La Seca presume de viviendas sociales

Pasó casi desapercibido el hecho de que aquel sábado, 18 de julio, fuera saludado por las autoridades vallisoletanas con la coletilla de «Triunfal», como obligaba la dictadura. Y es que lo más importante, lo crucial para muchas familias, era lo que no tenían: una vivienda digna; según estimaciones oficiales, las necesidades ascendían a más de 10.000 en toda la provincia: «La vivienda rural en su mayoría se encuentra construida con materiales deleznables, fundamentalmente adobe y tapial, construcciones realmente malas, no sólo por los materiales sino por su falta de técnicas constructivas, por lo que la mayoría de las viviendas rurales son edificaciones no aceptables. Es, por tanto, fundamental que se lleve a cabo una decidida política de mejora de viviendas», decía un informe reservado de la Organización de Sindicatos.

De modo que aprovechando los fastos oficiales, el Régimen intensificó su propaganda en tres localidades de renombre, La Seca, Valdestillas y Medina del Campo. En esta última se cifraban en 400 las viviendas necesarias para satisfacer las necesidades de sus vecinos; en Valdestillas eran sólo 50, mientras que el problema de La Seca no era otro que el derrumbe de viejos hogares debido a corrientes subterráneas de agua. La Cooperativa ferroviaria de Medina inauguró un modesto grupo de viviendas, siendo lo más señalado lo acontecido en las otras dos localidades.

A Valdestillas llegó precisamente Alberto Ibáñez Trujillo, gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, hombre con fama de «duro» y sobradamente conocido por sus constantes alusiones, en discursos y demás eventos, «a la paz y al orden nacidos del 18 de julio» y a la figura «de ese alcalde ejemplar de todos los pueblos de España que es el Jefe del Estado».

Le acompañaban el director nacional de la Obra Sindical «Hogar y Arquitectura», el delegado provincial de Sindicatos y el de la Vivienda. Después de saludar a las autoridades locales y provinciales, Ibáñez Trujillo entregó una vivienda de dos plantas al matrimonio Gil Sanz, como premio nacional de familias numerosas del año 1964. En su discurso, como no podía ser de otra forma, alabó los parabienes asociados al «remanso de paz» que constituía aquel Régimen inaugurado casi cuarenta años atrás, felicitó a la pareja y resaltó «la amplia capacidad» de la vivienda otorgada. Inmediatamente fue bendecida por el párroco y visitada por las autoridades.

Pero más sonado fue lo acontecido en La Seca. «Ya va siendo crónico y hasta dramático el problema de este pueblo, afectado por el hundimiento de viejos hogares debido, fundamentalmente, a las corrientes subterráneas de agua», declaraba por entonces la prensa oficial. Era éste, confesaba Hernando Estrada del Reguero, el motivo que había llevado a la Organización Sindical del Hogar a construir un total de 125 nuevas viviendas, inauguradas en el mes de abril.

El pueblo entero se vistió de gala para proceder al reparto de casas, y una improvisada tribuna acogió a las autoridades locales, presididas por el alcalde, César Nieto Lorenzo, y demás jerarcas provinciales. De nuevo Ibáñez Trujillo fue el encargado de cerrar el acto aludiendo, esta vez, al letrero de una calle del recién estrenado poblado: «La Paz». A continuación se procedió a sortear las nuevas edificaciones ante el notario de Medina del Campo y en presencia del delegado de sindicatos y del alcalde de la localidad. Según Nieto, el propósito era construir, a partir de estas 125 casas, nuevos barrios que eliminasen para siempre el peligro de los hundimientos de viviendas en el pueblo.

Según las bases, un 30% de las viviendas iba destinado a los «productores» que fuesen cabeza de familia numerosa; un 10%, a quien hubiese contraído matrimonio en este mismo año; otro 10% se sortearía entre los cabezas de familia que fuesen, además, excombatientes, excautivos, Vieja Guardia o viudas de caídos en el frente nacional; y el 50% restante iría a parar a los no comprendidos en los anteriores apartados. Todos los interesados presentaban la solicitud pertinente y el sorteo se efectuaba siguiendo ese mismo orden. El coste de las 125 viviendas fue de 27 millones de pesetas.

Quien quisiese optar a una vivienda vacante debía cumplir, además, los siguientes requisitos: ser «productor sindicado»; estar empadronado en la localidad; estar en posesión del carnet de familia numerosa; y acreditar que no era propietario de una vivienda o que la que poseía era defectuosa. De las 125 inauguradas en La Seca hace ahora 50 años, diez habían sido subvencionadas en renta-amortización y contaban con 61,52 metros cuadrados útiles, tres dormitorios, comedor-cuarto de estar, cocina, cuarto de baño, despensa, cuarto de aseo, vestíbulo, paseo y jardín. Otras 64 «rurales», de 71,11 metros cuadrados de superficie útil, contaban, además, con cuatro dormitorios, mientras que las 51 restantes disfrutaban de 60,60 metros cuadrados y tres dormitorios.

Las zonas residenciales construidas en La Seca por la Obra Sindical del Hogar fueron visitadas incluso por Vicente Mortes Alfonso, ministro de la Vivienda entre 1969 y 1973, y hasta la Obra Sindical del Hogar puso en marcha en esta misma localidad, también en 1970, una magna exposición con cuadros estadísticos, planos y maquetas que, según El Norte de Castilla, «mereció la felicitación del subdirector nacional de dicha Obra Sindical, señor Doz de Valenzuela, y de las autoridades provinciales».