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«Aquí ya estamos concienciados de que toca la desinfección total. Del local, la ropa, los probadores y, si te descuidas, también de alguna clienta», bromea Beatriz Vaquero, que en octubre cumplirá veinte años al frente de La tienda de Betty, comercio de moda en la calle Tirso de Molina que el 11 de mayo regresó a la actividad con un patrón de medidas extra para la higiene y la seguridad. Limpieza de probadores después de cada uso. Máquinas de vapor para las prendas que una clienta probó sin llegar a comprar. Ozono al final de la jornada.
«Yo pensé que no iba a abrir tan pronto, porque no estaba segura de que la cita previa fuera a funcionar. Pero hubo clientas, las habituales, con las que tienes más confianza, que me llamaron. Y sí que hubo actividad», cuenta Vaquero, quien cerró a mediados de marzo «con toda la temporada de primavera recibida». Prendas ligeras, pero de manga larga, que a estas alturas del año, con el verano a la vuelta de la esquina, serán más difíciles de dar salida. «Yo sé que este año ganancias van a ser pocas. Hay que sacar para pagar el alquiler y a los proveedores. Y luego ya se verá», dice Vaquero, quien subraya el papel del comercio de proximidad en la desescalada y la recuperación económica, después de que muchos autónomos tuvieran que recurrir a la ayuda de 661 euros por el obligado cese temporal de actividad.
Los escaparates de la zona están llenos de pegatinas de la asociación de comerciantes de Santa Clara. Invitan a consumir en el barrio y recuerdan las medidas de seguridad adoptadas. En Tejidos Ana han habilitado una puerta para la entrada (en Linares ) y otra para la salida (por la avenida de Palencia), para que los clientes no se crucen. En calzados Ferpi han colocado una alfombra desinfectante en los accesos. En Marta&Mere un cartel dice en la puerta: 'Teníamos ganas de verte'.
«Y creo que sí que había ganas de salir a comprar. La primera semana tuvimos sobre todo jaleíllo para la ropa interior», apunta Belén Roldán, desde el año 2010 al frente de Confecciones Moro, en la calle Santa Clara. Aquí las prendas guardan 48 horas de cuarentena. Hay gel en la puerta. Limpieza exhaustiva del probador. «Tenemos que cumplir las normas que nos hemos fijado en el comercio. Aunque a veces parece que estamos ya en fase cuatro. Los hay que entran con reparo, que se quedan casi a la entrada sin pasar, y otros que se vuelcan en el mostrador».
«El otro día me reía con una cliente que me decía: 'Hija, si es que ya teníamos ganas de salir a gastar dinero'», apunta Susana García, que en abril, en pleno confinamiento, celebró el primer año de Bassic, tienda de la calle Cerrada que recibe con un mensaje en la puerta: 'Nueva normalidad, nuevos precios'. «Me esperaba que el regreso iba a ser peor, que no iba a venir gente. Y sí que ha habido actividad», explica Susana, ya con la temporada de verano en los expositores («mucho lila y verde agua») y la obligación de «liquidar todo lo de primavera. Si no, ya no se iba a vender».
«Todavía hay precaución. La gente pregunta en la puerta si puede entrar, es más cuidadosa al remover, toca las prendas lo menos posible», aseguran en varias tiendas de Santa Clara. «Eso sí, a alguna clienta hay que pedirle un poco de cuidado al pasar las perchas», añade Susana. quien, como el resto de comerciantes, vive la desescalada con la desinfección continua tras el uso del probador.
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