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Comercios históricos de Valladolid: Montequi
La tienda de confecciones del señor MontequiAgente comercial textil, como su padre León, Arturo Montequi Izquierdo (Barco de Ávila, 1884) constituyó en 1920 con otros tres comerciantes de Valladolid la razón social Castillo, Montequi, Casares y Mateo «para conseguir, seguramente, mejores precios en las compras al por mayor», intuye Beatriz Montequi Nogués, nieta del fundador de Montequi. Vicente del Castillo Collazos fue el dueño de la sastrería Castillo; Cándido Casares, el de El Triunfo y Mateo Lozano fundó, tras la disolución de la sociedad, Almacenes Mateo Lozano, comercio especializado en medias y calcetines, ubicado en la plaza de la Rinconada, frente al entonces recién inaugurado edificio de Correos y vecino de la Farmacia Bellogín. Aunque su última ubicación, en el número 5 de la calle Miguel Íscar, donde estuvo abierto hasta principios de los años noventa, es la más recordada, Montequi tuvo diferentes emplazamientos a lo largo de su historia.
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Arturo Montequi y Vicente del Castillo eran familia por parte de la mujer de Arturo, Saturnina Garrido del Castillo. La suegra de Arturo y el padre de Vicente eran hermanos. «Vicente vino a Valladolid a estudiar Comercio y durante una temporada estuvo viviendo con mis abuelos. Para nosotros siempre fue tío Vicente», recuerdan Beatriz Montequi Nogués e Isabel Montequi Martín, nietas del fundador de este histórico comercio vallisoletano. Ambos, tras la disolución de la razón social Castillo, Montequi, Casares y Mateo, siguieron asociados bajo la denominación Castillo y Montequi. En 1929 regentaban en el número 4 del Corrillo el Bazar Colón, sucursal de la fábrica de confecciones Castillo y Montequi. «La casa que más barato vende las confecciones por ser producidas en sus talleres», rezaba entonces su publicidad. Cuatro años más tarde, en 1932, abrían su primer gran comercio, en el número 9 de la calle Miguel Íscar: Confecciones Montequi.
En 1944 Arturo Montequi, ya en solitario, cogió el traspaso de otro establecimiento de confección en los números 7 y 9 de la misma calle, al que rebautizó como Montequi y, cuatro años más tarde, en el mes de diciembre de 1948, formalizó el traspaso de El Hispano Argentino, en el número 1 de Fuente Dorada (esquina Ferrari y Matías Sangrador). «Un nombre de garantía: Confecciones Montequi. Un comercio de siempre: El Hispano Argentino», tal y como se anunciaba en aquellos años la sucursal de Montequi. Vicente del Castillo se quedó en el local que había compartido hasta entonces con Arturo Montequi y lo reinauguró como Sastrería Castillo.
Casado con Saturnina Garrido del Castillo, el matrimonio tuvo seis hijos: Arturo, Carmen, Santiago, Gerardo, Miguel y Natividad Montequi Garrido. Todos, salvo Gerardo, trabajaron en el negocio familiar. «Arturo, Santiago y Natividad trabajaron en la tienda de Miguel Íscar. Miguel era el encargado de la fábrica y Carmen y su marido, José Jiménez Encinar, empleado de Montequi, se pusieron al frente de El Hispano Argentino», explican Beatriz Montequi e Isabel Montequi, hijas, respectivamente, de Santiago y Miguel.
«El comercio de Miguel Íscar tenía tres pisos. Recuerdo en la planta a nivel de calle que había un tobogán por el que tiraban las piezas de tela desde el piso de arriba para no tener que estar subiendo y bajando por las escaleras. También recuerdo las enormes tijeras sobre las mesas de sastrería», comparte Isabel Montequi. «El taller de confección estaba en la Carretera de Madrid, junto al paso a nivel del ferrocarril de Ariza. Se construyó en parte del terreno de una finca que tenían allí nuestros abuelos». apuntan las nietas del fundador. El edificio de viviendas que se levantó para los trabajadores de la fábrica sigue en pie en la actualidad, al igual que el inmueble del taller de confección y la torre metálica decorativa, que entonces sostenía el cartel publicitario del negocio de la familia Montequi y hoy anuncia otro negocio. «En el taller se hicieron durante años uniformes, desde los de la Policía Municipal hasta los de Galería Preciados. La fábrica cerró antes que la tienda, que en ninguno de nosotros encontró relevo generacional«, señalan Beatriz e Isabel Montequi.
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