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Aquel año de 1901, cuando Valladolid despertaba al siglo XX, los registros de la ciudad inscribieron a un bebé que de adulto lucharía contra el nazismo, interceptaría mensajes de Hitler, descodificaría maniobras de guerra, se convertiría en uno de los espías que desbarataron los planes del Reich hasta conseguir la victoria final de los Aliados.
Aquel año de 1901, Valladolid (una ciudad que apenas llegaba a los 71.000 habitantes) veía nacer a Faustino Antonio Camazón Valentín, un personaje destacado de los servicios de inteligencia contra el nazismo y que, sin embargo, ha permanecido oculto, sepultado por los pliegues de la historia, hasta hace muy poco.
Una investigación de apasionados de la criptografía (Arturo Quirantes, profesor de Física en la Universidad de Granada;José Ramón Soler, historiador ibicenco) y el documental 'El equipo D. Los códigos olvidados' (estrenado en Seminci y recuperado la semana pasada por TVE) han permitido reivindicar la figura del espía pucelano que derrotó a Hitler. Una historia de película sin película. La vida de un héroe sin calle, sin plaza y sin placa. El relato de un hombre que, desde la sombra, contribuyó a destrozar las ansias del poder nazi durante la IIGuerra Mundial.
En este recuento de penumbras, la luz se tardó en encender. El foco hasta entonces se había puesto en protagonistas como Alan Turing, el matemático inglés que consiguió romper los códigos de la máquina Enigma, el artefacto diseñado por Alemania para camuflar y cifrar los mensajes secretos que transmitía por radio. De Turing hay infinidad de libros y varias películas (como 'The imitation game', nominada a ocho premios Oscar, de los que obtuvo el de mejor guion adaptado). Pero nadie hasta ahora había revelado la trama de aquel vallisoletano que, en el mismo campo de Turing, también luchó contra el nazismo.
«Descubrí que había un grupo de criptógrafos españoles que se habían dedicado a romper códigos alemanes. Pero solo había una referencia muy breve a que el jefe del grupo se llamaba Camazone», cuenta Soler en el documental. Camazone, así, con el apellido afrancesado en la documentación disponible. Sin más pistas. Las sombras se empezaron a disipar cuando Luis Ballarín, un sobrino de Camazón, vio en un blog de Internet una foto de ese batallón de espías españoles. Y entonces, se sorprendió: 'Anda, pero si este es mi tío Antonio'. Fue así, por una simple casualidad, como aquel Camazone de los documentos tuvo de pronto un nombre:Faustino Antonio Camazón Valentín.
Y esta es su historia, la historia que recorre el documental filmado por Jorge Laplace. Camazón nació en Valladolid pero muy pronto cortó hilos con la ciudad. Con apenas 12 años se metió de polizón en un buque rumbo a Colombia. A los pocos meses, regresó a Pucela. Su familia le envió a Madrid a estudiar, con la esperanza de que enderezara su futuro en el estudio de sus grandes pasiones: las matemáticas y los idiomas. Aprendió francés, inglés y alemán. Se convirtió en un habitual de las tertulias del café Chinitas, donde coincidió con Santiago Ramón y Cajal, quien lo menciona de pasada en sus memorias.
Ingresó después en la Policía Criminal de Madrid, donde se especializó en criptografía. Comenzó a trabajar en los servicios de inteligencia republicanos durante la Guerra Civil. Impartió clases de criptografía y se convirtió en una figura crucial para revelar los planes del bando nacional, que durante la contienda hizo gala de la enorme superioridad que tenía en todas estas labores de espionaje.
Para ello, contaban con la máquina Enigma, ese invento alemán que, permitía sustituir unas letras por otras con tan solo rotar y cambiar el código. Si emisor y receptor conocían ese código, podían traducir sin problemas el mensaje, que era transmitido por radio. La Guerra Civil española fue la primera contienda en la que se utilizó Enigma (los alemanes habían vendido a Franco una decena de esas máquinas). Y en el otro bando, Camazón se encargó de descifrar esos códigos que informaban de posibles ataques y avances de las tropas. Porque conocer las intenciones del enemigo era vital para adelantarse a la incursiones del otro bando.
«Una vez terminada la guerra, Camazón y la mayoría de los criptógrafos republicanos fueron a parar a Francia. La mayoría acabaron dentro de campos de concentración», cuenta Soler, quien durante años ha seguido la pista de Camazón. En sus investigaciones, descubrió que el vallisoletano consiguió, por medio de los empleados que recogían basuras en el campo de concentración, que llevaran una carta que había escrito para los servicios de inteligencia franceses, contándoles su situación, su formación y que allí había otras personas de su equipo.
