Borrar
En primer término, los peruanos Hugo Taipe y Orlando Taboada. Junto a este último, el colombiano Jhon Jairo Durán.

Ver 10 fotos

En primer término, los peruanos Hugo Taipe y Orlando Taboada. Junto a este último, el colombiano Jhon Jairo Durán. Carlos Espeso

Valladolid

Cuarenta comidas gratis «para devolver la ayuda recibida»

Un restaurante de La Victoria alimenta a personas sin recursos esta Nochevieja en un gesto de solidaridad que esperan repetir todos los años

Martes, 31 de diciembre 2024, 19:46

Llevan poco más de un año en Valladolid, pero ya han echado raíces. Y eso que este ha sido su primer destino en España tras emigrar desde su país de origen, Venezuela, en busca de un futuro mejor para ellos y su hijo. Al igual que otros muchos compatriotas, la inseguridad y la mala situación económica les llevó a cruzar el Atlántico. Aquí se han sentido «muy bien acogidos», aseguran que en la ciudad han encontrado «mucha amabilidad» y en estas fechas tan especiales han querido tener un gesto solidario para corresponder a tanto cariño.

«Llegamos solos, no conocíamos a nadie», recuerda Mallerlyng Granado, que relata que «el sueño» de su marido, Luis Alonso Montilva, siempre había sido abrir un negocio de hostelería. Un deseo que han hecho realidad junto al hermano de su esposo, Eduardo. La familia se estrenó el pasado 26 de enero con un restaurante en la calle Santa Lucía, Hermanos Buffet, y el 12 de octubre inauguró otro más con el mismo nombre en la calle San Lázaro del barrio de La Victoria. Este último ha abierto esta Nochevieja para unos clientes muy especiales: alrededor de cuarenta personas sin recursos, que han podido comer gratis.

Costillas de cerdo con salsa barbacoa, muslos de pollo al horno, hamburguesas, filetes de pescado, lentejas, pasta con tomate, ensalada, ensaladilla, sopas de ajo, dos clases de patatas, otras dos de arroz, caldereta de marisco y por supuesto unas deliciosas arepas. Luis Alonso lo ha cocinado con mimo «desde las 8:30 de esta mañana», a pesar de que está convaleciente de una operación quirúrgica que le realizaron ayer mismo. Un esfuerzo extra para que todo estuviera dispuesto y en su punto a las 14:00 horas, de modo que los invitados pudieran elegir lo que más les apeteciera entre una gran variedad de platos de aspecto excelente.

Así lo han hecho ciudadanos de distintas nacionalidades que por circunstancias de la vida no están para celebraciones: venezolanos, como ellos, pero también «españoles, peruanos, búlgaros, rumanos y colombianos», enumera Mallerlyng, que han disfrutado del regalo con la gratitud pintada en los ojos y en las sonrisas. Allí, al calor, han degustado una comida caliente e incluso «han podido repetir» en un día tan señalado como este. Hermanos Buffet había anunciado la iniciativa en sus redes sociales y a través de ONG y otras agrupaciones, pero su gesto no se ha quedado ahí. «Hemos salido a buscar a personas que hemos visto que estaban en la calle», explica con humildad la propietaria.

Ahora bien, ¿qué ha movido a la familia Montilva-Granado a organizarlo? «Simplemente nos salió. Realmente nosotros estamos devolviendo lo que hemos recibido, es nuestra forma de devolver la ayuda que hemos recibido, que ha sido mucha», dice con sencillez Mallerlyng, que destaca que ese empujón que tanto necesitaron en sus inicios les llegó sobre todo «de la Iglesia». Su intención es que esto no se quede aquí. Quieren «repetirlo, aunque sea una vez al año, con el favor de Dios» si los restaurantes siguen funcionando como hasta el momento.

«No tengo medios»

Una de las comensales era Ana, una vecina de Huerta del Rey que prefería mantener su apellido en el anonimato y que habitualmente cuenta con el respaldo de la asociación Asalvo para salir adelante. Fueron ellos quienes la avisaron: «Si estoy aquí es porque lo necesito. No tengo medios», confesaba cabizbaja en compañía de otra española, Conchi, quien a su vez recibe apoyo del Ayuntamiento porque tiene dificultades de movilidad que le hacen difícil salir de casa.

Mallerlyng Granado, la primera por la izquierda, y a la derecha, de negro, su esposo Luis Alonso Montilva. Brindando con sus refrescos, Yohan Landaeta y su hijo Yoanderson. C. E.
Imagen principal - Mallerlyng Granado, la primera por la izquierda, y a la derecha, de negro, su esposo Luis Alonso Montilva. Brindando con sus refrescos, Yohan Landaeta y su hijo Yoanderson.
Imagen secundaria 1 - Mallerlyng Granado, la primera por la izquierda, y a la derecha, de negro, su esposo Luis Alonso Montilva. Brindando con sus refrescos, Yohan Landaeta y su hijo Yoanderson.

Unas mesas más allá se sentaban los venezolanos Yohan Landaeta y su hijo Yoanderson, 40 y 18 años respectivamente, que llevan cuatro meses en Valladolid y a pesar de las estrecheces valoran «la paz y la tranquilidad» que han encontrado en la capital del Pisuerga. Esta fue su primera opción (frente a urbes más grandes como Madrid o Barcelona) cuando decidieron salir de su Valencia natal, en el estado de Carabobo, «para encontrar un nuevo futuro». Creen haber acertado. «Gracias a Dios nos hemos encontrado buenas personas y eso que no conocíamos a nadie», expresaba el padre.

Muy cerca de ellos se prestaban a contar su historia dos peruanos, Hugo Taipe y Orlando Taboada, que dejaron su profesión de guardias internacionales en seguridad y prevención (que incluso les había llevado dos años a Irak) huyendo de «la delincuencia y la extorsión». En la actualidad se dedican a montar catenarias para una empresa auxiliar de Renfe, pero antes lo pasaron «muy mal, sufriendo muchos abusos» en Galicia. «Estaba en una ganadería de vacas y me encargaba de los silos del alimento, la limpieza, darles la leche a las vaquitas cuando nacen...», indica Hugo. En total, «15 horas diarias de lunes a domingo». De ahí que decidieran trasladarse a Murcia, donde la cosa tampoco fue bien –«yo estuve en el campo y no me pagaron, y como no tenía papeles no pude reclamar», resume Orlando–, y por fin a tierras vallisoletanas. Tienen sus esperanzas puestas en «la tarjeta roja», el permiso de trabajo con una vigencia de un año que esperan recibir este 2 de enero. «Hasta que no tenga estabilidad no puedo traer a mi esposa y a mi hija», apostillaba el segundo.

En el comedor han conocido al colombiano Jhon Jairo Durán, que no ha iniciado aún el proceso de asilo por miedo. «Quise empezar pero tuve un poco de temor a que sea pan para hoy y hambre para mañana, como decimos en mi país», apuntaba. Mientras tanto sobrevive a base de «trabajitos muy mínimos, porque sin documentos es difícil», y por eso un festín como el este 31 de diciembre le ha insuflado una dosis extra de energía y de alegría. «No cualquiera hace este detalle. En esta sociedad en la que cada uno piensa en sí mismo es difícil ponerse en los zapatos de los demás y ellos lo han hecho», agradecía con sentimiento.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla Cuarenta comidas gratis «para devolver la ayuda recibida»