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El Bar Montesol en el 2002, año en el que cerró sus puertas bajo el edificio que sería demolido poco después, en 2005, para dar paso a un bloque de nueva construcción. Henar Sastre

El Hilo

Cuando los botellines valían 100 pesetas en el histórico Bar Montesol de Valladolid

La piqueta derribó en 2005 el edificio que albergaba el establecimiento, que contaba con cuarenta años de trayectoria, para acoger un bloque de viviendas de seis plantas en la plaza de la Universidad

Carolina Amo

Valladolid

Sábado, 26 de abril 2025, 08:36

«Muchos se graduarán sin pasar por la universidad, pero ninguno sin pasar por Montesol.», recuerda Charo Gutiérrez, una de las tres hijas de los propietarios del desaparecido Bar Montesol, las palabras de su padre. El local, ubicado durante más de cuarenta años en el bajo de un edificio de la plaza de la Universidad, fue protagonista de muchos tardeos universitarios de la época, comidas familiares, navidades, cumpleaños y un largo etcétera que a Charo aún le cuesta pronunciar. Con la familia unida y un negocio boyante el golpe no tardaría en llegar. En el año 2002 y, tras la amenaza de demolición del edificio en el que se resguardaba, el Montesol cerraba sus puertas para siempre al dar paso a un bloque de viviendas de seis plantas. Abro hilo:

↓ «Era casa, y lo fue durante años. Ir al colegio, volver y ver a papá y mamá continuamente trabajando, en eso consistía», asiente la pequeña de las tres hermanas que recuerda como «una vida maravillosa a la que, si pudiese, volvería una y mil veces». Encontrar a niños de 12 años sirviendo un café a las tres de la tarde en un bar puede resultar una imagen atípica en la actualidad. «Para nosotras era participar en la vida de nuestros padres», asegura Charo, que junto a sus dos hermanas mayores, Teresa y Ana, pasaba horas muertas al frente del mostrador del Montesol. La familia al completo se crió entre columnas forradas con pequeños azulejos, imágenes de bocadillos con un clásico fondo azul y un contínuo ambiente universitario que «dejó huella en la memoria del bar»

Ana, camarera del bar Montesol en la plaza de la Universidad, posa junto a su hermana Charo en la barra. Henar Sastre

↓ Un negocio que no pertenecía desde el principio a los Gutiérrez. Hasta que Jeremías, padre de la familia, se hiciera propietario junto a su mujer, Teresa Olmedo, pasarían varios años. Sin embargo, ambos siempre dedicaron su vida al mundo de la hostelería. Jere comenzaría con tan solo 15 años en el café del Norte, ubicado en la Plaza Mayor. Más adelante, trabajaría como barman en el Real Aeroclub, donde conocería a «la señorita del ropero», su futura mujer. Y sería finalmente, en el bar Jauja, donde coincidiría con Jesús Domingo, primer propietario del Montesol. «He montado un bar en la universidad, tienes que venir», le sugirió. Y así lo hizo.

Teresa Olmedo, madre de la familia u propietaria, junto a Jeremías, del bar Montesol.

↓ En 1960 Jere empezaba como encargado tras el mostrador del Montesol, y en tan solo tres años lo seguiría haciendo, pero esta vez como propietario. «El cambio fue muy radical para mi padre, acostumbrado a una clientela más mayor se vió rodeado de universitarios de todo tipo. País Vasco, Suiza, Francia, nada que ver con lo de ahora», relata. Traspasar las puertas del local suponía rodearse de una barra a rebosar de gambas a la plancha, pulpo, champiñón, y las míticas tortillas entre las que Charo recuerda haberse criado, y continúa manteniendo en su bar.

Charo Gutiérrez se asoma por las puertas del Bar Montesol en 1978. Imagen cedida por la familia

↓ «Llegábamos a hacer veinte tortillas al día como mínimo y se daba a todas horas, por lo menos hasta las nueve de la noche», añora. También sucedía así con la ensaladilla, los canapés de cangrejo o las banderillas de bonito. Pelar y cortar los sacos de patatas que entraban diariamente al bar, esa era la rutina. «Por aquel entonces el botellín de cerveza costaba 100 pesetas, y la tortilla, 150», echa en falta la antigua camarera. Lo simple era lo que realmente triunfaba, así lo expresa la joven al recordar la época de Semana Santa en el bar. «Se ponía a reventar de gente pidiendo calamares y gambas a la plancha».

