Nostalgias de Tordehumos desde Buenos Aires
Nieta del ahumado Feliciano Collazos, que al inicio de la segunda década del siglo XX emigró a Buenos Aires, la porteña Lucía Collazos evoca sus orígenes en la localidad vallisoletana
«La memoria es un juego, el juego de pedir a la arena del pasado que se transforme en un puñado de piedras preciosas», escribe Gustavo Martín Garzo en su libro 'Los viajes de la cigüeña'. Piedras preciosas de su pasado familiar ligado a Tordehumos que la profesora ya jubilada Lucía Collazos, a sus 73 años, atesora en su Buenos Aires natal.
Su abuelo Felicísimo Collazos, nacido en Tordehumos el 27 de mayo de 1890, era el mayor de los hijos de Indalecio Collazos Pérez y Valentina Campano García. Con poco más de 20 años, al inicio de la segunda década del siglo XX, emigró a Buenos Aires, donde no tardó en conocer a la que sería su mujer, Magdalena Ribó, una porteña de 15 años de padres catalanes. En 1915 nació Pedro Collazos, el padre de Lucía, quien explica que «según tengo entendido él conducía vehículos y mi abuela bordaba como los dioses, como toda catalana».
Lucía no ha llegado a saber lo que le movió a su abuelo a viajar a Argentina. Lo cierto es que, como no regresaba, la familia mandó a su hermano Benito a buscarlo y «los dos se quedaron aquí». El tío Benito se casó con Aida Noé. Los dos abuelos paternos de Lucía fallecieron muy jóvenes, «mi abuela a los 36 y mi abuelo a los 57», por eso «el tío Benito hizo de abuelo para mí y para mi hermano, Pedro, malcriándonos con golosinas y juegos». Con la emoción que da el paso del tiempo, Lucía recuerda que «papá siempre contaba que su padre y Benito se veían a menudo porque vivían muy cerca el uno del otro, además les gustaba ir a menudo al cine e ir a visitar a sus parientes que vivían en la localidad de Tres Arroyos y Olavarría». Lo cierto es que hubo otros primos que también emigraron a Argentina de apellido Téllez.
Lucía recuerda también que «cuando era pequeña, mi padre siempre nos decía a mí y mi hermano de dónde era mi abuelo, y los refranes los tenía a flor de labios». También les contaba que jugaba con su padre a pulseadas después de la cena, que se reían mucho y que no faltaban los recuerdos sobre su vida en España. Por eso, Lucía no tiene la menor duda de que «mi padre nos trasmitió ese anhelo por conocer ese lugar de donde venía».
Visita de tres días
Una emoción y anhelo que la animó hace años, cuando viajó a España a visitar a su hija Ariana que vive en Mallorca, a acercarse por primera vez con su marido a conocer Tordehumos, porque «mi padre siempre nos decía que no teníamos que olvidarnos de dónde habían venido sus padres, tal es así que también conocí Badalona». Un viaje que aprovechó para acercarse a Galicia, de donde eran sus abuelos maternos, Manuela Mariño, de La Coruña, y Ramón González, de Orense. De esa visita a Tordehumos, Lucía recuerda que conoció a personas muy encantadoras como al alguacil del Ayuntamiento, Luis Javier Álvarez, quien «me abrió las puertas y rastreó libros viejos hasta que encontró mis antecedentes, en ese momento me enteré de que vivían en la calle Paraíso, y conocí también la iglesia de San Miguel, donde bautizaron a mi abuelo, y que los padrinos fueron Braulio Campano y su esposa». Tanta era su emoción que se quedó tres días en Tordehumos, y pudo contactar, para después escribirse, con su familiar lejano Luis Ruiz Campano, a cuyo hijo Daniel conoció en Argentina en su viaje de bodas.
De su paseo por el castillo ahumado, la porteña se trajo unas ramas de lavanda y romero, que «perfumaron por largo tiempo mis ropas». Su abuelo nunca regresó a su querido pueblo natal, por lo que Lucía tiene la certeza de que «falleció con esa tristeza», por eso su viaje al corazón de Tierra de Campos tuvo también un emotivo homenaje en el tiempo. A la espera de poder regresar a Tordehumos, es seguro que Lucía, como cantaba Carlos Gardel en el inolvidable tango Volver, vive «con el alma aferrada a un dulce recuerdo».
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