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Spiderman, Darth Vader y la Eurocopa, en un artesonado mudéjar del castillo de FuensaldañaNada es lo que parece en esta sala del castillo de Fuensaldaña. Mirar al techo aquí, en esta tercera planta de la torre del homenaje, es una sorpresa detrás de otra. Porque las vigas que parecen de madera no son madera. Porque la decoración que uno diría vetusta apenas tiene unos meses. Porque esos motivos florales que adornan el artesonado ocultan mil sorpresas, desde un balón de fútbol a una máscara de Spiderman. Porque el arte engaña al ojo… a no ser que este sepa muy bien dónde tiene que mirar. Y hay tantos detalles camuflados en el techo (un Darth Vader, un balón de fútbol, una botella de champán) que no viene mal una ayudita.
La guía es de Daniel Yordanov, vallisoletano de Bulgaria (1966), quien a principios del año pasado recibió un curioso encargo de la Diputación: decorar, desde cero, el techo de una sala en una fortaleza medieval. Lo cuenta Laura Martín Ramos, directora del castillo de Fuensaldaña. «Hace unos meses, aquí no había nada. Tan solo el suelo, con baldosas de cerámica, y un techo horroroso, con unas vigas de hormigón que se debieron colocar cuando el castillo se restauró para albergar las Cortes de Castilla y León».
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En el resto del fortín, las estancias conservaban sus techos originales, en su mayor parte de piedra, abovedados. Sin embargo aquí, en este cuarto, hace décadas hubo que acometer unas obras de urgencia y techar como buenamente se pudo para evitar que la torre de 34 metros de altura quedara a la intemperie. El resultado fue ese entramado de vigas de hormigón que hoy poco casa con el uso museístico del castillo.
La idea era convertir este espacio en unas estancias medievales, donde los visitantes pudieran asomarse a cómo podría ser la vida en un castillo, en un palacio del siglo XIV o XV. Pero poco se podía conseguir si, al levantar la mirada, lo primero que se veía eran unas vigas cementosas. «A través de la alcaldesa de Fuensaldaña contactamos con Daniel y le lanzamos el reto: queremos convertir esto en un trampantojo que recuerde a un artesonado mudéjar». Yordanov aceptó y ahí comenzó la curiosa transformación.
«Era todo un reto técnico», reconoce el artista, quien para hallar inspiración visitó en varias ocasiones el Colegio de San Gregorio, donde los techos de gran parte de sus estancias son auténticas obras de arte. Consultó libros. Se empapó de la iconografía de la época. Y antes de ponerse manos a la obra, contó con el apoyo de un equipo de albañiles que pulió las vigas, acabó con las imperfecciones, dejó todo listo para que Daniel pudiera empezar con el pincel.
Para eso, hubo que instalar unos andamios que permitieran alcanzar un techo situado a cuatro metros y medio de altura. Allí, durante cerca de tres meses, el verano pasado, el artista trabajó durante horas y horas. Tenía por delante 41 vigas y otros tantos espacios entre ellas. Para la viga empleó una pintura marrón (plástica, acrílica) que simulara la madera y sobre ella, motivos decorativos florales. Casi 2.600 detalles así. Entre medias, unas tonalidades azules verdosas sobre las que se han pintado parejas de leones (984 animales) que sujetan una flor de lis. Lo fácil habría sido tirar de plantilla, pegarle al spray y hacerlo todo seguido, de serie, unos motivos repetidos, calcados unos a otros.
«Pero nosotros queríamos darle un tratamiento artesanal. Que se note la mano del artista», cuenta Martín Ramos. Por eso, Yordanov acometió su trabajo con pinceles de dos pelos, finos, de precisión (gastó más de una docena), para que cada ornamento fuera único e irrepetible. Y aquí es cuando comenzó un auténtico desafío de creatividad. «No sé si fue la desesperación, el aburrimiento, que a pesar de ser verano aquí apenas entraba la luz. El caso es que, de forma espontánea, empecé a meter pequeños detalles que diferenciaran a unos leones de otros, a utilizar la deformación que tenía la superficie (pequeños agujeros, resaltes, hendiduras) para usarlas a favor».
