Borrar
Desfile de Regulares por la Plaza Mayor de Valladolid en 1937.
Explosión de patriotismo en honor al Caudillo

Explosión de patriotismo en honor al Caudillo

Historia de Valladolid a través de El Norte de Castilla ·

La caída de Madrid en manos del ejército sublevado, el 28 de marzo de 1939, se celebró en Valladolid con vivas a Franco, manifestaciones y balcones engalanados

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Martes, 1 de diciembre 2020, 08:05

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Ayer quedó deshecho el mito inconsistente y sin fundamento del «no pasarán»», se jactaba el editorial publicado por El Norte de Castilla el 29 de marzo de 1939, titulado, expresivamente, «Madrid». Acompañaba a una imponente fotografía de Franco y venía a celebrar la caída de la capital de España en manos del Ejército que tres años antes se había sublevado contra la legalidad republicana.

La rendición de Madrid, el 28 de marzo de 1939, suponía el final de la guerra iniciada en julio de 1936, y la victoria definitiva del llamado «bando nacional». Precedida de una durísima pugna interna en el seno del Ejército republicano, ésta se había resuelto finalmente a principios de mes, con el golpe de Estado del general Segismundo Casado; éste pretendía, ingenuamente, pactar la rendición «de militar a militar» con el general Franco, y lograr así una salida digna a los combatientes por la República. El líder de la sublevación, sin embargo, no toleraba otro final que la rendición sin condiciones; y así sucedió.

Por si quedara alguna duda, el editorial de El Norte insistía en que en la caída de Madrid no había mediado transacción de ningún tipo ni negociación entre los contendientes, solo había actuado «la fuerza avasalladora de nuestras armas»; y que si dicho final no había llegado mucho antes se debía, únicamente, «a la magnanimidad, al elevado criterio, al temple del alma y la serenidad sorprendente del caudillo».

En Valladolid, los rumores que comenzaron a circular hacia las once de la mañana provocaron la reacción espontánea de los viandantes en forma de abrazos, vivas a España y a Franco y sonoros aplausos. De inmediato, algunos balcones lucieron los colores nacionales y de Falange mientras grupos de vallisoletanos organizaban manifestaciones callejeras que coreaban gritos de «Franco, Franco, Franco».

Así hicieron, por ejemplo, algunos escolares junto a la banda de música de la Guardia Civil, organizaciones juveniles de Falange y grupos de mujeres por las calles céntricas. De hecho, a las doce del mediodía los comercios cerraron y numerosos vallisoletanos abandonaron el trabajo. Hasta los ferroviarios de la Compañía del Norte decidieron manifestarse a las cuatro de la tarde y marchar desde los talleres hasta Capitanía para elogiar al Ejército; pararon también en la Plaza de San Miguel, frente a la sede de la Jefatura Militar de Ferrocarriles, y aplaudieron entusiasmados el discurso exaltado del capitán Navarro.

Imagen -

La Plaza Mayor no tardó en abarrotarse de gente y hasta una banda de música alemana, perteneciente a la Legión Cóndor, se acercó para tocar en honor al «Ejército de Franco». Cuatro aviones encandilaron con sus acrobacias al público congregado a las dos de la tarde, quince minutos antes de hacerse pública la noticia oficial de la caída de Madrid.

Esta fue recibida con cohetes, bombas y morteros y, desde luego, con una manifestación multitudinaria liderada por las máximas autoridades. La organizó la Jefatura provincial de Propaganda, que entonces dirigía Demetrio Ramos Pérez, futuro catedrático de Historia de América en la Universidad vallisoletana.

El mismo Ramos se encargó de abrir los discursos en el balcón del Palacio Consistorial. Eran las cinco y media de la tarde; tras agradecer la labor realizada a la «juventud nacional» y valorar «las decisiones de los mandos militares», celebró que «la revolución antiespañolista ha sido desarticulada mientras sus mandos huyen al extranjero».

Andrés Saliquet, líder de la sublevación en Valladolid, con el general Franco en el desfile de la Victoria en 1939.
Andrés Saliquet, líder de la sublevación en Valladolid, con el general Franco en el desfile de la Victoria en 1939.

Era el momento, prosiguió Ramos, de «cumplir el mandato de los muertos», lo que equivalía a culminar la «revolución nacional-sindicalista» y «combatir el antisindicalismo». Por su parte, Cándido Sáez, jefe local de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, recordó la gesta falangista del Alto de los Leones y advirtió a los congregados que, si bien «por las armas hemos vencido a los rojos, la revolución no ha terminado». Era menester, según Sáez, «que desaparezcan los enemigos de la Patria», lo que venía a significar la necesidad de perseverar en la cruel labor represora que venían desarrollando contra todo atisbo, personal y material, de republicanismo en la ciudad.

La manifestación, «imponente» según El Norte de Castilla, arrancó a las seis menos cuarto desde el Ayuntamiento, escotada por la guardia municipal y encabezada por las principales autoridades de la ciudad. Hizo un alto en la calle Gamazo para visitar la sede del Fascio «Mario Mina», donde proliferaron los vivas a España, a Italia, al Duce y a Franco.

Era el tributo vallisoletano a los fascistas italianos, aliados del Ejército sublevado en la lucha contra la legalidad republicana. El secretario del Fascio, Pellicino Renzo, recordó por ello la «íntima compenetración de Italia con España en su tarea común contra el bolchevismo».

Tras pasar por Duque de la Victoria y Fuente Dorada, la multitud se dirigió a la Plaza de San Pablo apara elogiar al Ejército, representado por el general jefe de la región, Marcial Barro García. Los congregados frente al Palacio de Capitanía asistieron entusiasmados a los discursos de Barro y del gobernador civil, Emilio Aspe, y saludaron con elogios al jefe del Fascio italiano y a los representantes de la Alemania hitleriana (miembro del Consulado, vicecónsul y líder del partido nacionalsocialista), el otro gran aliado del ejército franquista.

«Esta victoria es mundial; es el vencimiento y aplastamiento del marxismo (?), es el fin a las ideas disolventes y demoledoras», insistió el gobernador Aspe, mientras los manifestantes se derretían en elogios a España, Italia, Alemania y al Ejército. La banda de música interpretó los himnos alemán y de Falange, el Oriamendi y La Giovinezza, que era el himno del Partido Fascista italiano.

La intrínseca unión entre los sublevados y la Iglesia católica, expresada en el nacional-catolicismo triunfante, tampoco faltó en esta ocasión. Y es que el colofón de los actos por la rendición de Madrid consistió en una salve solemne en la Catedral, a las ocho de la tarde, ante la imagen de Nuestra Señora de San Lorenzo, patrona de la ciudad.

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios