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M. A. L.
Domingo, 25 de septiembre 2011, 02:57
Boris Izaguirre llegó a la iglesia de San Juan de los Caballeros rodeado de amigos (Lucía Bosé y Rafael Sánchez, cantante de La Unión) para enfrentarse a una sala llena y hablar con otro amigo, el periodista Juan Cruz, de su última novela, 'Dos monstruos juntos', una ficción inspirada en muchas realidades, con dos personajes, Alfredo y Patricia, inmersos en el mundo de los millonarios de Londres, un retrato de la crisis que tiene de fondo 'El jardín de las delicias', el cuadro de El Bosco que contiene el paraíso y «en el que está también el infierno».
Simpático, divertido, elegante y encantador, Izaguirre encandiló al público cuando explicaba las claves de su novela, de las vivencias que le inspiraron, comenzando con dos terremotos, el de Haití y el financiero de la quiebra de Lehman Brothers, para llegar a Valencia, donde la pareja protagonista quiere instalar un restaurante; así, la historia contiene gastronomía -«sin dar recetas»-, sexo y un humorístico, irónico y ácido retrato social. Cree Izaguirre que «los restaurantes que nos fascinan están obligados a ser algo más que templos de la gastronomía», y a renglón seguido dijo que «lo único que he aprendido en los grandes restaurantes es a no mover mucho las manos en la mesa».
Y es que este libro es un compendio de personajes «del mundo social, porque su observación, el 'neorriquismo, su grosería y repulsión me interesan mucho como ser humano». El escritor y periodista venezolano, que mantiene su contacto con la realidad a través de la prensa diaria y la del corazón, afirmó que «he decidido hacerme famoso para documentarme», para hablar y escribir de la realidad teniendo en cuenta que existen el cielo y el infierno y que «en el medio está la fama», que es «el gran poder del siglo XX, un poder que abarca todo, la cultura, la política...». Y la televisión, aunque «no me encuentro cómodo en los programas de la tele» porque «una de sus verdades es que nada es verdad en la tele». Será cosa de que «la fama hay que vivirla como una disciplina muy estricta y repetitiva, cada día, para que se sostenga».
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