La trastienda de Pingüinos: más madera, es la guerra
La batalla por la leña es encarnizada cada año. Nunca parece suficiente y sin embargo, cuando hoy se levante el campamento, aparecerán troncos intactos por todas partes
Un chiquito con una cazadora de piel quizá muy finita para Pingüinos, sin pantalones de moto, entra en la caseta de la organización aterido de frío y preguntando que dónde está la leña. Que hace falta más, porque los de al lado tienen como para surtir a todo Ikea y mientras tanto él y los suyos han visto apagarse ya el último ascua. «Pues quítales lo que necesites. Y si te dicen algo, nos avisas», le dicen en la organización.
Porque las batallas campales por la leña son un clásico. Los hay que tiran de contenedores, por más que un miembro de Turismoto les dé el alto, que no son para eso, hombre. «¿Y esos de ahí, qué?», responde uno de los porteadores de un contenedor vacío señalando a otros que lo llevan lleno mientras mira de reojo al montón de leña, que desaparece a toda velocidad. Pues esos tampoco, claro. Y allá que va el del anorak azul a reprender a los infractores mientras el anterior intenta salirse de nuevo con la suya.
Que no falta leña, que no. Que hoy, cuando todo acabe, aparecerán los 'buscaleña' de cada año y cargarán furgones enteros con la que emerja en los lugares en los que poco antes se levantaban carpas y tiendas. Es un clásico de cada año. Por más que se pide solidaridad leñera, para algunos lo que rige es «leña al mono» y sálvese quien pueda.
Hasta Grupo Renault ofreció leña a la organización. Y se aceptó, claro. Aunque sobrará, seguro. Le habría venido bien para calentarse, eso sí, a Álex Rins, el piloto de MotoGP que hoy a partir de las 11:30 recibirá su Pingüino de Oro. Un galardón merecidísimo, no solo por sus méritos deportivos, sino porque será el primero -al menos que recuerden los más viejos del lugar- que llegue a recogerlo en su moto. Cuentan que los últimos cien kilómetros se le hicieron largos por culpa de la niebla, pero llegó bien y dando ejemplo motero.
Cartif había anunciado que iba a medir la contaminación de las motos de la concentración en dos puntos, la rotonda de acceso desde la VA-30 a la carretera de Puente Duero y la entrada a la antigua hípica militar. Ayer, el dispositivo debía estar registrando picos por encima de sus posibilidades, porque el masivo desfile de banderas hizo que muchos pingüinos pasaran en esos puntos mucho tiempo prácticamente parados y con los motores encendidos.
La ministra de Industria, la vallisoletana Reyes Maroto, volvió a Pingüinos de nuevo. Esta vez participó en el desfile de antorchas y pudo presenciar en directo el primero de los homenajes de los motoristas a los fallecidos en carretera el año pasado. 350 motos cruzaron el puente para llegar a la Acera de Recoletos envueltos en niebla y humo. Difícil saber cuánto había de cada cosa.
La falla ardió, aunque más por un lado que por otro en un principio, mientras miles de personas observaban el espectáculo y surcaban el cielo fuegos artificiales... Y un dron. Porque ya hay quien graba con el dron, con el paloselfi desde el asiento de copiloto de la moto, con un monociclo eléctrico... Sí, sí. Un monociclo eléctrico. Aquí está la foto que lo confirma.
En Pingüinos lo que se pierde es el miedo al qué dirán. Unos con la cara de Elmo rodeando el casco, otros disfrazados de Minions, casco incluido, otro con una calavera en la cabeza. Todo vale porque se entiende, primero, que es una fiesta, y segundo, que todo sirve para mitigar el frío. Eso sí, lo de ir al concierto, en el pinar, en enero, sin moto y con esos pantalones de pescador tan de moda, tobilleros, con zapatillitas de deportes, es tener ganas de pasarlo mal innecesariamente.
Tras el concierto de Los Toreros Muertos -dos horas largas de actuación- se proyectó en las pantallas un vídeo con fotos enviadas por familiares y amigos de moteros fallecidos en el último año. Miradas de respeto en la carpa. Poco antes se habían pedido «recursos» a las instituciones, en un manifiesto, para mejorar la seguridad vial de los motociclistas. Está claro que leer o escuchar una cifra no es tan duro como ver sus rostros y sus nombres en la pantalla, todos al manillar de sus motos, y pensar que ya no están. Que no han podido ser pingüinos este año. Y que si nadie lo remedia, el año que viene volverá a proyectarse un vídeo igual de doloroso.
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