Pitagorines
FRANCISCO CANTALAPIEDRA
Miércoles, 5 de octubre 2011, 02:15
Aunque suelo cachondearme de algunas de las actividades más pomposas que organiza la universidad, lo hago por pura envidia, ya que como todo el mundo sabe terminé a duras penas el bachillerato y cuando empecé a hacer Derecho era padre de familia y estaba medio calvo. En esa última etapa descubrí a algunos de los genios más geniales que en el mundo ha habido, gente que, arropada con dinero público, se había pasado media vida metida en un despacho filosofando sobre las propiedades de la pintura romana al temple. Pero, más allá de la coña marinera que me traigo, reconozco que la universidad es uno de los poquísimos lugares donde se puede investigar con cierta libertad, ya que si el trabajo se hace en la empresa privada, los amos marcan objetivos y exigen resultados. Así que cuando me dijeron que el tema de hoy iba sobre patentes me dije, hombre, ya tenemos aquí la versión universitaria del Teorema del Punto Chorra, que lo analices como lo analices no lleva a ninguna parte. Pero me equivoqué, y me alegra saber que también nosotros tenemos pitagorines que inventan cosas que pueden servir para acunar niños, secar algas, utilizar el móvil como recurso didáctico, producir energía limpia o ahorrarla. Después de tanta investigación sobre las propiedades de la tiza, es lo menos que podíamos esperar. Digo yo.
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