferaran ganaderías como Las Madrileñas o Los Rioles, entre otras, cuyas reses pastarían en alguno de los siete valles que, desde tiempo inmemorial, el Ayuntamiento ha cedido en régimen de arrendamiento para su explotación, llegando hasta la actualidad con las reses de Victoriano del Río.

Fue en este histórico ambiente ganadero en el que Luis de la Viuda, con tan solo 13 años, se inició en un lejano 1948 como zagal con el mayoral Paco Gutiérrez en las instalaciones que, desde 1943, poseía la Agrupación Vecinal de Fomento Ganadero en las inmediaciones del valle del Toro. «Vivía en la casa de la ganadería, al principio dormía en un saco de paja al amor de la lumbre, en la cocina, era un zagalillo, el último en llegar», recuerda con una gran sonrisa el veterano mayoral. Poco a poco fue aprendiendo un oficio en el que el que había que encerrar, el destetado al separar los becerros de sus madres, el herrado, los tentaderos de machos o de hembra, el arriesgado apartado a puerta o el traslado en camiones de las reses a las fiestas de los pueblos, incluido Mayorga. «En diciembre se hacía el marqueo, el herradero para marcar el ganado, había que cogerlo a mano, y subía también gente a verlo».

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A la izquierda, de joven, a caballo en la plaza de madera Mayorga. A la derecha, Peralta sujeta a una vaquilla durante una capea de quintos.

Cuando a los 14 años De la Viuda montó un caballo casi indomable, «me dijeron que era mejor que Peralta». Por eso, desde entonces, se quedó con el apodo del famoso rejoneador. Casualidades de la vida quisieron que con el tiempo fuera socio del Club de Caballistas Riosecanos Hermanos Peralta. A sus 86 años, De la Viuda rememora con emoción cuando el domingo más próximo al 13 de junio, festividad de San Antonio, se organizaba una romería en las que se iba andando hasta el valle de la ganadería, donde se pasaba una jornada de fiesta en la que no faltaba la suelta de alguna vaquilla, además de una comida campestre. La tradición ha sido recuperada hace unos años con éxito por el Ayuntamiento. Con el tiempo, Peralta fue nombrado mayoral por Donato Melgar, que fuera presidente de la Agrupación Vecinal de Fomento Ganadero, cuya actividad llegaría hasta los años 60.

Vacas antes de jubilarse

Con una importante experiencia de una veintena de años, en 1964 Luis de la Viuda entró a trabajar en la prestigiosa ganadería de Raso del Portillo, donde estaría como mayoral hasta 1974, teniendo relación con matadores de toros, como el mítico Antonio Bienvenida cuando iban a hacer tentaderos. En esta finca nacería su hijo Luis, quien recuerda con emoción cómo con seis años «salía al corral cuando estaba lleno de vacas y las asustaba con un paraguas que abría y cerraba».

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Antes de jubilarse, en 1974, Peralta compró un centenar de vacas a Juan María Pérez Tabernero y regresó a su pueblo natal para tener durante 30 años su propia ganadería, Hermanos de la Viuda Calzado, con un hierro que estuvo, hasta que se cerró, en el Museo del Toro de Valladolid. El veterano mayoral recordó cuando, con su hijo Luis, había que traer a pie una vaca enmaromada por el campo hasta los corrales, «con algún que otro susto» o las capeas de los pueblos teniendo que echar mano muchas veces del capote.

Con el poso que da el tiempo, su hijo Luis asegura que la ganadería de reses bravas ha sido sobre todo para su padre «una forma de vida». Mientras tanto, Luis de Viuda, después de superar algunas graves cornadas que le han llegado en forma de enfermedad, está orgulloso de su particular historia al amor de las reses bravas.

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