Un anciano en tierra de nadie
Una residencia rechaza a un mayor tras el alta hospitalaria porque «se escapa y es conflictivo»
Ana Santiago
Lunes, 15 de junio 2015, 08:18
Toda una historia, múltiples miradas y algunas versiones. Tiene 68 años y el pasado martes fue trasladado desde una residencia de mayores de Boecillo en ambulancia al Servicio de Urgencias del Clínico.
La médico del centro geriátrico había llamado al 112 pidiendo una ambulancia para un anciano porque le había dado un síncope. El soporte vital básico lo traslada a dicho hospital de la capital y los facultativos estudian su caso, requieren diversas pruebas, llaman al neurólogo de guardia... cuanto hacía falta para ver las causas de un desvanecimiento que era la indicación con la que atravesó sus puertas. Nada. No había problema físico alguno y la médico decide ponerse en contacto con la residencia de donde provenía y que figura como lugar en el que vive en busca de más claves y, sobre todo, para indicarles que le daban el alta y se lo devolvían al centro, según explican fuentes de Sacyl y del propio complejo sanitario. La respuesta al otro lado del teléfono fue, aseguran, contundente: «No, no nos lo mandes, no lo vamos a admitir».
Pese a ello, el hospital le da el alta y pide una ambulancia para su traslado. Son las 2:41 horas de la madrugada del día 10, recoge el parte de Urgencias. El paciente es trasladado desde el hospital hasta la residencia que se niega a acogerlo, no abre la puerta y el técnico de la ambulancia decide devolverlo al Clínico, tal y como explican las mismas fuentes sanitarias. El anciano pasó el resto de la noche en un box de observación, «cuidado y alimentado», y fue ingresado en planta a las 18:10 horas del miércoles. El equipo médico, que decidió hospitalizarlo «para tenerlo atendido no por necesidades clínicas sino con un diagnóstico de problema social» pone el caso en manos de la trabajadora social del Clínico. El protocolo que sigue el hospital, destaca Sacyl, es el «de poner el caso en manos del juez para que lo incapacite y el hospital pueda así tomar decisiones, una tramitación que lleva unos tres días indica y , el paso siguiente será trasladarlo a la residencia de la Junta La Luz, en Aranda de Duero».
Protocolos descoordinados
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Hasta la policía local de Boecillo estaba preocupada por este hombre, asegura la residencia que lo acogió temporalmente, «porque se temían que estuviera muerto en su casa cuando los llamé». Conocido en el pueblo por sus problemas, el protocolo seguido por el hospital de comunicarselo al juez para su incapacitación e ingreso en una residencia de la Junta no coincide con lo que la Gerencia de Servicios Sociales indica. Primero porque la Junta no conoce el caso de primera mano, la del propio hospital y, segundo, porque dispone de una intervención de emergencia para estos casos a la que no se recurrió. Tampoco la residencia se dirigió al interlocutor adecuado al parecer porque la indicación de derivar a un hospital para un caso social no es la adecuada.
Las explicaciones, que permiten poner algo de algodón a esta historia y que ponen en evidencia algunos vacíos de la atención social, llegan desde la dirección de la residencia y desde la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades. La Gerencia de Servicios Sociales destaca que, «en ningún momento, se ha notificado una emergencia social desde el hospital» y que «existe un claro protocolo de intervención que siempre pasa por hacerse cargo y atender a la persona», destaca la consejera Milagros Marcos. Asimismo señala que, puestos en contacto con el Clínico, «nos han garantizado que consideraban adecuado su ingreso en el hospital, que había razones para ello y que, en caso de necesidad, nos llamarían». La Junta desconocía la situación de haber pedido desde el hospital la incapacitación del paciente. No obstante, Servicios Sociales envía una inspectora al centro para recabar datos y aclarar una situación que parecía haberse malenriquecido con malentendidos y contradicciones.
La Inspección y la propia residencia completan la triste historia en la que algo, sin duda, del sistema ha fallado aunque en ningún momento este hombre haya estado desatendido. El anciano había estado ingresado días antes del suceso casi un mes en el Clínico y pidió a la asistente social que, tras el alta, quería acudir a esta residencia de su pueblo. Hay plazas y se le acoge y para mayor comodidad en vez de ir a su casa y después al geriátrico, la ambulancia lo deja directamente en e este último para que lo conozca y decida si quedarse o no. Llega «sin afeitar, en pijama, sin asear, con un reloj roto, un móvil e indocumentado», según fuentes de la residencia. «Se le ducha y afeita, se le enseñan las instalaciones». El afectado, con una historia social grave y problemas de alcoholismo, no es capaz, según el relato de dicho geriátrico, de indicar donde tiene su casa por lo que ya se queda instalado en esta residencia pese a que «ni siquiera puede firmar un contrato». A partir de aquí, y durante toda una semana, todo son problemas de inadaptación, «se escapa, está alterado, dispara las alarmas al salir por la verja, crea problemas con los demás residentes...» De ahí, que el centro se ponga en contacto con la trabajadora social de Boecillo que le indica que lo deriven al Clínico. La pregunta de la residencia es: «¿Cómo es posible que alguien con semejante historia social, tan conflictivo, atendido en Cáritas para darle de comer... puedan mandárnoslo a un centro privado que no está preparado para estos casos?».