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N. Luengo
Valladolid
Jueves, 21 de febrero 2019, 10:41
La muerte de un ser querido es el acontecimiento vital más doloroso y difícil que puede afrontar el ser humano. Para ayudar a superarlo, Mémora, a través de su Fundación, celebró ayer la conferencia 'Los últimos días de vida. Morir en paz', a cargo del doctor Marcos Gómez Sancho. El acto tuvo lugar en el Auditorio Fundós Fuente Dorada, ante un atento y numeroso público. El encargado de la presentación fue Josep París, responsable de proyectos de la Fundación Mémora, quien adelantó que se trataba de una conferencia «muy emotiva y motivadora», y especialmente importante «en una sociedad tan cambiante, donde la muerte se esconde y es algo tabú».
Marcos Gómez Sancho, que es doctor en Medicina, miembro de la Comisión Central de Deontología de la Organización Médica Colegial y miembro del consejo asesor de Grupo Mémora, ofreció una conferencia muy visual, en la que explicó que la atención paliativa ofrece cuidados, tanto sanitarios como emocionales, a los enfermos y sus familiares en la recta final de la vida. La misión es crear un escenario de paz, que permita un paso no traumático de la vida a la muerte. «Morir siempre ha sido duro, pero ahora es más difícil que en otras épocas de la historia, esto se debe al desarrollo de la medicina y a que ahora somos más intolerantes al dolor y al sufrimiento», dijo.
Reconoció las dificultades que encuentran los médicos a la hora de acompañar a los enfermos terminales en sus últimos días. Dificultades que se deben principalmente a una falta de formación. «Vivimos en una sociedad tanatófoba. Nadie nos habla de la muerte y no nos enseñan a atender a estos enfermos. Nos han enseñado a curar y salvar vidas y cuando un enfermo es incurable, muchos médicos lo interpretan como un fracaso profesional», expuso.
Según explicó, tres de cada cinco pacientes llegan a las consultas de cuidados paliativos sin estar informados. «La familia, intentado proteger al enfermo, en ocasiones induce a los profesionales a ocultar la enfermedad. Esto es una calamidad. Lo mejor con el enfermo es ser sinceros con él, sin quitarle la esperanza. Eso da la oportunidad de despedirse y de resolver asuntos personales para que se vaya en paz. Precisamente por ser los últimos días, se viven con más intensidad. Hasta el último momento, se pueden hacer cosas importantes, no solo por parte del moribundo, sino por parte de los familiares», explicó.
«Una buena muerte puede dar sentido a toda una biografía», dijo antes de remarcar la importancia de «morir sin el estrépito frenético de una tecnología puesta en juego para que prolongue una agonía. Nadie quiere terminar su vida solo, rodeado de cables y máquinas».
Destacó también la importancia del contacto humano en el momento de la muerte. «Todo el mundo sueña con morir en casa, pero cada vez es más difícil, sobre todo porque los pacientes no quieren ser una carga para sus familiares. La pregunta que se hacen los enfermos terminales es «¿Cómo será el final?». Para contestarla recurrió al refranero y dijo que «poco mal y buena muerte, dichosa suerte». «Para muchos enfermos morir es descansar y no siempre morir es lo peor que nos puede pasar», concluyó.
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