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Tatiana Marincheva, en su comercio especializado en productos búlgaros. :

El altavoz más potente... y la abuela más joven

La madre de Gloria dio a luz con 17 años, ella tuvo descendencia con 17 y su hija se quedó embarazada... ¡con 17!

Víctor Vela

Miércoles, 11 de marzo 2015, 12:09

Pesa 160 kilos. Hay que utilizar una pluma de carga para encajarlo en la parte trasera del vehículo. Debe meterse como si fuera la turbina de un avión. E instalarse con una precisión bárbara para que pueda dar de sí todo lo que promete: 25.000 vatios, 12.000 rms (root mean square, el nivel medio y constante de potencia que ofrece un amplificador). Cuesta cerca de 6.000 euros, aunque alcanza los 15.000 cuando se incluyen los amplificadores, las baterías... Y todo eso suma más kilos. Hasta 500 puede suponer la instalación de todo el equipo, lo que requiere, en muchos casos, que haya que reforzar los amortiguadores. Esta pieza ha llegado desde Estados Unidos en barco, ya que no pudo transportarse en avión para evitar los campos magnéticos. Es, atención, el equipo de sonido más potente del mundo, el subwoofer más bestia que puedes instalar en tu coche. Y se vende, en exclusiva, en Valladolid. «Hay otra tienda de Madrid que también lo tenía, pero cerró». Así que es una pieza mítica que puede verse en Audioradio Alberto, el negocio que hace 44 años abrió Alberto Bermejo en la avenida de Santander y que hoy atiende su hijo Jorge. «En un primer momento, nos dedicábamos a la reparación de televisiones, radios...». En el año 1985, el taller decidió dar un paso más y especializarse en la instalación de equipos de sonido y dispositivos electrónicos en automóviles. «En la actualidad destaca sobre todo el montaje de manos libres», explica Jorge, quien apunta que cada vez es mayor la demanda de pantallas multimedia y de televisión en el interior de los coches. Lo dice rodeado de altavoces y amplificadores, en un local lleno de las últimas tendencias en sonido. Y entre ellas destaca, sí, este macroaltavoz único en España.

Es una de las sorpresas que esperan al vallisoletano que se de una vuelta por los negocios de la avenida de Santander. Quizá la otra se encuentre en el interior de La Maxía. Allí, una gran imagen de la iglesia del Carmen de Extramuros ensamblada con fotos de Parquesol, el paseo del Cauce o Santa Clara decoran el comedor de uno de los bares históricos de esta calle que abraza San Pedro Regalado y Barrio España. Gloria Nieto tomó las riendas de este negocio hace un par de años, en lo que supuso la vuelta hostelera al barrio que la vio nacer. «Porque yo, literalmente, he nacido aquí. En la calle Ampurdán. Mi madre, que se llamaba Gloria, igual que yo, dio a luz en casa, ayudada por la vecina Concha, que era comadrona». Gloria tuvo a Gloria con 17 años. La segunda Gloria dio a luz a su hija con 17 años. Y la hija de Gloria tuvo, a su vez, a su hijo... ¿adivinan con qué edad? «¡Es la maldición de los 17 años. Ya he dicho yo que algo tendremos que hacer con mi nieta, la pequeña, para que cumpla los 18 sin darnos descendencia», bromea Gloria.

«Cuando te quedas embarazada tan joven al principio lo pasas mal. Quizá no he tenido juventud para disfrutar o para salir. Puede que me haya abandonado un poco a mí para dedicarme al trabajo, a la familia. Pero ahora soy tan feliz». Abuela con 35 años (y dos nietos), recuerda que, cuando paseaba al nieto mayor por la calle, la gente se le acercaba para darle la enhorabuena. «Me decían: Pero si no se te notaba nada que estuvieras embarazada Y les contestaba: ¡Toma, claro! Porque no es mi hijo, es mi nieto». Ahora, con 42 años, es la abuela feliz que ha regresado a su barrio.hace años atendió aquí el bar Baco, en la calle ancha. Después se puso detrás del mostrador del Everest (en la calle Villanubla) y del Ventorillo (en Gabilondo) y ahora regenta La Maxía, este mesón en el que destaca la imagen de la iglesia del Carmen. «Soy muy devota. Llevo siempre una estampa en la cartera. En casa tengo una imagen suya. Y en el coche. Me ha ayudado mucho. En la salud. En muchos otros asuntos. Cuando tengo un problema, se me van los ojos a su imagen y me da tranquilidad». Todos los años acude a la misa que tiene el lunes de Pentecostés en la iglesia de Extramuros. «El año pasado le llevé diez ramos de flores. Esta vez tengo pensado regalarle unos pendientes de oro», asegura Gloria, la abuela más joven del norte de la capital, quien repasa el árbol genealógico para recordar que su madre (que ya es bisabuela) tiene 59 años y que su abuela (la tatarabuela familiar) cuenta con 84.

