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El Alcázar de Segovia visto desde el río Eresma. MINISTERIO DE CULTURA

Armas de mujer contra los franceses

La segoviana Francisca Campuzano, condesa de Mansilla, recibió el nombramiento de capitana por liderar la liberación de presos españoles en el Alcázar

Jueves, 23 de julio 2020, 08:20

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Aunque cuenta con una calle a su nombre y es citada en numerosos estudios sobre segovianas ilustres y lo ocurrido en la ciudad durante la Guerra de la Independencia, sorprende comprobar la cantidad de lagunas biográficas que rodean la figura de Francisca Campuzano y Llanes, condesa de Mansilla. Y eso que a ella se debe una de las acciones más comentadas a favor de los presos españoles hacinados por los galos en los sótanos del Alcázar.

En efecto, también la capital segoviana fue ocupada por las tropas francesas en aquellos meses de 1808, si bien en un primer momento -marzo de 1808-, los de Napoleón actuaron de manera «amistosa» mediante la situación de destacamentos militares en lugares estratégicos. Sin embargo, los sucesos madrileños del 2 de mayo en contra de las pretensiones galas no tardaron en traducirse en revueltas aisladas contra el ejército invasor, incluido el alzamiento de un pequeño grupo de cadetes de la Escuela de Artillería, establecida en el Alcázar. Pese a ello, como es bien sabido, las tropas napoleónicas, que provocaron enormes destrozos en el patrimonio eclesiástico segoviano, ocuparon por segunda la vez la ciudad, ahora de forma más violenta, en el mes de diciembre de 1808, y no se retirarían hasta el 31 de mayo de 1813.

Crónicas de la época relatan cómo los franceses convirtieron el Alcázar en depósito de prisioneros, viviéndose en su interior escenas verdaderamente conmovedoras. Cuentan que los españoles llegaban a la fortaleza famélicos, casi desnudos y, en un buen número, con heridas tan graves, que aquello más que una prisión parecía un hospital. Eduardo Oliver, en su famosa historia del Alcázar segoviano, asegura que aquellos soldados sufrían todo tipo de torturas, «y se hubieran visto completamente abandonados de no haber sido por el arranque patriótico de las damas segovianas».

En efecto, convocadas estas por la segoviana Francisca Campuzano, condesa de Mansilla, decidieron acudir en socorro de los prisioneros: «Esta señora, de nobilísimas cualidades, de espíritu enérgico y varonil, de indomable fuerza de voluntad, puso al servicio de tan caritativa empresa gran parte de su hacienda y todos sus entusiasmos, consiguiendo enardecer a las demás, que no escasearon ninguna molestia ni recurso para cumplir el honroso empeño que se impusieron», señala el autor. Francisca era hija de Manuel Antonio de Campuzano y Peralta, conde de Mansilla, y Clara de Llanes y Cifuentes, y a principios del siglo XIX había contraído matrimonio con Pedro Ramón de Gandarillas y Quijano.

Impulsadas por la condesa, estas mujeres segovianas lograron con su insistencia que los franceses les abrieran las puertas del Alcázar y les dejaran visitar a los presos, a quienes infundieron aliento y consuelo con tanto ímpetu, que sus propios captores no ocultaron su admiración. Junto a la condesa de Mansilla destacaron otras mujeres como Francisca Esteban, Manuela y Basilisa de la Fuente. Un día, su entrega a la causa llegó al extremo de interponerse entre los franceses y un desdichado prisionero al que iban a fusilar en el Azoguejo y que, a causa de sus heridas, andaba muy despacio.

Consiguieron que a otros no los siguieran golpeando, y hubo ocasiones en que su concurso fue decisivo para facilitar la fuga de importantes reclusos. Así ocurrió, por ejemplo, con un guerrillero al que llamaban «Maricuela», quien, arriesgando su vida, se descolgó desde lo más alto de la torre de Don Juan hasta el foso sirviéndose de una cuerda anudada, logrando escapar por el Parque aunque «con las manos descarnadas hasta los huesos».

Otro de los insignes prisioneros de los franceses fue el marqués de Quintanar, Victorino María de Chaves y Contreras, coronel del Regimiento Provincial de Segovia que les combatió en Salamanca y El Bierzo y destacó en la defensa de la plaza de Ciudad Rodrigo. Lo detuvieron cuando ésta se rindió, siendo inmediatamente condenado a muerte. Si logró salvar la vida fue gracias, nuevamente, a la intercesión de la condesa de Mantilla, que era además su prima.

De hecho, también está documentada la importante influencia que llegó a tener esta segoviana entre las autoridades francesas, sobre todo su gran ascendiente ante Jacques Tilly, nombrado gobernador de Segovia durante la ocupación, pues logró de él otros beneficios y favores tanto para pueblos como para particulares. Por esta importante labor, Francisca Campuzano recibió el nombramiento de capitana de Infantería, lo mismo que Francisca Esteban, a la que, además, Fernando VII otorgó una pensión vitalicia de seis reales diarios.

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