Borrar
El Archivo de Simancas a comienzos del siglo XX.
El día que 58.000 papeles regresaron al Archivo

El día que 58.000 papeles regresaron al Archivo

En febrero de 1941, a cambio de la neutralidad española en la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Pétain devolvió a Simancas la rica documentación sustraída por Napoleón en 1811

Enrique Berzal

Domingo, 21 de febrero 2016, 09:24

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

«Las acertadas gestiones del Gobierno que preside el Caudillo de España, General Franco, eficazmente secundadas por los ministros de Asuntos Exteriores y de Educación Nacional, han logrado del Gobierno del Mariscal Pétain que se reintegre a España la documentación». El contexto era propicio para envolver con inflamada retórica propagandística el final, como se decía entonces, del «expolio» cometido por las tropas de Napoleón en el Archivo de Simancas. Era febrero de 1941, hace hoy 75 años, cuando retornaban a España las primeras cajas sustraídas en 1811.

El Norte de Castilla no pudo por menos que cubrir la noticia con un seguimiento continuado que duró varios días. Concretamente, del 9 al 13 de febrero de 1941. Los «legajos de Simancas», como así se denominaban en el argot del momento los cerca de 58.000 documentos que retornaban a España, comprendían «los tratados y negociaciones con Francia más la correspondencia diplomática de nuestros embajadores en París, minutas y consultas del Consejo de Estado para responder a los despachos de nuestros representantes en aquella Corte, o sea toda la documentación de Simancas relacionada con Francia», destacaba la revista 'Hispania', del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en su número correspondiente a abril-mayo de 1941.

Los documentos habían sido sustraídos en varias expediciones entre 1810 y 1811, en plena Guerra de la Independencia, por las tropas de Napoleón, con objeto de crear en París los Archivos del Imperio. Así lo refirió Manuel Cruz Ayala el 2 de diciembre de ese año, al señalar la llegada al Archivo de «muchas tropas del ejército francés, apoderándose de todas las oficinas y habitaciones de él, en las cuales han causado crecidos daños así en las puertas como en ventanas, balcones y rejas, como igualmente en algunas porciones de papeles, cuyos daños no he podido evitar, porque lo han hecho con la fuerza, según es notorio en esta villa».

El mismo Ayala lamentaba la salida, ordenada por «varios sujetos franceses con comisiones de los generales», de «todos los papeles de Estado antiguos y modernos que había en él, los de Real Patronato y otros que resultan de los recibos que han dejado los dichos comisionados». Otros testigos de 1811 hablan, en concreto, de 97 carretas cargadas con toda la documentación de Secretaría de Estado y Patronato Real, una pérdida irreparable que cinco años más tarde, aprovechando la caída en desgracia de Napoleón y la labor contrarrevolucionaria de las potencias de la Santa Alianza, fueron objeto de la pertinente petición. En junio de 1816, en efecto, se devolvió a España solo una parte de los documentos sustraídos («146 cajones» dicen los documentos), pues el resto permaneció en París bajo el pretexto de contener información exclusivamente francesa. Eran aproximadamente 360 legajos que contenían correspondencia y negociaciones de diverso calado.

A principios del siglo XX el gobierno español reiteró a Francia su pretensión de recuperar la documentación retenida, proponiendo dejar en el archivo parisino copias de los originales. Incluso envió al archivero Julián Paz, pensionado por la Junta de Ampliación de Estudios, para catalogar toda la documentación, labor que estuvo lista en 1914. Nada, sin embargo, se consiguió en este sentido.

Neutralidad

Años más tarde, el final de la Guerra Civil, la situación generada en Francia con la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial -junio de 1940- y el papel que nuestro país podría jugar en la misma abrieron nuevas expectativas e inusitadas vías de negociación. Estas habrían de desarrollarse entre el gobierno del general Franco, aliado de las potencias del Eje, y las autoridades del Régimen de Vichy, que gobernaban la zona francesa no ocupada, presididas por el mariscal Philippe Pétain.

El acuerdo finalmente alcanzado, calificado por la prensa como «amistoso», no puede entenderse sin la presión ejercida por la Alemania hitleriana para forzar la entrada de España en el conflicto mundial. A ello obedeció la famosa entrevista de Hendaya, en octubre de 1940, entre Hitler y Franco, cuyo desenlace resultó un fracaso para ambas partes, dado que el Führer se negó a aceptar la contrapartida española de hacerse con los territorios del norte de África, de dominio francés.

