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Asistentes a la jornada de convivencia de 'Narcóticos Anónimos', procedentes de toda España, ayer en el colegio Ave María . :: RICARDO OTAZO
VALLADOLID

«Las drogas eran nuestro gran amor y dejarlas resulta muy duro»

Narcóticos Anónimos reúne a un centenar de adictos que no quieren serlo

J. S.

Domingo, 13 de marzo 2011, 02:37

«Las drogas eran, o son, nuestro gran amor y dejarlas de golpe resulta muy duro. Por eso nosotros preferimos aplicar el aquí y ahora e intentar ir poco a poco. Sin reproches y sin promesas que luego no puedas cumplir», explica Fernando, impulsor del primer grupo de autoayuda de la asociación Narcóticos Anónimos (NA), una escisión sobre drogas similar a la dedicada al alcoholismo, que funciona en la capital desde 2008. Valladolid fue la elegida precisamente este fin de semana por el colectivo para organizar una convivencia entre más de cien adictos o exadictos procedentes de toda España en el colegio Ave María de la carretera de Rueda.

«Nosotros creemos en el valor terapéutico de un adicto que ayuda a otro y el único requisito para llegar hasta nosotros es querer dejar de consumir», resume Fabián, miembro del grupo de Vigo y asistente a las jornadas de convivencia entre algunos de los integrantes de los 96 colectivos que hay en el país.

Fernando y Fabián, los únicos exadictos que rompen, y solo dando su nombre, con la premisa del anonimato, explica que ambos llevan ya unos cuantos años más o menos alejados del dolorosa mundo de los estupefacientes -3,5 años lleva «limpio» el primero y 13 su compañero-. «El anonimato crea un clima de igualdad porque aquí no importa quien seas», justifican.

«Infiernos» personales

Ellos mismos reconocen que vivieron auténticos «infiernos» fruto de sus adicciones, que se prolongaron durante décadas, y aclaran que a los grupos de autoayuda siempre llegan los drogodependientes cuando «tocan fondo». El problema, lamentan, es que «muchos adictos tocan fondo cuando mueren». Eso en el peor de los casos, y saben de lo que hablan, aunque la mayoría pasa por problemas familiares -divorcios, abandono de hijos...-, condenas por robo, ingresos en psiquiatría... y un largo etcétera. «Cuando te cansas de perder comprendes que es una enfermedad, que las drogas son más fuertes que tú y que necesitas recibir algún tipo de ayuda».

El fondo común de todos los adictos, añaden, es el «dolor» propio y el de sus allegados, porque ser «familiar de un adicto puede convertirse en una pesadilla terrible».

Ellos proponen los grupos de apoyo y aclaran que «eso no significa» que estén «en contra de terapias más formales, por supuesto, porque todas pueden ser compatibles».

Todos los miembros son, o han sido, adictos. «Sabemos lo duro que es esto y por eso nuestro lema es 'solo por hoy'», es decir, «ahora no consumo y mis compañeros me aplauden por eso, luego ya veremos, aunque nadie lo deja si no quiere».

Dignidad y autoestima

Los dos reconocen que han visto a muchos asistentes a los grupos ir y venir, dejarlo y recaer. «Hay gente que se va, sí, pero cuando ocurre el milagro es maravilloso», afirman.

Fernando reconoce que hace siete años lo dejó y hace cinco y medio tuvo una recaída: «Ahora sigo limpio y mi vida es completamente diferente. Tanto que llego a pensar que no disfrutaría tanto de no haber pasado por mi etapa anterior».

Su compañero Fabián recuerda que el consumió durante 18 años, hasta los 32. «Nadie dice de pequeño que quiere ser drogadicto, pero ocurre, y cuando sales recuperar la dignidad y la autoestima y te enfrentas a los mismos miedos que padece todo el mundo sin necesidad de acudir a las drogas», concluye.

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