Velilla: arcos del siglo XVI para divisar los Montes Torozos

Entre los dos paisajes más característicos de la provincia de Valladolid, los páramos de los Montes Torozos y la Vega que forma el río Duero, se esconde una joya del siglo XVI: la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción en el municipio de Velilla.

Esta localidad con orígenes datados en la baja Edad Media conserva este templo cristiano construido en el siglo XVI que está caracterizado por el saliente de una torre que descansa entre los coloridos páramos castellanos. Como sucede en la mayoría de las iglesias de la época del Renacimiento, este edificio de sillería de nave cubierta se sustenta gracias a una bóveda de cañón con lunetos que revela por su arquitectura las influencias derivadas del clasicismo y el humanismo.

El edificio cuenta con diversas capillas que se encuentran entre los contrafuertes que soportan la citada bóveda. La alta torre de piedra que preside a esta iglesia se sustenta gracias alpórtico elevado por cinco arcos de medio punto. Si el visitante decide colocarse en el pórtico podrá disfrutar de una visión panorámica inigualable de los Montes Torozos.

A través de estos arcos se accede al interior de la iglesia por una adintelada puerta. Imperiosamente, al entrar impacta en la retina una visión general de su espléndido altar, la sacristía, el registro y el espacio confesional.

En el interior se esconde una valiosa pieza de primera mitad del siglo XVI: una cruz parroquial de plata. En aquella época raro era el pueblo que no poseía cruces o cálices, pero en la actualidad no todos los conservan ya que en algunos casos fueron fundidas, robadas o vendidas a particulares, de ahí nace la importancia de esta prestigiosa joya velillense.

En el altar destaca la imagen de la virgen de la Asunción que conmemoraba la entrada al cielo de la virgen María y hace referencia a su asunción. Esta talla aparece junto a once ángeles, seis la rodean y cinco se encuentran a sus pies, y está situada bajo la imagen de cristo crucificado.

Otro de los tesoros que atesora en su interior es un retablo del siglo XVII de estilo postherreriano. En él se muestra una gran camino central con dos entrecalles y dos hornacinas con un edículo y está dedicado a San Pedro de la Cuadra.

Al salir de la iglesia se puede contemplar el característico paisaje castellano sin dejar de detener la mirada unos instantes en una gran cruz de piedra. Este símbolo cristiano se halla colocado simétricamente en el arco central de esta iglesia vallisoletana, erigida a 784 metros de altitud.