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Bloque de pisos construido para la Obra del Hogar-Sindicalista entre los años 1937 y 1938, Daniel Villalobos

Las primeras viviendas en Valladolid diseñadas con un fin social

Su distribución seguía los principios de salubridad, independencia y aprovechamiento máximo de las pequeñas estancias

Sábado, 4 de febrero 2023, 00:04

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La arquitectura del llamado Movimiento Moderno, cuyo comienzo se acepta en el año 1925, ha dado en los cincuenta años que tuvo su predominio en la península edificios muy bellos y singulares −de éstos en Valladolid suelen tratar las crónicas que aquí escribimos−.

Se trata generalmente de construcciones para colegios e institutos, un matadero, cines o naves para la enseñanza profesional e incluso industriales. Pero, cuando esta arquitectura desornamentada y de geometrías simples opuesta a la tradición historicista adquirió más adecuadamente el sobrenombre de arquitectura Funcionalista es en los edificios proyectados para viviendas y, sobremanera, para viviendas sociales.

Este es el auténtico tema diferenciador de este período, porque nunca en la historia los arquitectos de los estilos arquitectónicos pusieron su principal atención en solucionar de manera digna y barata el alojamiento masivo a familias humildes de trabajadores. Fue el gran argumento de esta arquitectura en el pasado siglo XX, ya que hasta entonces los arquitectos prioritariamente ponían su profesionalidad y saber al servicio de las clases nobiliarias o del poder para proyectar edificios siguiendo sus demandas. En la antigüedad fueron castillos, palacios con sus jardines, grandes teatros, monumentos funerarios, iglesias o monasterios. Nunca, salvo los utopistas, edificaron viviendas masivas diseñadas para dignificar la vida de miles de familias.

En aquellos principios del nuevo siglo la población se vio atraída desde el campo a las emergentes ciudades trasformadas por la Revolución Industrial. Buena parte de ella estaba condenada a vivir hacinada y sin las mínimas condiciones de salubridad. Sobre el tema me gusta leer a mis alumnos, entre otros, el relato que hace Julio Verne en su 'Viaje maldito por Inglaterra y Escocia', con descripciones del modo de vida en unas ciudades que sufrieron antes este problema como consecuencia de su pronta industrialización.

En el relato de este viaje se muestra una visión real, nada fruto de la maravillosa imaginación del escritor, de las duras condiciones donde habitaba la clase trabajadora.

En Valladolid, a principios del siglo XX, este mismo tema avocaría a miles de personas, mayoritariamente inmigradas del campo a la ciudad, a malvivir habitando lo que fuera para estar bajo un techo.

Por ejemplo, el abandono de decenas de palacios de las familias afincadas junto a la corte en esta ciudad que un día fue nobiliaria hizo que numerosos de ellos se ocuparan con viviendas carentes de servicios propios, incluso de agua, donde muchas habitaciones, sobre todo las alcobas, presentaba mala ventilación y estaban poco o nada iluminadas. Por visualizar esto, y como una de las numerosas referencias que se pueden citar, en el palacio de Fabio Nelli ocupado actualmente por el Museo de la Ciudad, sus salones, galerías, torres o entreplantas se vieron compartimentados para albergar el máximo posible de viviendas. Muchas eran insalubres, pero así se podía sacar un buen provecho de sus económicos alquileres asequibles a las familias más humildes.

Las soluciones a este problema en Valladolid se aportaron desde dos posiciones políticas claramente diferenciadas antes y durante la Guerra Civil Española. El tema fue inicialmente estudiado por el arquitecto Enrique de Teresa −al cual con su proyecto junto a Rafael Moneo para el Museo de la Ciencia de Valladolid dedicamos una de estas publicaciones−. lo hizo en un trabajo que figura como capítulo del libro 'Arquitecturas en Valladolid. Tradición y Modernidad, 1900-1950'.

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La primera solución, según De Teresa, se planteó al final de la Segunda República, cuando en febrero de 1936 la Corporación Municipal encabezada por el alcalde socialista Antonio García Quintana propuso una política de vivienda donde la clase obrera pudiera acceder a casas baratas con propiedad municipal del suelo, financiación pública y siguiendo las características funcionalistas en su diseño. Esto derivó en un concurso para viviendas colectivas que obtuvo como respuesta cinco diferentes proyectos. El concurso fue anulado a raíz del Golpe de Estado de 1936, en el que Florentino Criado actuó como alcalde-militar desde el 31 de julio.

La segunda solución y tema central de esta crónica se trazó en pleno período bélico, cuando en 1937 desde el poder de la Obra Nacional Sindicalista se promulgaron los principios que regirían la futura política de vivienda. La doctrina falangista, avasalladora en la ciudad, propuso por primera vez un proyecto ejemplar de viviendas sociales. Se trataba de la Obra del Hogar Nacionalsindicalista, que atendía a los problemas de viviendas para el pueblo trabajador. El planteamiento benefició a la propaganda política, terminando en un primer proyecto de bloques de más de doscientas viviendas baratas encargado al arquitecto Jesús Carrasco Muñoz para terrenos de San Isidro.