El chico del Casino

Si el bar Baco de Gloria fue durante años un referente en la calle Ancha, lo mismo ocurría con el Casino que durante años atendió la familia de Luis Miguel Paniagua con ascendencia palentina en la calle Alcarria, «donde estaba la cooperativa La Merced». Era un bar de socios donde los parroquianos acudían a diario para echar la partida y la parlada. Luis Miguel, vecino de Barrio España, escayolista desde los 13 años, solo tuvo que atravesar la avenida de Santander para conocer a la que sería su mujer, «la hija del cristalero». Se casaron, hicieron nido en San Pedro Regalado, y escribieron su historia común con la caligrafía cotidiana. Hasta que llegó la crisis. «Y me despidieron, después de 18 años en la empresa». La crisis de la construcción.La recesión y los recortes. Luis Miguel se vio en al borde de un abismo al que se han asomado muchos vallisoletanos durante los últimos años. ¿Y ahora qué? «Decidí capitalizar el paro y montar un negocio. Yo estaba metido en la asociación de vecinos y escuchaba cómo la gente se quejaba de que cada vez había menos comercio en San Pedro Regalado, que se cerraban las tiendas, que no había servicios». Ydecidió abrir un quiosco sin nombre. El quiosco. «Ahora en el bar apenas estamos dos tiendas, la carnicería, el estanco, los bares y yo». Para 2.700 vecinos. Y con el Carrefour enfrente. «Afecta mucho, la verdad. Pero también influye el barrio. No es lo que era. Yo he llegado a conocer hasta seis quioscos aquí. En todas las casas había niños. Tres, cuatro, cinco. Ahora los chavales solo vienen los domingos, para ver a los abuelos», explica Paniagua. La esperanza está unos pasos más allá, en las nuevas viviendas que se construyen dentro del plan parcial Los Viveros y que no solo han revitalizado el urbanismo en la zona, sino que han permitido sumar nuevos residentes al entorno, revitalizar la natalidad y motivar, también, una renovación de la asociación de vecinos, que con nueva junta directa inyecta conferencias y diversas actividades al día al día del barrio.

Aquí, en esta avenida de Santander, está además el enorme mostrador de productos búlgaros que exhibe Tatiana Marincheva desde su tienda Kailyca. «Le puse el nombre por el parque de mi ciudad, Pleven». Vino desde allí, de Bulgaria, hace cho años, siguiendo el sendero que meses antes había abierto su marido. Su primer destino fue Segovia. «La ciudad es preciosa, pero no era para mí. Se me hacía muy pequeña». Así que, se vino a Valladolid. Aquí regenta una carnicería en Juan Carlos I (a la altura del número 63) y esta tienda de alimentación en San Pedro Regalado, donde las ofertas de los productos se escriben en Búlgaro y una televisión de fondo sintoniza los canales de aquel país. «Abrimos aquí porque hay mucha gente de mi país que venía a comprar al Carrefour, de la capital pero también de pueblos de alredeor. Así que pensamos en ofrecer lo que ahí no pueden encontrar». Por ejemplo, la carne, sazonada y preparada con especias. Las salchichas típicas de su país. El salami de Rumanía.El lomo ahumado. Y luego dulces. Y salsas. Y bebidas, como el orujo, «muy típico en mi país», dice Tatiana mientras pide perdón por su español. «No he ido a ningún sitio a estudiarlo», se excusa, acaso sin motivo, la responsable de un comercio que presta servicio a los 3.696 ciudadanos búlgaros que hay empadronados en la ciudad, la comunidad foránea más numerosa.

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