Fue precisamente este hecho, la demanda española de las posesiones francesas en África, el que aceleró la «buena voluntad» de Pétain para negociar la devolución a nuestro país de los legajos de Simancas y de otras piezas de indiscutible importancia cultural y artística. El objetivo primordial del mariscal era conseguir la neutralidad de España para, de esta forma, poner a salvo sus pretensiones territoriales.

De ahí que el 21 de diciembre de 1940, ya con Ramón Serrano Suñer al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores, Pétain acordara el envío desde el Museo del Louvre al del Prado de la célebre Inmaculada Concepción de Murillo, que había salido de la Península en manos del Mariscal Soult en 1813; a ella le seguiría un destacado conjunto artístico-cultural compuesto por la famosa Dama de Elche, también en el Louvre, varias esculturas ibéricas, parte del valioso Tesoro de Guarrazar de época visigoda, entonces en el Museo parisino de Cluny, y los «legajos de Simancas», de entre los que la prensa destacaba la correspondencia entre Carlos I de España y Francisco I de Francia, además de la referida a la época de los Reyes Católicos y de Luis XII. Todo ello quedaría depositado en el Museo del Prado.

A cambio, el gobierno español se comprometía a entregar a Francia un retrato de Mariana de Austria atribuido a Velázquez, el de Antonio Covarrubias de El Greco, 19 dibujos de la Histoire dArtenice y el tapiz de Goya La riña en la Venta Nueva. Aunque el acta definitiva no se firmaría hasta el 27 de junio de 1941 por parte de Serrano Suñer y el embajador francés M. Pietri, los objetos arribaron a España en el mes de febrero.

El Norte de Castilla, en efecto, dio cuenta de la llegada a la estación de Port-Bou, el día 8, de una parte de lo consignado, que dos días más tarde era depositado en el Museo del Prado; los legajos de Simancas, por su parte, emprendieron viaje desde París a San Sebastián para finalizar trayecto en adrid el 12 de febrero de 1941. Ese día posaron en la estación, junto a las cajas de documentos, el director general de Bellas Artes francés, Hautcoeur, el director de los Museos Nacionales de Francia, René Huyghe, y el director general de Bellas Artes, marqués de Lozoya. Entonces dirigía el Archivo de Simancas Gerardo Masa.

La colección recién llegada, sin embargo, comprendía únicamente lo referido a la segunda mitad del siglo XVII; el resto siglos XV y XVI y primera parte del XVII- sería entregada el 1 de mayo y depositada también en el Museo del Prado. La expedición simanquina la componían, según el número citado de la revista Hispania, «diecisiete grandes cajas, con más de trescientos legajos de papeles, todos perfectamente conservados y encuadernados»; y entre los documentos recuperados destacaban «el testamento original de Carlos II, tratados de paz entre Enrique IV y Luis XI (1463), entre éste y los Reyes Católicos (1478), entre éstos y Carlos VIII (1493), el ajustado por Fernando el Católico y Luis XII mediante el matrimonio de aquél con Germana de Foix (1505), las paces entre Carlos V y Francisco I (1516), la confirmación del tratado de Madrid y Cambray (1530), el testamento de la reina Leonor de Francia, viuda de Francisco I (1556) y otros semejantes», como la correspondencia entre Felipe II con sus embajadores en Francia.

El Museo del Prado organizó a finales de junio una exposición con todo lo recuperado, como broche al convenio firmado por Serrano y Pietri. Al Régimen de Franco le faltó tiempo para utilizar propagandísticamente todo este episodio, que presentó como fruto únicamente de la habilidad negociadora del Caudillo y de la superioridad diplomática española, sin mencionar contrapartida alguna. Así pudo comprobarse el 6 de noviembre de 1942 en el propio Archivo de Simancas, con motivo de la entrega oficial de la documentación retornada.

Efectuada en la sala de investigadores con la asistencia, entre muchos otros, del rector de la Universidad, Cayetano Mergelina, y del director del Archivo, Ricardo Magdaleno, fue presentada por el comisario del Tesoro Artístico, Francisco Íñiguez, como fruto del «interés y de los desvelos de nuestro Gobierno, y muy particularmente de Su Excelencia el Generalísimo Franco, por lograr esta reintegración de parte tan importante de nuestro tesoro histórico».

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios