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El genio de Leonardo también bebió de La Mota

El renacer urbano tras el fuego. Santa Cruz, Casa Blanca y el Simón Ruiz. Berruguete, los Corral de Villalpando y Juan de Juni. Sánchez del Barrio sitúa en Valladolid el epicentro del Renacimiento

PPLL

Sábado, 14 de junio 2014, 12:11

El Renacimiento español fue consecuencia de la influencia y desarrollo que se dio en el XVI al movimiento artístico y científico que, inspirado en la antigüedad clásica, se originó en Italia un siglo antes y afectó a las artes plásticas, a la arquitectura, al urbanismo y hasta a las creencias. La provincia de Valladolid, «corazón del mundo hispánico en esa época», no solo vivió en primera fila esa revolución sino que, en muchas ocasiones, fue punta de lanza en su desarrollo. De hecho, según pudieron conocer los asistentes a la tercera mesa sobre la historia provincial, celebrada en el Museo de las Ferias de Medina del Campo, la persona más influyente del Renacimiento, el genio más universal, quien ostentó el mayor número de talentos en las más variadas disciplinas, el florentino Leonardo Da Vinci (1492-1519), se inspiró en el castillo de La Mota para desarrollar su magistral ciencia de la fortificación.

El historiador Antonio Sánchez del Barrio, ponente de excepción del tercer encuentro del ciclo, con el que El Norte de Castilla conmemora su 160 aniversario en colaboración con la Diputación de Valladolid, explicó en su casa y entre los suyos cómo en los rescatados Códices I y II de Madrid (1504 y 1505) del italiano, hay analogías a escala en textos y dibujos con el castillo medinense y el erigido algo más tarde por impulso de Fernando el Católico en Salses, en el Rosellón francés, responsabilidad ambos del ingeniero español Ramiro López.

«No pudo haber casualidad, Leonardo bebió de las fortalezas artilleras castellanas», sentenció. Sánchez del Barrio atribuyó el mérito de este descubrimiento al actual responsable del plan director del Castillo de la Mota, Fernando Lobos, y recordó que la impresionante barrera artillera de la fortaleza de la Villa de las Ferias construida entre 1479 y 1483 fue la más importante de Europa hasta la de Salses (1497-1503), además de un símbolo del enorme poder de los reyes de entonces, los Católicos, primero, y Carlos I y Felipe II, después.

Y con esta bella anécdota histórica, ilustrada con la diapositiva del coso de Medina la misma con la que el catedrático Pascual Martínez Sopena concluyó en las Casas del Tratado de Tordesillas la segunda de las ponencias, en la que se abordó la etapa del medievo inició el historiador su ameno repaso por las huellas que el Renacimiento dejó en una provincia que, todavía por entonces, comprendía enclaves en León o Zamora. Lo hizo apoyándose en un centenar de imágenes, con Medina del Campo, su historia y su patrimonio, como protagonista indiscutible. Y es que, como bien recordó el subdirector de El Norte, José Ignacio Foces, «algún día, entre la lista de privilegios históricos de Medina, aparecerá el nombre de Antonio Sánchez del Barrio», profeta en su tierra donde los haya.

El doctor en Historia, autor de más de cuarenta publicaciones y comisario de medio centenar de exposiciones tendrá un lugar reservado en los libros de historia por todo ello; por ser el ideólogo, impulsor y director del Museo de las Ferias, «y por haber logrado convertirlo en un referente cultural de una comunidad tan extensa como la nuestra», apostilló Foces.

Incendios y nuevos trazados

Dos incendios, el de Medina primero y el de Valladolid capital después, fueron los culpables de otra herencia del Renacimiento en la provincia: unos trazados urbanos que inspirarían los de ciudades de nueva factura, fundamentalmente en Hispanoamérica. En el caso de La Villa de las Ferias, el fuego intencionado del 21 de agosto de 1520 (consecuencia de la Guerra de las Comunidades) obliga a redactar unas ordenanzas para reordenar la Plaza Mayor y sus calles adyacentes en un nuevo espacio homogéneo. «Ya plaza de Medina acabó siendo la más grande de España del género Plaza Mayor», aseguró Sánchez.

160 años de compromiso

  • El Norte de Castilla no pudo ser testigo del Renacimiento en la provincia, pero sí lo ha sido de su inmenso legado y del devenir de Medina del Campo a lo largo de los últimos 160 años. El historiador y colaborador del periódico, Enrique Berzal, se zambulló de nuevo en la hemeroteca para dar algunas pinceladas de cómo los corresponsales, normalmente cronistas de la villa como Ricardo Sendino, aprovechaban las páginas del diario para resaltar la importancia histórica de las ferias medinenses. Berzal se detuvo en el exhaustivo seguimiento que el periódico ha hecho de la Fundación Museo de las Ferias, desde su constitución a la inauguración de las instalaciones, pasando por la llegada de la visitante número 200.000 (una religiosa), por su ampliación o por sus estrecheces económicas. Y, siempre, con Antonio Sánchez del Barrio como fuente y referente. También las piezas del mes o la donación al museo de una letra de cambio del siglo XVII por parte de una librería madrileña, tuvieron su titular en las páginas del decano de la prensa española.