Era una forma también de no caer en el tedio. «Al principio, empecé a pintar los leones con distintas caras. Luego les puso rostros de gatos, de castores. Como un bestiario medieval. Más tarde les puse sombreros, gayumbos. Los hay con la lengua sacada». Y así fue como empezó a concebir el encargo como una obra mucho más personal. «Me acordé del astronauta de la catedral de Salamanca, de cómo el restaurador aprovechó para, sin que se note de lejos, introducir pequeños detalles», explica Yordanov.
«Y hay otro precedente importante, el de los capiteles románicos», cuenta Martín Ramos. En muchas iglesias, los canteros y escultores empleaban estas superficies pétreas para tallar diversas figuras que, en ocasiones, parecen totalmente ajenas al ámbito eclesiástico.
Algo así ocurre en este techo del castillo de Fuensaldaña, en la antigua planta que ocupaban las oficinas del Partido Popular (entre la segunda de la sala de comisiones y la cuarta de la biblioteca). La estampa general es la de un artesonado que repite un patrón, un esquema. Y además, con un tratamiento que simula el envejecimiento del material. Pero, si el visitante se fija, descubrirá detalles inesperados. Así, entre esos 2.583 motivos florales que decoran las vigas, hay elementos que en realidad no son flores. Así, pueden verse máscaras de Darth Vader, calaveras, platillos volantes, parejas besándose, una rana, el planeta Saturno, un trozo de pizza mordido...
«Un día vino a visitarme un amigo mientras trabajaba y me regaló una botella de champán». Esa botella está ahí. Y también un balón. «La hice cuando empezó la Eurocopa el año pasado». Lo curioso es que luego España ganó el torneo. Así que, unas vigas más allá (como demostración del tiempo entre el primer partido y la final), puede verse el trofeo. En el techo también se recuerdan los dos asesinatos que los varones de la familia Vivero (propietaria del castillo) ejercieron sobre sus esposas hace 500 años. «Y además, pinté la cara de Puigdemont, pero no sé dónde exactamente. Como todos sabemos, es un personaje difícil de encontrar», bromea el pintor, quien confiesa que en un primer momento no estaba del todo convencido de esta «fantasía visual».
El espaldarazo le llegó hace unos días, cuando un grupo de visitantes ilustres aplaudió su labor. Fue durante la celebración, del 28 al 30 de marzo, de las Jornadas de Castellología Edward Cooper. En ellas participaron varios expertos nacionales e internacionales en investigación, conservación y gestión del patrimonio arquitectónico y defensivo. Yordanov hizo una visita guiada (linterna en mano) por su trabajo. Y al terminar recibió aplausos y felicitaciones.
Esta minuciosa decoración del techo es un «elemento fundamental» en la nueva sala del castillo de Fuensaldaña, que recrea unas estancias palaciegas. «No son muebles de la época, pero muchos sí que son de principios del siglo pasado, cuando se puso de moda este tipo de decoración en despachos de abogados o notarías». Grandes y pesadas sillas de madera, con respaldos de cuero. Mesas y baúles. Hay también ruecas, tapices, una cama con semibaldaquino… «Con esta sala, que se ambienta además con música y aromas de incienso, se enriquece la visita al castillo», reconoce Martín Ramos, quien ya está inmersa en nuevos proyectos para rehabilitar la sala de la herradura (anterior sala de comisiones de las Cortes) y digitalizar la colección fotográfica de Edward Cooper.
El castillo de Fuensaldaña (cuya construcción se inició en 1452) ofrece una completa visita para conocer los secretos arquitectónicos de estas fortalezas y, especialmente, de los castillos encuadrados en la llamada Escuela de Valladolid, una corriente arquitectónica que contaba con una gran torre del homenaje (en principio, el doble de altura que uno de los lados del patio) o donde las alcobas eran habitaciones laterales de los salones privados de los señores que tenían entrada independiente desde la galería. Así, la exposición incluye maquetas de varios castillos de Valladolid (Torrelobatón. Portillo, el de La Mota…), así como réplicas de la vestimenta de la época y proyecciones audiovisuales.
El castillo de Fuensaldaña se puede visitar de martes a sábado, de 10:30 a 14:00 y de 16:30 a 20:00 horas. Los domingos por la mañana, de 10:30 a 15:00 horas. El precio de la visita guiada y la subida a la torre del homenaje es de seis euros.
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