Borrar
Ermita de Oca, en Villafranca Montes de Oca, Burgos. ICAL

La bruja de Villafranca Montes de Oca

Un grupo de jóvenes con ganas de diversión se entretenían atemorizando a los peregrinos del Camino de Santiago hasta aquella fatídica noche

Miércoles, 12 de agosto 2020, 08:06

Comenta

La tradición popular asegura que solo con escuchar lo sucedido en tiempo inmemorial en Villafranca Montes de Oca, uno se queda estupefacto. Etapa predilecta del Camino de Santiago situada a más de 35 kilómetros al este de la capital burgalesa, a cuya provincia pertenece, ya la pavorosa sombra de los Montes de Oca remite a los miedos medievales de una población sobrecogida por tamaña hazaña natural.

Lo que cuentan ocurrió precisamente en plena jornada peregrina, cuando un grupo de jóvenes con ganas de diversión se conjuró para organizar una de esas bromas que no se olvidan. Se disfrazaron de forma tenebrosa, con largas capas negras y el rostro cubierto. Con un deambular misterioso, iban al acecho del inocente caminante. Acordaron buscar el lugar más apropiado para perpetrar su pesada broma, por lo que escogieron el bosquecillo del Pozo de San Indalecio, en torno al manantial.

Dicho y hecho. Aguardaron pacientes la llegada del primer peregrino y, nada más verlo aparecer, se abalanzaron sobre él emitiendo aullidos desgarradores y dando brincos enormes. «¡Somos brujas y te arrebataremos el alma!», le gritaban. El pobre hombre, atenazado por el miedo, apenas podía articular palabra. Huyó despavorido, a toda velocidad, sin reparar en los obstáculos del camino y sin volver la vista atrás.

Acto seguido, los mozos, que no podían parar de reír, se despojaron de sus disfraces y fueron a celebrar su 'hazaña' a la tasca más cercana. Brindaron entre chistes y bromas y se mofaron, con crueles comentarios, del rostro demudado del peregrino burlado. Y así una noche tras otra. Hasta que un día sucedió lo inesperado.

Ataviados con sus lúgubres disfraces y agazapados tras los chopos del soto, lo tenían todo preparado para asaltar a la siguiente víctima. Fue entonces cuando vieron aparecer a una joven alta y espigada que caminaba de manera parsimoniosa. Esperaron a que se acercara y, a la señal del líder, salieron en tromba a su encuentro: saltaban a su alrededor, aullaban y gritaban y se movían de forma amenazante mientras la joven, impávida, los observaba sin en el más mínimo atisbo de temor.

«¿Quiénes sois?, ¿Qué queréis de mí?», les preguntó. A lo que el más gamberro del grupo, con voz aguda y pretendidamente monstruosa, contestó: «¡Somos brujas y venimos a arrebatarte el alma!».

«¡Qué casualidad!», respondió inesperadamente la bella peregrina, «yo también soy bruja…». Y mirándoles fijamente, se elevó por encima de sus cabezas, envuelta en un halo de luz brillante. Entonces comenzó a flotar por el sombrío paraje, iluminándolo todo con su elegante vuelo. Los bromistas ni siquiera acertaron a verlo: azuzados por el miedo corrieron despavoridos hacia el pueblo, mientras lanzaban sus capas y se deshacían de cuanto les estorbaba en su trepidante huida. Tras ellos se oían, inquietantes y vengativas, las carcajadas de la bella bruja.

Aquella misma tarde, nada más llegar sus casas, los mozos comprobaron que sus cabellos habían encanecido como si se hubieran transformado, de súbito, en achacosos ancianos. Ya nunca más volvieron a tener ganas de aterrorizar con sus bromas a los peregrinos de Villafranca Montes de Oca.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla La bruja de Villafranca Montes de Oca

La bruja de Villafranca Montes de Oca