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El archivero, Carlos Alcalde, consulta los legajos sobre el hospital de Villalón.
Cuando las cofradías sanaban

Cuando las cofradías sanaban

Valladolid llegó a contar con un millar de hermandades, como la Vera Cruz de San Juan, en Villalón, responsables de la atención social hasta bien entrado el siglo XIX

Teresa de Lapuerta

Jueves, 19 de febrero 2015, 20:30

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La Universidad de Valladolid, a través de la cátedra Juan de Villanueva, comenzará en unos días las primeras catas para la recuperación del antiguo hospital de Villalón de Campos. En el horizonte, su restauración y posterior conversión en una de las sedes de la propia cátedra y en Centro de Estudios de la Arquitectura Tradicional; en el camino, todavía varios escollos, como la multipropiedad del edificio o las dificultades presupuestarias.

Recuperar el inmueble del siglo XVIII, catalogado como el único exponente de este tipo de arquitectura civil asociada a la religiosa que existe en Tierra de Campos, constituye una deuda social e institucional no solo con el legado patrimonial de la provincia, sino con el histórico. El hospital de la Vera Cruz de San Juan es un testigo (todavía en pie) de la intensa trayectoria de las cofradías vallisoletanas. No de las penitenciales, que esas todavía están aquí para hacerse oír, sino del resto (gremiales, de ánimas, hospitalarias...) responsables, entre otras cosas, de la asistencia social en la provincia hasta bien entrado el siglo XIX (las agregaciones de las Obras Pías a la Real Casa de Misericordia se realizaron entre 1773 y 1803).

El pequeño hospital terracampino nos acerca y cuando el proyecto nacido de la voluntad vecinal llegue a su puerto, acercará a los hijos de nuestros hijos la historia del millar de hermandades que en su día tuvo la provincia (con un promedio de más de cinco por pueblo) y su restauración nos narrará a buen seguro secretos del devenir de la de La Vera Cruz de San Juan. Fue una de las 25 cofradías con las que llegó a contar Villalón de Campos que tampoco fue una excepción en cuanto lo abultado del número, porque en Portillo, junto a su arrabal, hay documentadas 26.

Aparte de lo que aportan los estudios de Teófanes Egido, Elena Maza y Jesús Palomares, que han abordado de forma tangencial la historia de las hermandades vallisoletanas, poco se sabe de lo mucho que llegaron a representar en la vida de unas gentes que escribían en paralelo lo civil y lo religioso. En lo que respecta a la provincia, mucho de lo que se conoce se debe a los legajos que atesora el Archivo Provincial y al análisis del jefe de servicio, Carlos Alcalde, resumido en su estudio sobre la Agregación de las Obras Pías a la Real Casa de Misericordia.

Y es que, tal y como recuerda el archivero, la asistencia social no ha sido competencia de las instituciones hasta antes de ayer. Las obras pías se repartieron durante siglos entre las cofradías (agrupación de gentes en torno a una advocación para el desarrollo de alguna actividad piadosa o caritativa) y las fundaciones (legados testamentarios que establecían aniversarios de misas u obras caritativas o ambas cosas a la vez). Las primeras se suprimieron definitivamente a principios del XIX y su labor la asumiría décadas después la Diputación Provincial, que se hizo gestora del hospital provincial, del orfanato y del psiquiátrico, entre otras instituciones sociales.

En una clasificación algo elemental, las cofradías podían dividirse entre las que tenían como objeto el cuidado del alma y aquellas cuya finalidad era el bienestar del cuerpo; aunque el objetivo único de ambas era la salvación del alma por los actos realizados en vida: observancia y caridad. No obstante, Egido llega a establecer hasta seis tipos diferentes, atendiendo a la finalidad para la que fueron creadas: de ánimas, sacramentales, devocionales, penitenciales, asistenciales y gremiales. La realidad es que la mitad de las que existieron en Valladolid no tenían un único instituto principal.

De las Ánimas a San Roque

Aunque la documentación ha llegado hasta nuestros días bastante fragmentada, de las 25 cofradías que se crearon en Villalón, las más importantes fueron las cuatro sacramentales de las parroquias del municipio (San Miguel, San Pedro, San Juan y San Andrés), pero también la de Los Reyes (advocación a La Epifanía), varias de las Ánimas del Purgatorio o la de San Roque, devocional y documentada al menos desde el siglo XVI. Esta última es, además, la primera de las cuatro asistenciales que tuvo el municipio, porque junto a su actividad devocional y procesional tenía encomendado el reparto de pan entre los pobres.

A ella se sumaba la Cofradía de los Pobres Vergonzantes (documentada, al menos, en 1624 y en 1720), creada por el Conde de Benavente con la finalidad de repartir limosna entre los pobres y que hacia 1719 se agregó a la de la Vera Cruz de San Juan «la fusión, agregación o supresión de cofradías era algo habitual cuando los réditos no llegaban para cubrir el fin y la infraestructura necesarios para su mantenimiento», apostilla Alcalde. Y junto a la de San Juan, la de la Trinidad (en San Andrés), también de la Exaltación de la Cruz y la segunda con finalidad hospitalaria que se conoce en el municipio.

Del segundo hospital no quedan restos, si bien lo hubo, está documentado y se sabe que en 1787, tras una visita de inspección, el entonces obispo de León decretó la agregación de las dos hermandades hospitalarias y la construcción de un nuevo hospital en una era propiedad de la Cofradía Sacramental de San Pedro a las afueras del pueblo. Hasta la entrada en funcionamiento del gran hospital de San Roque en 1802 (hoy desaparecido) el prelado estableció que los enfermos se agruparan en el de San Juan, «más capaz y proporcional», según el documento que guarda el archivo, en el que también se establecía que las camas de los hombres se instalaran «en el salón grande», para separarlas de las de las mujeres.

El primer legajo de la llamada sección de Obras Pías que se conserva en el Archivo Provincial que habla de una cofradía hospitalaria data del año 1359, aunque se sospecha que hubo hospitales mucho antes, incluso, de la celebración de las ferias en municipios como Villalón de Campos. Y eso que el documento por el que Fernando III el Santo confirma el privilegio del mercado semanal a la villa, el más antiguo del Archivo Provincial, es del año 1250.

Las cofradías solían establecerse al amparo de una iglesia parroquial o convento (aunque algunas poseían su propia ermita); muchas eran gremiales, sobre todo en la capital, otras penitenciales y la mayoría de ellas nacían con ese carácter asistencial. La función de atención a los pobres, enfermos o necesitados se manifestaba de muy diversa manera: con casas asilo para enfermos, pobres o huérfanos, dotación de becas o mantenimiento de escuelas, entierro de pobres y ajusticiados, etc. Las únicas que persisten en la actualidad son las penitenciales, aunque algunas de Las Angustias, en la capital, fueron hospitalarias en un principio y con el paso del tiempo acabaron perdiendo su función asistencial.

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