El militar francés Gustave Bertrand, enterado del caso, reclutó a Camazón y a otros españoles y los llevó a París, para que entraran a formar parte de los servicios de radiointeligencia francese. Allí trabajaban 72 personas.Eran los mejores expertos de Francia y Polonia, a los que ahora se sumaba un grupo español. El nombre en clave de aquel escuadrón de espionaje era PC Bruno. Su misión: interceptar los mensajes alemanes y adelantarse a las intenciones de Hitler. «Para Camazón y los republicanos españoles era una segunda oportunidad de luchar contra el fascismo en Europa. No pudieron con Franco, pero podían seguir peleando», asegura en el documental Paz Jiménez Seral, profesora de Álgebra de la Universidad de Zaragoza.
El trabajo de PC Bruno fue vital. Conocieron con tiempo, por ejemplo, el bombardeo de París. La información era descifrada y luego enviada a los británicos, que contaban con unos potentísimos servicios de criptografía, donde trabajaba Alan Turing. Con la invasión de Francia, los servicios de PC Bruno tuvieron que huir de su sede: el castillo Gretz-Armainvilliers, a una decena de kilómetros de París.
Camazón y el resto de integrantes del equipo marcharon primero a Toulouse y más tarde, conforme la tropas alemanas avanzaban por territorio francés, al norte de África. Sin embargo, en Argelia, donde se instalaron, no tardaron en darse cuenta de que estaban sordos, demasiado lejos de donde tenía lugar la contienda, lo que dificultaba sus trabajos de escucha. Pese al riesgo, tenían que regresar a Francia.
Lo hicieron de incógnito, con suma cautela, para ocupar una mansión fortificada en Uzés, cerca de Nimes. Allí, el grupo se pasó a llamar PC Cadix. Ytuvieron que extremar las precauciones, porque su retorno a Francia se hizo con un riesgo enorme. Nunca habían estado tan cerca de sus enemigos. «Lo que hicieron los españoles fue muy importante», cuenta Soler. Además de interceptar las intenciones alemanas, los siete criptólogos españoles tenían que analizar todos aquellos mensajes que tuvieran que ver con España.
Su situación era estratégica y los Aliados temían que una alianza con la Alemania de Hitler complicara la victoria final. «Uno de los mensajes más importantes que descifraron fue la intención de Hitler de atacar Gibraltar. Eso nunca se produjo y seguramente tuvo mucha importancia el conocimiento que tuvieron los Aliados», apunta Jiménez Seral en el documental. También fue crucial el papel de PCCadix para preparar el desembarco de Normandía.
El cerco de la Gestapo (la policía secreta alemana) hizo que fuera necesaria una nueva fuga para poner el proyecto a salvo. Camazón tuvo que viajar de nuevo a Argel hasta el final de la guerra. Al terminar la contienda, se exilió en París, donde comenzó a trabajar en el Ministerio de Asuntos Exteriores de aquel país.
Después de jubilarse, regresó a España, a Jaca, el pueblo donde tenía familia su mujer (la enfermera María Cadena, con quien se había casado en 1938). Allí, muy cerca de la frontera con Francia (ni hablar de volver a Valladolid) permaneció hasta su muerte en 1982. Durante todo ese tiempo, mantuvo en secreto su pasado como brillante espía.Tan solo su particular biblioteca (800 volúmenes en 150 idiomas, hoy en laUniversidad de Zaragoza) permitía aventurar unos intereses que iban más allá del carácter de aquel hombre «agradable, estudioso», que paseaba por las calles de Jaca. La familia ni siquiera supo de su labor hasta muchos años después de su muerte, gracias a esa casualidad de la foto encontrada por su sobrino. Camazón nunca regresó a su Valladolid natal donde, según dice el documental, ya no le queda familia.
Los espías polacos y franceses recibieron homenajes en sus países. Hay placas y estatuas que reconocen su labor. La labor callada de los españoles había quedado oculta por un velo de olvido. Solo el nombre de Camazón había salido a la luz. El resto, figuraba encriptado en un apéndice clasificado que solo hace un par de años se ha desclasificado. Así se ha podido conocer el resto de hombres, lingüistas y matemáticos, que acompañaron a aquel espía vallisoletano:CarmeloEstrada Manchón, Jaime Barba Claramunt, Jose Díaz Rodríguez, Manoel Inglada Díaz, Medina Cantero y Andrés Martínez Benito. Ellos formaron parte del equipo D, el escuadrón capitaneado por un hombre de Valladolid que combatió al nazismo desde los servicios de inteligencia.
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