Renace el «escaparate» de Castilla y León
Historia de Valladolid a través de El Norte de Castilla ·
En septiembre de 1965 se inauguraba la Feria Regional de Muestras, treinta años después de la primera edición celebrada en el Campo GrandeSolo los más veteranos se acordaban de aquella histórica quincena de septiembre de 1935, cuando, merced a la voluntad visionaria de unos cuantos vallisoletanos, el Campo Grande acogió una multitudinaria primera Feria de Muestras que incluso contó con himno propio. El éxito alcanzado fue de tal envergadura, que Antonio García Quintana, alcalde repuesto en febrero de 1936, planteó una segunda edición más ambiciosa aún. Sin embargo, la sublevación militar que provocó la Guerra Civil dio al traste con sus aspiraciones y frenó en seco el certamen.
Quince años después, al hilo del incipiente desarrollo industrial de la ciudad, se retomó el proyecto. Fue en 1953 cuando el Ayuntamiento de Valladolid decidió ceder terrenos a la Delegación Provincial de Sindicatos para celebrar una nueva «Feria de Muestras con el fin de mostrar la pujanza económica en los aspectos industrial, comercial, agrícola y ganadero de nuestra provincia y también al objeto propagandístico».
Se proyectaba en el recinto de Las Moreras y tendría un carácter regional. Pero no cuajó. Ocho años más tarde, un convenio entre diversas instituciones afianzaba los primeros pasos. El Consorcio de la Feria se creó en 1963, un año antes de que Valladolid fuera declarada Polo de Desarrollo Industrial, y en su germen tuvo especial protagonismo el alcalde Santiago López González, uno de los fundadores de la factoría FASA. López obtuvo el apoyo de comerciantes, banqueros e industriales, y en julio de 1964, en sus últimos meses al frente del Ayuntamiento vallisoletano, presidió el acto de colocación de la primera piedra ferial en unos terrenos que eran propiedad de la Cámara Oficial de Comercio e Industria, situados en la carretera de la Olma.
Su sucesor, Martín Santos Romero; el presidente de la Diputación, Emiliano Berzosa; José María Luelmo, al frente de la Cámara de Comercio; y Antolín de Santiago Juárez como vicepresidente del Consejo de Administración de la Caja de Ahorros Provincial conformaban aquel primer Comité Ejecutivo, mientras Ramón Pradera Orihuela ocupaba el cargo de director de una Primera Feria Regional de Muestras iniciada de manera oficial el martes, 7 de septiembre de 1965.
«La Feria tendrá como finalidad propulsar la expansión económica y favorecer los intereses de la Patria, facilitando prácticamente la exhibición y el intercambio entre el expositor y el consumidor», rezaba el Catálogo Oficial de la retomada muestra.
Ni que decir tiene que El Norte de Castilla se volcó con el evento. «Un gran salto adelante», se titulaba el editorial de aquel día, y en él, aparte de aventurar un futuro esperanzador para el certamen, recordaba que «la Feria es tarea de todos y patrimonio de todos, es la Feria de Castilla y León para Castilla y León».
El acto inaugural, celebrado después de la pertinente bendición de las instalaciones por el arzobispo, José García Goldáraz, contó con la presencia del director general de Comercio Interior, Ramiro Matarranz, en representación del Ministro del ramo. En su discurso, Matarranz calificó el evento de «Feria en todo el sentido de la palabra, que puede figurar entre las primeras de toda España», y elogió con creces el espíritu del comercio y del comerciante, basado en «el sacrificio, el riesgo, la entrega a los demás, la amabilidad con todos».
Es más, en declaraciones a El Norte de Castilla, el director general de Comercio reconoció que no se esperaba la puesta en marcha de la Feria vallisoletana, pero que, una vez comprobada su magnitud, le auguraba «un gran porvenir»; «se ha sabido compaginar lo industrial y lo comercial con lo agrícola», reconocía Matarranz, cualidad en la que, a su entender, residía el principal acierto del evento.
Antes que él, el empresario y poeta José María Luelmo, uno de los pioneros en la aplicación en España de nuevas técnicas para la explotación de su granja avícola (Minaya), aseguraba que la Feria, a la que definía como «una agrupación mancomunada de voluntades y síntesis de trabajo», era un «hecho plenamente beneficioso para la región castellano-leonesa y, en definitiva, para España».
Luelmo, en su condición de presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Valladolid, se congratuló de los tiempos de «paz y esperanza» que reinaban en España (el año anterior, el Régimen había celebrado propagandísticamente los famosos «25 años de paz»), advirtió de que no existía «otro camino ante la vida» que creer en el trabajo y apostó por la «libertad de iniciativa», aunque, por supuesto, «sometida a las reglas inalienables del interés común».
No podía faltar, en el discurso del presidente de la Cámara de Comercio, un sentido elogio a la ciudad industrial y una apuesta sincera por trabajar en pos de la «unión fraternal» de las provincias hermanas, a lo que también se comprometía la Feria.
Esta nacía con una superficie total de 37.000 metros cuadrados -actualmente cuenta con 100.000- y dos pabellones, se concebía como lugar de encuentro de comerciantes, industriales y empresarios, y motor, en cierto modo, de la economía regional. Evidentemente, el peso del sector agrícola y ganadero en la exposición resultaba abrumador.
Con el tiempo, la Feria fue creciendo en espacio y relevancia. En 1968 se crearon el Pabellón de Palencia y el Museo del Vino, cinco años después alcanzaba rango nacional y en 1983 obtenía la categoría de Feria Internacional de Muestras. La primera gran ampliación del recinto se verificó entre 1979 y 1986, bajo la presidencia de Vicente Garrido Capa en el Comité Ejecutivo. De hecho, si en 1979 se construyó la sala de convenciones, en 1992 se hizo lo propio con el centro de congresos, un espacio dotado de un auditorio y varias salas para reuniones.
La última y más destacada ampliación tuvo lugar en 2002, con la construcción de un nuevo Pabellón en la zona trasera y la consiguiente eliminación de edificaciones procedentes de los años 70, como el pabellón de Palencia, el edificio conocido como museo del vino, los espacios de ganadería y multisectorial y las casetas de hostelería.