Pionera (y frustrada) feria del vehículo de ocasión de Valladolid
La ciudad figura entre las primeras de España que celebraron, en 1925, una muestra de coches de segunda mano, inaugurada en el Paseo de Filipinos
Era la fiebre del verano de 1925. Comenzó con éxito en Pontevedra, concretamente en Pontecesures, y se extendió enseguida a otras ciudades españolas como Toledo, Oviedo, Bilbao, Vitoria, Albacete, Mérida y, para no ser menos, Valladolid. Eran las llamadas «ferias del automóvil de ocasión», celebradas entre junio y septiembre de 1925 para disfrute de las clases sociales más pudientes. La de Valladolid comenzó a planearse en junio para ser inaugurada en plenas ferias y fiestas de la ciudad. El principal promotor fue el Círculo Mercantil, Industrial y Agrícola de la capital, que no tardó en conseguir el permiso y la colaboración del Ayuntamiento y de diferentes industriales de la ciudad.
Aunque se barajaron diversos emplazamientos (los paseos del Campo Grande, las Moreras...), finalmente se optó por el Paseo de Filipinos. A principios de agosto de 1925, los ediles, presididos por Vicente Moliner, aprobaban la idea y desde el Círculo Mercantil comenzaban los preparativos a través de las tres comisiones creadas al efecto: de emplazamiento, de propaganda y de contabilidad. Previamente, una reunión con los dueños de garajes, representantes de automóviles y accesorios había preparado el terreno. El alcalde se comprometió a «que los coches que asistan estén exentos del arbitrio correspondiente», y también se acordó no cobrar nada a los expositores ni gravar las ventas que se hicieran.
Fijada la feria para el 20 de septiembre de 1925, un arco iluminado, adornado con banderas y follajes, señalizaba la entrada, que para los peatones habría de hacerse por la plaza de Colón. Los coches, sin embargo, entrarían por el Paseo de Zorrilla y saldrían por la carretera situada frente a las Puertas del Príncipe. Habría un pabellón dedicado a la información de los asistentes y un mecánico permanente, además de puestos de bebidas y refrescos. El Ayuntamiento aportó 500 pesetas. Las primeras inscripciones, publicadas con entusiasmo por El Norte de Castilla, fueron las del representante en Valladolid de la firma Studebaker, Vicente Zurbano, y la del industrial Luis Alonso, que aportó cuatro vehículos.
Paulatinamente se fueron sumando más: un tractor, varios camiones, una camioneta procedente de León, dos «Fords» del industrial Romero, de Bilbao, 30 coches de Guillermo del Paso, representante en Valladolid de Peugeot, Chevrolet y Oakland, 8 más del señor Lastra, representante de Fiat, los vehículos aportados por Eduardo Callejo y Germán Hernández, varios de la sociedad «Importación y Ventas», etc. La inauguración, verificada el día 20, domingo, a las diez y media de la mañana, fue espectacular. Contó con música de la banda del Regimiento de Isabel II, disparo de cohetes y de bombas reales, y las palabras del alcalde, que elogió el «entusiasmo de los organizadores alentándoles para que la labor de este año sea base sólida para otras empresas de índole análoga, en las que aparecieran no solo automóviles de ocasión, sino aperos y útiles de labranza. Esta que hoy se inaugura -continuó diciendo el regidor- es una pequeña manifestación vital de un pueblo que quiere trabajar y un síntoma de progreso industrial y comercial».
La comisión organizadora la formaban el presidente accidental del Círculo Mercantil, Alfredo Suárez, y «los señores Ruano, Casariego, Polanco, Díaz (don Víctor), González Lorenzo (don Mauricio), Pérez (don Leandro) y Gallardo (don Francisco)». La asistencia fue muy relevante, aunque se hicieron pocas ventas, pues la gente se dedicó a visitar la exposición y algunos a tantear los precios. Estos oscilaban entre las 1.600 y las 2.500 pesetas. La prensa destacó la presencia de «camionetas muy baratas y un auto veterano de 500 pesetas, con el sugestivo lema: '¡Lo que va de ayer a hoy!' También hay alguna motocicleta y coches de ocasión, de precios bastante elevados. La mayoría de los coches es de casas dedicadas al negocio, aun cuando también hay autos de particulares».
Esta primera feria del automóvil de ocasión duró hasta el día 27, y, aunque despertó muchas simpatías entre la población, sus resultados no fueron los esperados. Según este periódico, ya el día 24 había decaído un poco por haberse marchado algunos vehículos procedentes de fuera y haberse trasladado al centro de la capital los coches de las casas de Valladolid. Además, no se realizaron las transacciones esperadas. Claro que Valladolid no fue una excepción: todas las ferias celebradas en España, salvo la de Pontevedra, se saldaron con un sonoro fracaso. Una publicación especializada de la época señalaba, como causas principales, el haber exhibido coches antiguos y usados junto con otros nuevos, y no haber contado con el apoyo de la Asociación Nacional de Importadores de Automóviles.
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