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Con gran alegría por parte de sus familiares, compañeros de residencia y personal del centro de la tercera edad Santa María de los Mártires de Íscar, Justina Acebes Rodríguez cumplió ayer 99 años. Alcazareña de nacimiento, padece demencia senil y vive allí desde hace dos años, y antes estuvo tres en la residencia de la vecina localidad de Pedrajas de San Esteban.
El Miércoles Santo recibió el alta en el Hospital de Medina del Campo, tras superar la covid-19 después de tres semanas ingresada. Antes había estado en aislamiento en su habitación, pero a fuerza de tesón su nieta, Ana Valverde, y el hijo de esta, Jonathan Velayos, lograron que fuera trasladada al centro sanitario. «No solo por ella, sino por el más que probable contagio del resto de residentes y las propias trabajadoras y directora, que en todo momento me tenían informada de cómo iba evolucionando su situación», explica Ana. Ella es de las que cree que todos tenemos una segunda oportunidad en la vida y nunca perdió la esperanza de que su abuela saliera airosa. «Es una mujer que siempre se mostró fuerte ante las adversidades y llevó una vida de mucho trabajo pero muy sana, y lo más importante, nunca había estado enferma», resume.
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Esta combinación, «y sus ganas de seguir viviendo, aunque no lo pueda expresar por su demencia», han sido el mejor antídoto contra el coronavirus, «así como la atención prestada por todos los profesionales» tanto en la residencia como en el hospital, «por la que toda mi familia estamos sumamente agradecidos», manifiesta Ana Valverde.
La vida de Justina no fue nada fácil. «Nació reinando Alfonso XIII, en plena la Guerra de África, y se hizo mujer durante la Guerra Civil, con todo lo que ambos conflictos bélicos conllevaron», indica su nieta. Se dedicó a las tareas del campo y el servicio doméstico hasta que con 22 años contrajo nupcias con Luciano Sanz Esteban, fijando su residencia en una vivienda de la calle Real de Alcazarén, muy cerca de la antigua Posada del Caño y la iglesia de San Pedro. Desde entonces, además de ayudar a su esposo en las labores agrícolas y el pinar, se ocupó de atender casa y familia.
Fruto del matrimonio nacieron tres hijas, Victoria –madre de Ana, que ahora tiene 76 años–, Emilia y Aurora, que siendo muy jóvenes emigraron a Bilbao, donde todavía residen las dos pequeñas. La mayor regresó cuando su esposo se jubiló, concretamente a Íscar, siguiendo los pasos de Ana. Tres hijas que le han proporcionado seis nietos y nueve bisnietos.
Justina, que enviudó en 1980, siempre fue una apasionada del teatro –actuó con el grupo local– y de la poesía. Entre sus versos más queridos, los que dedicó a las vírgenes de la Vega y Sacedón, patronas de Alcazarén y Pedrajas de San Esteban, respectivamente.
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Álvaro Soto | Madrid
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