La ordenación final del conjunto construido entre 1937 y 1938, y que en la actualidad aun podemos ver, fue más modesta que el proyecto inicial pasando de 200 a 169 viviendas por razones de economía que también incidirían en la composición de sus siete bloques. Resultaron dos manzanas casi cuadradas con espacios públicos ahora ocupados por jardines aislados del ruido del tráfico de la carretera de salida hacia Soria. Los bloques estaban enfrentados y unidos simétricamente con otros paralelos hacia la carretera y crearon dos calles cerradas en fondo de saco.

La solución de agrupar las pequeñas viviendas, de entre 50 y 70 metros cuadrados, en bloques de cuatro y cinco pisos de altura permitió un acceso sin ascensores garantizando el mínimo coste. Su distribución seguía los principios de salubridad, independencia y aprovechamiento máximo de las pequeñas estancias y las viviendas se ordenaron simétricamente respecto a las cajas de escalera para dar acceso a dos viviendas por planta con un pequeño vestíbulo, aseo y cocina. El salón de estar era la estancia más amplia y serviría a su vez de distribuidor a los dos o tres dormitorios de cada vivienda. Todos estos espacios estaban ventilados e iluminados desde el exterior.

Estas soluciones en cuanto al uso del tipo de distribución de las viviendas en los bloques habían sido ensayadas masivamente en Viena en los años veinte y treinta, aunque en ese caso en manzanas cerradas. Por otro lado, la ordenación de los bloques independientes en parte también fue deudora de las experiencias de las barriadas alemanas de esos mismos años.

En toda la Europa de entreguerras la preocupación por solucionar el problema de la vivienda mínima funcional, es decir asequible, cómoda y útil, fue una cuestión común a los arquitectos del Movimiento Moderno. Se repetían masivamente las soluciones consideradas más adecuadas y se ensayaban nuevas. Incluso se hicieron estudios teóricos muy precisos como los del arquitecto alemán Alexander Klein, ajustando las mejores soluciones de viviendas mínimas al centímetro; analizando su acceso, soleamiento, ventilación, recorridos, calefacción, independencia de estancias, amplitud visual, e incluso la adecuada y funcional ordenación del amueblamiento, acabando su diseño con un prototipo como el de un coche o un avión para construirse en serie.

Imagen principal - Las primeras viviendas en Valladolid diseñadas con un fin social
Imagen secundaria 1 - Las primeras viviendas en Valladolid diseñadas con un fin social
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En 1929 la importancia del tema era tal que en el Segundo Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM II), celebrado en la ciudad alemana de Frankfurt al que asistieron 130 arquitectos de 18 países diferentes entre ellos España, el programa de trabajo fue el estudio de las soluciones de la 'vivienda mínima'. Todo ello también lo tuvo presente Jesús Carrasco Muñoz en el proyecto de estas viviendas para la Obra del Hogar-Sindicalista.

Tras esta importancia dada a la utilidad en las viviendas y a su sólida construcción, cuestión crucial en el período de escasez de materiales durante la Guerra Civil, quiero que nos adentremos finalmente en lo que para estos arquitectos modernos era principal: la belleza de los edificios no era algo que había que añadir, como hasta entonces se buscaba, sino que debía ser la consecuencia de la buena relación entre la utilidad del edificio y el modo en que estaba construido. No podía sobrar nada en estas construcciones hechas con la mentalidad y el espíritu del ingeniero que hace máquinas; máquinas como los aviones para volar a los que no les sobra nada o como los barcos para navegar. Estas arquitecturas eran máquinas para habitar, como intentaba convencer Le Corbusier, uno de los principales arquitectos que lideraba esta nueva arquitectura.

Así, estos bloques de viviendas tomaron una imagen maquinista con sus redondeadas proas ancladas y alineadas pareciéndose a barcos fondeados en el puerto, una estética que también revela su imagen más expresionista influenciada por la arquitectura vienesa, en concreto por las viviendas para Karl Marx-Hof del arquitecto austriaco Karl Ehn.

Ya finalizadas las obras de estas viviendas sociales en Valladolid, cuando aún no se conocían sus repercusiones, en 1939 se le encargó a J. Carrasco Muñoz otro proyectó para Zamora: un segundo conjunto de Viviendas de la Obra Sindical del Hogar.

El arquitecto siguió idénticos principios funcionalistas repitiendo la misma imagen maquinista aunque, para adaptarse al solar, básicamente varió la ordenación de sus bloques entre sí. Se concluyeron en 1942 y con las de Valladolid, más de tres cuartos de siglo después, estas construcciones siguen siendo útiles y bellas, un valor patrimonial que debemos valorar y proteger.

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