Centenario de la muerte de Ortega y Rubio, autor de la 'Historia de Valladolid'
Catedrático de la UVA, murió en su casa madrileña tras una fecunda vida intelectual
JAVIER BURRIEZA
Martes, 13 de abril 2021, 07:26
Ha pasado desapercibido, entre los días de la Semana Santa, el centenario de la muerte del primer gran catedrático de Historia, en formación y ejercicio, de la Universidad de Valladolid, Juan Ortega y Rubio. Era vallisoletano de adopción pero, sobre todo, autor de referencia para el conocimiento de la ciudad, con la que mantuvo lazos constantes a lo largo de su vida. Y todo ello, a pesar de su traslado como catedrático de la misma materia a la Universidad Central de Madrid, en 1895.
De su mano nació una 'Historia de Valladolid', con una nueva metodología científica de trabajo, después de la primera que se había publicado en aquella centuria, en 1851, por el hombre de leyes que fue Matías Sangrador. Sin embargo, antes habían existido otros trabajos de síntesis, las antiguas 'Historias de Valladolid' que conocemos de Juan Antolínez de Burgos y Manuel Canesi, en los siglos XVII y XVIII, respectivamente.
Ortega y Rubio tuvo el mérito y acierto de ser el editor del texto inicial: el que Antolínez de Burgos había concluido en los días en que había vivido Felipe III. Sin embargo, todavía en el siglo XIX, estas páginas no se habían publicado. Claro que se conocía lo que había escrito aquel hombre del gobierno del municipio que era Juan Antolínez de Burgos –para Canesi, después, resultó fundamental–. Hasta ese momento, la transmisión del texto se realizó a través de copias manuscritas que hoy podemos localizar en diferentes archivos y bibliotecas.
Hasta las manos de Ortega y Rubio, mientras era catedrático en Valladolid, llegó una y supo que no podía dejar pasar la oportunidad y el momento histórico de darlo a conocer desde la imprenta de sus amigos de Hijos de Rodríguez. Si el texto de su autoría se había publicado en 1881, el de Juan Antolínez de Burgos, dos siglos y medio después de haber sido escrito, lo difundió para el conocimiento en 1887.
Catedrático en Valladolid
Ortega y Rubio –que no estaba emparentado con José Ortega y Zapata, abuelo vallisoletano de José Ortega y Gasset– llegó a la ciudad del Pisuerga después de una prolongada formación, tanto en el seminario de Murcia como en la Universidad de Madrid y, sobre todo, después de haber opositado y ganado una cátedra de aquellos Institutos que se estaban consolidando en la España liberal: la de Psicología, Lógica y Filosofía Moral. De esa prolongada oposición, en plena inestabilidad del sexenio revolucionario, salieron con él catedráticos de la misma materia: Ricardo Macías Picavea, Hermenegildo Giner de los Ríos y Antolín Burrieza. Sin embargo, aquella disciplina filosófica, esa ciencia que como Psicología iba naciendo, no era lo más próximo a su formación y vocación como historiador, tras haber sido discípulo de Emilio Castelar.
Su cátedra de Instituto se convirtió en trampolín para la propia de Historia en la Universidad de Valladolid, adonde llegó en 1877. Una disciplina histórica que estaba subordinada a la Facultad de Derecho, que era el centro de los alumnos de letras de la Universidad liberal. Él mismo, en aquellos años, añadió a sus estudios cursados los de Derecho. Respondía al retrato de los grandes catedráticos e intelectuales decimonónicos, con una formación voluntariosa y constante en instituciones científicas, las españolas, que ni eran modernas, ni europeas; dotado de una importante inteligencia, capacidad de trabajo y análisis.
Su 'Compendio de Historia Universal' (1879) fue muy recurrido como manual de texto, como también bien conocida fue la 'Historia de la Regencia de la Reina María Cristina' en los últimos años de su prolongada vida. Sin embargo, por el primero tuvo un importante conflicto con el arzobispo de Valladolid, el dominico fray Fernando Blanco. Él era además un intelectual de pensamiento político republicano y progresista, aunque después se pudo reconciliar con su inicial fe religiosa por encima de la Iglesia y su jerarquía, gracias a que uno de sus alumnos, Prudencio Melo, fue nombrado obispo de Madrid y ejerció de director espiritual al final de su vida.
Ilustres alumnos
A Ortega y Rubio le interesaba todo lo vallisoletano. Sus aportaciones a la historiografía local fueron numerosas, dando a conocer documentos para futuros estudios. No olvidemos su libro sobre los pueblos de la provincia de Valladolid (después lo hizo también en Madrid), sus estudios sobre célebres vallisoletanos de la cultura –sus libros 'Pequeños Bocetos' y 'Vallisoletanos Ilustres'–, así como el deseo de seguir dando a conocer documentos esenciales para la historia de la ciudad –con otros medios también habría editado la obra barroca de Manuel Canesi que era propiedad de la Diputación de Álava–. Desde 1895 se trasladó, como decíamos, como catedrático de Historia a la Universidad de Madrid, donde continuó consolidando muchas líneas de investigación.
Dispuso de numerosos pero también ilustres alumnos como Ramón Carande, Claudio Sánchez Albornoz o Pedro Sainz Rodríguez, los cuales trazaron interesantes retratos, en los que no faltaba el humor hacia un profesor que abandonó su cátedra por jubilación. «Una inteligencia de hierro» que dictaba su postrera cuartilla en el último día de su vida.
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