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Ana Isabel Rodríguez, Estela Ruiz y Laura González, de la junta directiva de la asociación. L. N.
Autoinyectores de adrenalina que pueden salvar la vida a los alérgicos alimentarios

Autoinyectores de adrenalina que pueden salvar la vida a los alérgicos alimentarios

La recién creada asociación ABLAA se moviliza y pide al Ministerio que garantice su suministro

Laura Negro

Valladolid

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Sábado, 10 de febrero 2018, 18:14

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Los alérgicos alimentarios de Valladolid y sus familias están preocupados. Están viendo peligrar la existencia de ese salvavidas del que nunca se separan, la adrenalina en formato de autoinyector. Un antídoto de fácil aplicación que permite reaccionar en caso de sufrir un choque anafiláctico por ingerir un alimento al que se es alérgico. Recientemente han creado la asociación ABLAA, (Asociación Basada en la Lucha de los Alérgicos Alimentarios), la única en Castilla y León de este tipo que, tras pocas semanas en activo, se ha visto obligada a reclamar al gobierno que garantice el suministro de los autoinyectores de adrenalina de 300 microgramos, indicados para el tratamiento de emergencia de las reacciones alérgicas graves.

Recientemente, el Ministerio de Sanidad y la Agencia Española del Medicamento han autorizado igualar el precio de venta del autoinyector de adrenalina 300 microgramos, al de la adrenalina que se presenta en ampollas y jeringas. Ante una falta de acuerdo para la financiación de la producción de este formato autoinyectable, el laboratorio ALK-Abelló ha suspendido temporalmente su comercialización.

«El Ministerio ha establecido los nuevos precios teniendo en cuenta únicamente el principio activo que incorpora cada presentación, pero no ha tenido en cuenta el coste de producción del propio dispositivo autoinyector, que obviamente es superior al de las ampollas y jeringuillas» explica Ana Isabel Rodríguez, presidenta de ABLAA.

«Actualmente existe otra marca que se comercializa en España, Altellus, del laboratorio Meda Pharma, pero que también ha entrado en situación de desabastecimiento. En cambio, el autoinyectable de 150 microgramos, indicado para pacientes de menos de 30 kilos, sí se sigue comercializando porque no existen ampollas que contengan esa dosis», añade.

Los autoinyectores son unos dispositivos seguros, de rápida y fácil aplicación, incluso para los niños, ya que no requiere conocimientos sanitarios. Sin embargo, el resto de presentaciones de adrenalina, como pueden ser las ampollas y jeringuillas, si requieren ciertos conocimientos para su administración.

«Esto es un grave problema, ya que en caso de reacción anafiláctica, ni los padres, ni los profesores, ni los propios niños, están preparados para aplicar la ampolla mediante una inyección intramuscular. Con los autoinyectores podemos suministrar la adrenalina de forma sencilla a nuestros hijos, incluso por encima de la ropa. Sin embargo, a partir de ahora, en caso de urgencia, habrá que llamar al 112 para que pongan la inyección. En un choque anafiláctico, unos minutos son cuestión de vida», reclama Rodríguez.

La anafilaxia es una reacción alérgica grave y de muy rápida aparición, que puede resultar fatal si no se administra adrenalina de forma inmediata. De ahí, que esta asociación vallisoletana, junto con otras asociaciones de alérgicos del país, como Avanzax de Andalucía, Aexaal, de Extremadura; o Alerguada, de Guadalajara, se hayan movilizado para exigir mediante un escrito al Ministerio de Sanidad que se siga comercializando este sistema de fácil aplicación. También han puesto en marcha una campaña de recogida de firmas a través de la plataforma Change.org, a través de la cual ya han conseguido 5.970 apoyos, para presionar al Ministerio de Sanidad y a los laboratorios farmacéuticos para que pongan fin al problema de desabastecimiento generalizado de adrenalina autoinyectable de 300 microgramos, dejando de lado los criterios económicos.

Solución

«La única solución es que el Ministerio vuelva a financiar su producción. Nos están quitando un medicamento vital», explica Rodríguez mientras muestra un autoinyector. «Cada uno me cuesta unos 18 euros con receta médica. Tengo que tener varios por si acaso. Uno en casa, otro en el colegio, otro en casa de los abuelos… y no puedo despistarme con la fecha de caducidad, que tan sólo es de seis meses. Tengo que reponerlos continuamente. El gasto que tengo en adrenalina es elevadísimo, pero la vida de mi hija depende de ella», expone la presidenta.

Según los socios de ABLAA, la labor de concienciación es fundamental, ya que es una patología que cada vez está más extendida, pero que todavía es muy desconocida. «A los padres de niños alérgicos a veces nos tratan de histéricos y nos dicen que no es para tanto. Pero sí es para tanto. A mi hijo los autoinyectores han salvado la vida en tres ocasiones y por eso no quiero que los retiren», reclama Estela Ruiz, vicepresidenta de la entidad.

A casi todo

Sufrir una alergia alimentaria condiciona, y mucho, la cesta de la compra y lo que se pone en la mesa para comer cada día. «Cuando hago la compra tengo que leer todas las etiquetas de principio a fin. No puedo pasar nada por alto. Cualquier mínima traza de un alimento que a mis hijos les de alergia, puede significarles la vida», explica Laura González, tesorera de ABLAA.

Ella sabe muy bien qué es convivir con una alergia ya que sus hijos Nicolás y Hugo, de 5 y 3 años, son alérgicos a casi todos los alimentos, como a la proteína de la leche, al huevo, a la soja, a las legumbres, cereales o a los frutos secos. Tampoco toleran el pescado, ni ciertas, carnes, frutas y verduras.

«La alergia nos limita la vida y no podemos ir a muchos restaurantes ni celebraciones sociales ya que, aunque tienen cartas de alérgenos, muchas veces no saben trabajar con ellas. En casa, el cuidado que tenemos es extremo y. además. supone un sobrecoste enorme, ya que muchos productos hay que comprarlos en tiendas especializadas. Por ejemplo, la leche en polvo que toman mis hijos cuesta 35 euros los 400 gramos», indica esta madre.

«Otro gran problema es que esos alérgenos no sólo están en los alimentos, también pueden encontrarse de forma oculta en tizas, gomas de borrar, toallitas, plastilinas o témperas, por ejemplo, cuyo contacto, puede suponer un gran riesgo para la salud de estos niños. Por eso hemos tenido que enseñar a los profesores de nuestros hijos cómo reaccionar en caso de un choque anafiláctico», añade.

ABLAA inició su andadura a principios de enero. Una de sus preocupaciones es la escolarización segura e inclusiva de los niños, por ello, trabajan para informar a los centros educativos y sus docentes en todo lo relativo a las alergias alimentarias. «Colaboramos con asociaciones como FECAMPA, Federación Católica de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos de Valladolid, que nos ayudan con la difusión, ya que son muchos los padres de niños alérgicos de nuestra provincia», explican desde la junta directiva.

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