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El escritor belga afincado en Francia Albert T'Serstevens recorrió la península ibérica disfrutando, entre otras delicias, de las manifestaciones culturales y el folclore de los pueblos castellanos.
Si denostó Valladolid por su supuesta opulencia y por ser una ciudad oscura y casi aburrida, por otra parte puso en valor lugares como Salamanca o Segovia.
Desde Madrid continúa T'Serstevens el viaje hacia Segovia, donde reconoce verse envuelto de un gran atractivo rural, admirando sus «pueblos de color de tierra, iglesias bajas con altas torres cuadradas y llenas de azulejos redondos, de un rosa descolorido moteado de líquenes».
Con esta opinión se ha redimido este escritor, después de no saber reconocer la belleza de Valladolid o de Zamora. Ahora, ensalza a Segovia como el «encanto de Castilla y la Vieja y una de las ciudades favoritas de esta España tan diversa, donde casi cada ciudad tiene su propia apariencia personal».
Habla entonces sobre su famosa catedral, de color de albaricoque, según reconoce el crítico, con cúpulas puntiagudas, como las coronas de un príncipe siamés. Rescata lugares como el convento de San Marcos, Fuencisla, El Parral, Santa Cruz, en torno a los cuales se refugiaron los campesinos que hoy cultivan las laderas.
Como no podría ser de otra manera, relata su experiencia con el incólume acueducto de Segovia, «que tiene ciento nueve arcos y dos pisos en su centro; une el promontorio de Segovia con el cerro vecino. No es el majestuoso aislamiento del Puente del Gard, del que no tiene ni la audacia ni el color cálido. El de Segovia participa de la existencia de la ciudad que domina su masa intacta. Alrededor de los pilares y bajo los arcos más altos, se desarrolla una plaza, con sus cafés, sus tiendas, su mercado y sus coches. Conserva así todo su significado y es la arteria de circulación de la ciudad».
Termina con Segovia para pasar a Salamanca, no sin antes despedirse de la Granja de San Ildefonso, lugar de recreación del Rey Felipe V, rescatando también su obsesión con la comparativa entre este palacio y el de Versalles.
Camino de Salamanca pasa este cronista por Béjar y Plasencia, quedando atónito con la belleza que estas pequeñas localidades ofrecen. Pero, sin duda, la joya del recorrido resulta ser La Alberca, «una de las más bellas e interesantes villas de España, por sus incomparables parajes y la sinceridad de sus pueblos», según escribe.
Es curioso el pensamiento de este escritor belga, que tiene la misma sensación que muchos de nosotros al pisar por primera vez La Alberca: «todo está torcido en este pueblo, la mayoría de fachadas construidas sobre los pilares de piedra que se inclinan como si fueran a derrumbarse, los balcones irregulares, sus barandillas dispuestas al azar. La calle aún más estrecha por las ménsulas en la parte superior que hacen sobresalir el suelo, cuyo techo de grandes tejas se inclina como si quisiera tocar al de enfrente».
Llega al fin a Salamanca, cruzando el puente romano sobre el río Tormes, y descubre una ciudad castellana que guarda su grandeza para que sea descubierta por el viajero. Esta ciudad, la contempla T'Serstevens como una de las más bellas de España, si no la que más. Tiene en cuenta su religiosidad y su intelectualismo, su arquitectura y su historia. Destaca también su gran universidad. Hay tantas cosas que contemplar en Salamanca que parece más grande que Madrid o Barcelona, según las palabras de nuestro protagonista.
«En todas partes de Salamanca, ya sea en la universidad, en la catedral, en Santo Domingo, en el Colegio del Arzobispo, etc., descubrimos estas admirables fachadas platerescas que son la orfebrería en piedra de España.»
Ya por último, rescata el primer vistazo en el que pudo contemplar la Casa de las Conchas, en la esquina de las calles Bordadores y García Barrado. Asegura estar sujetas las conchas con grapas de hierro a la fachada y asegura ser una edificación nunca antes vista por el belga, ni en Francia ni en cualquier otro lugar de Europa.
«Se podría pensar que las puertas y las ventanas fueron colocadas al azar; no hay una en su lugar con relación a las demás, ni en alto ni en ancho. Ninguna ventana de los tres pisos es vertical con respecto a las demás». […] «Alejándome, hacia la Plaza Mayor, observo su grandeza y su monotonía, siendo sin embargo, una de las más bellas de Europa, que nada tiene que envidiar a la de la Plaza de los Vosgos en Paris.»
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Pero asegura T'Serstevens que la Plaza de Salamanca no está muerta, como la suya, sino que es el centro vital de la ciudad, emanando de ella el ruido y el clamor durante los paseos del gran oleaje de personas que saltan a la calle a disfrutar de las ensoñaciones de un paseante solitario.
Sobre la firma
León (1996). Graduado en Educación Primaria por la Universidad de León. Realizó el Máster en Arte, Literatura y Cultura Contemporánea en la Universidad Oberta de Catalunya. En Leonoticias desde 2023. Articulista de opinión. Responsable en Leonoticias de 'El Odonista' y 'Edificios Emblemáticos de León' y en El Norte de Castilla de 'LiterArte'.
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