Ataquines: la matanza que regala vida a la localidad

Que el paladar es algo que une es algo que en Ataquines conocen bien. Que la cercanía hace familiaridad, pueblo, comunidad, también. Por eso en el municipio nadie duda en colaborar con sus vecinos en las fechas clave del año, marcadas a veces por el buen comer; otras por los toros, como es habitual en esta tierra.

Cada Sábado de Carnaval desde hace 29 años, Ataquines y sus gentes recurren a los productos del cerdo para dar a conocer dicha familiaridad a visitantes de toda la comunidad y de Madrid alrededor del guiso de la matanza de toda la vida, el casero que siempre se ha hecho en los hogares, por medio de la Fiesta de la Matanza, que reunió en 2019 a cerca de 600 personas en el amplio salón del Ayuntamiento. Servido por los propios vecinos, invita a repetir al que lo prueba y todo el que se acerca, gracias al sabor de casa, pero también, y sobre todo, al ambiente acogedor que se genera, donde todo el mundo, lugareños y foráneos, se unen como si fueran uno, desde las charangas de por la mañana, hasta el vermú o la comida en armonía.

Cuando el tiempo mejora y los rayos de sol calientan primaverales, se honra a la Virgen de la Morenita. Cada 3 de mayo las calles de Ataquines se llenan de vecinos y visitantes, aprovechando el día festivo en Madrid y la cercanía con la capital. El primer festejo taurino del año tiene ocasión entonces, el Toro de la Cruz, que consiste en la suelta de dos toros en un encierro por las calles de la villa en el que, de nuevo, los ataquineros colaboran colocando las talanqueras. Junto a ello, además de la populosa procesión, siempre se realiza un particular sorteo de tartas y de corderos.

El verano hace semanas que ha asomado cuando el parque de la localidad se llena de cientos de personas alrededor de las paellas del concurso que se viene celebrando anualmente en él, organizado por la Asociación Cultural San Juan Bautista de Ataquines.

El 15 de agosto sirve este evento como símbolo de unión –otro más–; tanto es así que son muchas las peñas y familias que aprovechan para quedarse a merendar y echar la tarde, sin atender a si alguien ha ganado o perdido, pues no se trata de eso, sino de disfrutar del ambiente en el preludio de las fiestas de San Juan Bautista, que se celebran el último fin de semana del mes, y en el que de nuevo la figura del toro cobra protagonismo, mediante las novilladas o los encierros, que en muchos casos llegan a durar hasta tres horas que, en medio de la algarabía, incluso llegan a parecer pocas a un pueblo familiar y unido.