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Asistentes a la gala de Navidad de Onda Cero, este jueves. Rodrigo Jiménez
Valladolid

El baile de ilusiones de Danza Invisible

Pocas citas habrá más oportunas que la velada en la que Onda Cero dice su particular hola a la Navidad de este variopinto, electoral y amnistiado 2023

Alfonso Niño

Valladolid

Sábado, 2 de diciembre 2023, 00:03

Cuando se acerca el final del año y se amontonan los días festivos (por haber sarao, no por dejar de trabajar), esta, nuestra ciudad, suele abrir el armario de la ropa de fiesta y empezar a sacar los modelitos que yacen en su fondo durante meses a la espera de la ocasión adecuada. Y pocas citas habrá más oportunas que la velada en la que Onda Cero dice su particular Hola a la Navidad de este variopinto, electoral y amnistiado 2023.

Dejemos, por unos párrafos, a un lado la política y dirijamos el foco hacia este acontecimiento participado por 'beautiful people' local, representantes institucionales, personas con corazón e intenciones de oro y, por qué no decirlo, algún discreto articulista.

Miren, aunque no sea el protagonista de esta gala, Ariel Rot escribió hace muchos años, antes incluso de que Luis Vélez fuera concejal, una canción llamada «Baile de ilusiones». Y el mensaje final de la letra era preciso: la vida es un baile de ilusiones y el que no baila está muerto. Javier Ojeda no es argentino, sino más malagueño que el ajoblanco. Y el gran Luis Cañón, director regional de las emisoras radiofónicas de Atresmedia en Castilla y León, se lo ha traído a la invernal Valladolid para que, a través de las canciones que hicieron famosa a su banda, Danza Invisible, ponga un poquito de calor en los cuerpos mesetarios.

Javier Ojeda, durante su actuación. R. J.

El acto comienza con un anuncio, como el que en todos los belenes hace su ángel. En este caso, aunque no lleven alas, los prolegómenos corren a cargo de Eduardo Córdoba y el propio Cañón. Y tienen razón en lo que exponen. Que un año pasa muy rápido, dicen, y ya hace doce meses del anterior jaleo. Y los pocos que le escuchamos (porque en cualquier fiesta que se precie, la barra tiene más tirón que el orador), agradecemos su mensaje de disfrute y regocijo (será porque de bebida ya estamos servidos).

Dicho y hecho. Mientras Mariajo Fernández, la que todo lo arregla y recoloca en esta soirée, va de acá para allá y el grupo municipal de Vox en pleno deja su abrigo en el ropero, aparece el cantante en el escenario. Los músicos deben venir también de la Costa del Sol, porque suben con jersey y no llevan bufanda de milagro. Pasan tres canciones y, no sé si por ver a Irene Carvajal —qué elegante va esta señora siempre—, deciden que hay que desabrigarse.

María Balsa, de Avadeco, charla animadamente con Ana Díez, de Aisha Eventos, en vez de bailar porque ellas quieren que suene «Reina del caribe» y no hay manera. Ojeda se hace de rogar. Será por eso o porque, como dice «A este lado de la carretera», el mundo es un desatino, pero pasan los minutos y Roberto Mayado y Raúl Rodríguez miran el reloj conscientes de que, en pocas horas, tomarán (como es habitual) el relevo local de Alsina. Habrá que apurar la cerveza.

Sostiene el cantante que él canta de corazón, y que si le falta la voz cantará con las manos. Pues no, voz no le falta al gachó, y lo de menear las manos lo lleva parte del público que va cogiendo temperatura de concierto. El photocall está más solicitado que un voto a favor en el Congreso (fallo mío, dije que no lo haría) y por allí pasan, entre otras, la concejala Carolina del Bosque o Elena Santiago, de la obra social de La Caixa.

Silvia González no viene hoy con cámara detrás porque el informativo de las nueve de Antena 3 le ha dado un respiro y Vicente Vallés no va a necesitarla en algún rincón recóndito del norte peninsular, así que saluda y felicita (digo yo) lo que está por venir en este mes a unos y otros. Canta Javier desde el escenario que todo le sabe a ti, pero César Castrillo, que está a mi lado, dice que a él todo le sabe a queso del ahumado que hace Jesús Sanz en Campoveja. Me fío más de este.

Jesús Zarzuela, con el que también he coincidido un día antes en el Hotel Gareus durante la presentación del nuevo libro de Peláez, se ha colocado en un prudente segundo plano al fondo de la sala. Cerca de su sitio veo pasar a Marcos Yllera acompañado de César Garrote, de Costa del Piñón, y me da por pensar si les estará recomendando su lectura (yo lo haría, es una delicia vallisoletana).

«Le doy a Luis hecho el invitado para la próxima edición, Ariel Rot se inventó lo del baile de ilusiones»

El grupo va ejecutando las piezas conocidas y una dice aquello de «ni para ti ni para mí». Pero Ángela de Miguel, de CEOE, y Arancha Zamácola, de la DO Rueda, pasan junto a la mesa de sonido mirando a sus acompañantes y sugiriendo que algo debe haber para ellas, que aún queda noche.

En un bolo siempre hay chavales extramotivados que siguen las directrices del artista de turno a pies juntillas. Saltan, corean, bailotean... A veces ya no son chavales, pero qué más da. Si le suman que ven asomar los brindis navideños por la esquina, el cóctel es fabuloso para una noche entre semana y se dejan llevar por los focos. Silvia Herrero, de Iberdrola, camina a su vera y estaría de acuerdo conmigo si supiera que estoy escribiendo esta tesis. Sobre todo por lo de la luz (esta era fácil, ¿eh?).

Eugenia García, de Unicef, también se pasa por el espectáculo y copa el espacio benéfico junto a Carmen San Martín, de Bodegas De Alberto, que en breve preparará algo muy bonito con Sidecars que nadie debería perderse (ni por el destino de lo recaudado ni por la banda, que son un grupazo —menos cuando se abrazan a su lado moñas—).

Y como hay que dar el pistoletazo de salida a los festejos propios de este tramo (mágico, por otro lado), las bombillas de la Sala Lava se encienden para dar por finalizado el asunto y que cada cual se vaya a su casa sabedor del eslalon gastronómico y espirituoso que les espera durante los días venideros. «Ojalá que en tu camino tengas suerte», parecen decirse al salir concejales y empresarios rivales (que no enemigos) parafraseando al de Danza Invisible. En mi mirada, algo atenuada ya (no son horas, entiéndanme), cogen su abrigo, se abrazan y dan la mano ignorando si lo hacen desde la izquierda, hacia la derecha o de medio escorzo (vaya, otra vez).

Como decía al principio, y le doy a Luis hecho el invitado para la próxima edición, Ariel Rot se inventó lo del baile de ilusiones y nos viene al pelo. Porque esos deseos, quizá difíciles, en Navidad están un poco más cerca. Bailen, amigos. Nosotros hemos dejado huella esta noche con unos pasos dignos, diría yo.

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