De aquella época es también el Balcón del Pópulo (1513-1523) de la Colegiata medinense, el más antiguo antecedente, aún en pie, de las capillas exteriores tan extendidas en las iglesias y catedrales hispanoamericanas. Su origen estaba en el antiguo convento de San Francisco de la capital (hoy Teatro Zorrilla) y su función principal era servir para la celebración de la misa los días de mercado sin que los feriantes tuvieran que ausentarse de sus tenderetes. «Lo tratos en las ferias de Medina no tenían validez hasta que se celebraba la misa. Quizás de ahí viene el dicho Esto va a misa».

El 21 de septiembre de 1561 llegó el segundo incendio, el que asoló el centro de Valladolid y que obligó a Francisco de Salamanca a rediseñar la zona de la actual Plaza Mayor, Plaza del Ochavo, calle Platerías... Se creaba así un nuevo núcleo urbano que bebió de la reordenación medinense y que se complementaría más tarde, ya con Felipe III, «con el extraordinario conjunto que componen en el Palacio de Pimentel, San Pablo y el Palacio Real».

Pero el primer edificio renacentista no solo de Valladolid, sino de toda España, fue el Colegio de Santa Cruz, actual Palacio de Santa Cruz y sede del Rectorado de la Universidad de Valladolid. Al parecer, fue el cardenal Pedro González de Mendoza quien, disgustado con los planos góticos adoptados para el edificio, ordenó en 1488 que la obra continuase de acuerdo con los cánones del nuevo estilo. También los adoptó Juan de Herrera en su diseño de la Catedral de Valladolid, un monumento impresionante que solo llegó a edificarse en parte.

Sánchez del Barrio se detuvo también en la herencia de los hermanos Corral de Villalpando (Juan, arquitecto; Jerónimo, escultor y Ruy, rejero). Empezó por la que para muchos es desconocida Casa Blanca, una singular villa de recreo construida en las inmediaciones de Medina a instancias de Rodrigo de Dueñas, con un exterior acastillado y un magnífico programa iconográfico renacentista en su interior. Continuó con la capilla de los Benavente, en Medina de Rioseco, uno de los conjuntos más relevantes del Renacimiento español, y no solo por las yeserías policromadas de los citados hermanos, sino por el magnífico retablo de Juan de Juni. La bóveda de la capilla de la iglesia de San Juan Bautista, en la entidad local medinense de Rodilana (recientemente declarada Bien de Interés Cultural) es otra de las muestras del trabajo de los Corral en Castilla.

Y, todavía en Medina, le tocó el turno al hospital Simón Ruiz (1593-1619) que, según Sánchez del Barrio, «fue, en su tipología, el edificio hospitalario más avanzado de Europa hasta el siglo XVIII. Lo que sucede añadió es que es de ladrillo y no de piedra». El historiador se detuvotambién en su iglesia «de tipo jesuítico», un estilo de templo, con planta de cruz latina y capillas laterales intercomunicadas, que ya se había visto en la de Santiago de la capital y que heredarían después otras, como la Colegiata de San Luis, en Villagarcía de Campos.

En el tintero tuvo que dejar Sánchez del Barrio las diapositivas y las explicaciones sobre las creencias renacentistas, desde Erasmus y la Inquisición, pasando por el misticismo o la reforma de Santa Teresa de Jesús, aunque la vinculación de la Doctora de la Iglesia con Medina del Campo será objeto de una exposición con la que el Museo de las Ferias conmemorará su V Centenario.

Escultura privilegiada

Sí repasó brevemente el ponente la huella del Renacimiento en las artes plásticas y, en especial, en la escultura, donde Valladolid, sede del Museo Nacional, es puntera. De Alonso Berruguete citó el retablo mayor de La Mejorada, en Olmedo (con una mención especial para su San Jerónimo); el de San Benito, con el fantástico San Sebastián; o el de La Epifanía, en la iglesia de Santiago (1537).

En cuanto al legado del escultor franco-español Juan de Juni, el conferenciante se detuvo en joyas como el retablo de la Catedral (diseñado para La Antigua); el Ecce Hommo, «un auténtico dios romano» (en el Museo Diocesano); El Entierro de Cristo (Museo de Escultura) y La Piedad de Medina del Campo, custodiada por el museo medinense. «La pintura no tuvo la misma importancia, porque casi todos los pintores policromaban sus retablos», concluyó Sánchez del Barrio, quien sí destacó lienzos como La Anunciación de Gregorio Martínez, y La Resurrección, de Juan Pantoja de la Cruz.

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