Adiós al padre de la última tonelería vallisoletana
Mariano Burgos, el cubero de Nava del Rey que suministra a las principales bodegas del país, falleció el sábado a los 77 años víctima de una enfermedad rara
Nació para ser tonelero y murió siéndolo, pese a que llevaba 14 años jubilado. Mariano Burgos Rodríguez falleció el sábado a causa de una enfermedad rara que padecía desde hace ya siete largos años: la parálisis supranuclear progresiva, que le fue atacando lentamente hasta que a las 8:00 horas del día 23 su corazón dejó de latir. Y de esta forma, tras una lucha titánica contra un enemigo que le dejó postrado en una silla de ruedas y le impidió hasta comer a no ser con ayuda de una máquina, el padre de la última tonelería vallisoletana perdió la vida a los 77 años tras dejar su legado, la Tonelería Burgos de Nava del Rey, en manos de sus tres hijos: Rosa, Juan Antonio y David.
Mariano Burgos creció entre duelas. Su padre, Benito, fundó hace 80 años la tonelería en el mismo edificio de Nava del Rey en el que está asentada ahora. En aquel taller artesano comenzó a trabajar a una edad muy temprana, cuando aún era un niño. En aquella época había hasta cinco tonelerías en el pueblo que se encargaban de hacer cubas de grandes dimensiones, de entre 2.000 y 16.000 litros. Tan grandes eran que se hacía necesario montarlas en el interior de las propias bodegas porque no entraban por la puerta. Después se sellaban con pez para que guardaran los caldos de Nava del Rey y alrededores, una de las zonas con mayor tradición vitivinícola de la provincia de Valladolid, ahora enclave fundamental para la DO Rueda.
Aquel pequeño Mariano Burgos fue creciendo y mejorando su técnica. La experiencia vital que le aportó trabajar mano a mano con su padre le sirvió años después para suministrar a las principales bodegas del país y preparar a sus tres hijos con la mente puesta en el siguiente relevo generacional, que fue de lo más natural, tal y como explica su hijo Juan Antonio. «Nos lo dejó a nosotros porque ya teníamos una edad y él no tenía ningún egoísmo», explica Juan Antonio, que por desgracia no ha podido disfrutar de la experiencia de su padre durante todo el tiempo que le hubiera gustado. «Mi padre hacía las cosas de una manera y al final ha visto cómo se ha impuesto otro modelo más moderno. Pero él sabía trabajar muy bien a mano la madera, que tanto antes como ahora es imprescindible para ser un buen tonelero», añade.
La tonelería que ha dejado Mariano Burgos como legado a sus hijos da trabajo a día de hoy a trece personas. Una de ellas, su hija Rosa, reconoce que el fin de la enfermedad de su padre ha supuesto un cierto alivio para la familia, pese al dolor de la pérdida. «Mi madre ha sido una esclava de la salud de mi padre. Esto ha sido muy largo y acabas acostumbrándote con resignación porque no puedes hacer nada. A mí me da mucha pena porque no vamos a poder disfrutar de él, pero estaba sufriendo mucho. Al final ha sido una liberación», explica su hija con pesar.
La parálisis supranuclear progresiva es un trastorno cerebral poco común que causa graves problemas para caminar, genera problemas de equilibrio y en otra fase para tragar, lo que ha hecho que los últimos años de vida de Mariano Burgos fueran muy duros para él y su familia. «No nos podía decir nada porque no tenía movilidad. Solo se podía comunicar moviendo el pie. Le decía que era mi cumpleaños, que si quería felicitarme, moviera el pie y lo hacía. Por eso sé que tenía la cabeza bien y que ha sufrido mucho. Esto al final ha sido una liberación para él porque así se ha librado de esta enfermedad tan horrorosa», recalca Rosa, poco antes de agregar que en el debate sobre la eutanasia son complicadas las afirmaciones categóricas. «Yo la apoyo, pero depende de cada situación y de cada persona», añade.
Estos últimos años han sido complicados en casa de los Burgos, unos supervivientes de un oficio al que solo se dedican en la actualidad dos empresas en toda la comunidad autónoma. Han tenido que ver cómo Mariano se consumía pero, pese al dolor por su pérdida, la familia se consuela al ver que aquel pequeño taller que nació en 1941 sigue llevando el apellido de una familia que cuenta ya con cuatro generaciones de toneleros.
«Mi hijo Guillermo y mi sobrino Marcos ya están trabajando con nosotros. La cuarta generación ya está funcionando», explica Juan Antonio Burgos, que está dispuesto a continuar la labor de la tonelería con la meta de que el legado de su padre siga vivo en Nava del Rey, un pueblo que en el funeral del domingo demostró que Mariano Burgos era uno de sus vecinos más queridos. «La pandemia nos ha impedido despedirle como se merecía, pero hemos recibido muchas muestras de cariño», concluye Juan Antonio, que ha perdido a su padre pero siempre conservará sus conocimientos y su pasión por un oficio que tiene su mayor competidor al otro lado de los Pirineos. «Hacemos un producto tan bueno como los franceses. Tenemos que apostar por lo nuestro», recalca en un alegato que bien podría firmar su padre.
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