↓ Las puertas del Montesol se abrían a las ocho de la mañana. Lo hacía Jeremías, o en su defecto Miguel Ángel, el camarero y según anuncia Charo «el hermano que nunca tuvimos y con el que aún guardamos muy buena relación». La terraza del local se desplegaba todos los días por el antiguo suelo de arena de la plaza de la Universidad. «Mi padre nos contaba que a diario venía un municipal preguntándole cuántas mesas había sacado y en razón al número así le pagaba», apostilla. Más tarde, el bar situaría su zona de ocio exterior en la isleta de la plazoleta.

A la izquierda, el toldo de la terraza del Bar Montesol junto al antiguo Colegio Mayor Menéndez Pelayo y la antigua farmacia Villanueva. AMVA

↓ Sin embargo, una normativa no tardaría en obligar a retirarla. «Nos dijeron que molestaba a la hora de cruzar la carretera. Al quitar la terraza y en pleno verano la pérdida de ganancias se notó mucho dentro del núcleo familiar», aclara. Con la suerte en su contra, Ana, una de las hermanas, puso fin a sus estudios universitarios para dedicarse al completo en el negocio familiar. «Decidió invertir en la marca de San Miguel, hasta entonces Skol había sido nuestro sello», añade. La fiebre de los botellines se sumó a la afición por los bocadillos de lomo y queso y dió como resultado otra época de esplendor para el bar vallisoletano.

Vista panorámica de la plaza de la Universidad antes de la demolición del bloque. AMVA

↓ «Con las ganancias pudimos pagar y mantener a la familia de nuevo», comenta aliviada. La familia Gutierrez pasaría por otra mala racha en 1988. «Mi padre sufrió un accidente a sus 45 años que lo dejó totalmente inhabilitado para trabajar», se emociona. Con la barra sin Jere al mando era el momento idóneo para intentar salvar una vez más Montesol. Con su hermana Teresa al margen para dedicarse a la crianza de su hija, Ana y Charo dejaron los estudios a un lado para implicarse al cien por cien en el bar.

La familia Gutiérrez acompañada de amigos en el interior del bar Montesol el 11 de julio de 1996 Imagen cedida por la familia

↓ El último golpe vendría en 2002 con una notificación por parte del Ayuntamiento. «Habían ordenado la demolición del edificio donde se resguardaba nuestro establecimiento tras declararlo en ruinas», apunta. Y es que hacía años que los desperfectos habían salido a la luz en su interior a causa del edificio que, según recuerda Charo «estaba prácticamente desalojado».

Solar que dejó el edificio derruido en la acera de los números pares en verano de 2005, donde se ubicaban los bares Montesol y La Calleja. El Norte

↓ La familia recuerda despedirse con mucha tristeza de lo que un día fue su segunda casa. «Charo, ya está, se ha acabado», le repetía Ana a su hermana que abrazaba una de las columnas del bar el último día que Montesol abría sus puertas. La piqueta derribó en 2005 el edificio que albergaba el establecimiento, que contaba con cuarenta años de trayectoria, para acoger un nuevo bloque de viviendas de seis plantas en la plaza de la Universidad. Por aquel entonces Ana y Charo ya contaban a El Norte que preveían que no habría otro negocio en el local «hasta su derribo».

↓ El derribo dejó un solar que contaba con una acera adoquinada que llegó a alcanzar los tres metros de ancho. En la parte trasera del mismo se encontraba un callejón que acogía el mítico bar la Calleja, local que junto al Montesol, desaparecieron algo más de un año antes de que se declararan en ruina los tres bloques de los impares. Hace ya diecinueve años que el lado de los números pares fue urbanizado. Veintitrés desde que Charo guarda a buen recaudo los azulejos de aquella columna del bar y veintiocho desde que las famosas tortillas siguen manteniéndose, esta vez en el bar Seamrog con la pequeña de las tres hermanas al mando.

La próxima semana

El Hilo recuerda la historia de la calle de los tres coños de Valladolid.

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