Las monjas díscolas

Si ayer les contaba lo que veía paseando la margen izquierda del río Carrión, hoy poco he tenido que andar para relatarles lo que veo en su margen derecha, pues solo con atravesar el puente, me he plantado en Perales, otra pequeña población que bebe de sus aguas y en cuyas márgenes podremos disfrutar de unos entornos naturales igual de agradables.

Pero aparte de este camino de agua digno de recorrerse y visitarse, también les diré que entre medias de Perales y su pedanía de Villaldavín discurre un buen tramo de la antigua Cañada Real Leonesa.

Esa vernácula senda por donde subían y bajaban de la montaña las ovejas merinas, por lo que tampoco ha de extrañarnos que en su proximidad todavía se mantenga en pie una ermita dedicada a la Virgen de las Nieves, imagen a la que tenían mucha devoción los pastores trashumantes que aquí hacían descansadero.

La iglesia parroquial se dedica a San Pedro, pero sabemos por las viejas crónicas que durante cuatro siglos en Perales existió un monasterio de monjas cistercienses dedicado a Nuestra Señora de la Consolación, que fue fundado por los condes de Lara allá por el siglo XII, y que aquí se mantuvo hasta que a finales del siglo XVI la comunidad fue trasladada forzosamente al convento de Santa Ana y San Joaquín de Valladolid, por mostrarse un poco díscolas al cumplimiento de sus votos y hasta a la propia Orden.