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MIGUEL LORENCI
Martes, 11 de enero 2011, 01:17
«Murió risueño y en paz mientras dormía, horas después de haber visto ganar al Real Madrid de sus amores en el Bernabéu. Debemos despedirle con una sonrisa, que es lo que él hubiera querido».
Concha Navarro daba así un feliz adiós a su padre, Juanito Navarro, un gran cómico que nos dejaba a punto de cumplir 85 años en la madrugada del lunes. El corazón del polifacético caricato falló cuando dormía en su domicilio, poniendo final a una vida plena, entregado durante casi siete décadas a una profesión que amó y en la que hizo de todo para arrancar sonrisas a los espectadores de teatros, cines y televisiones. Fue la suya una carrera desigual iniciada en la revista y con sus cimas en la revista y en el cine de 'destape' de los años setenta y ochenta. Su poderosa vis cómica era garantía de éxito y fue explotada en escenarios y platós de cine y televisión. Una larga carrera que el actor concluyó con las botas puestas. Activo a pesar de algún achaque, su colaboración en Torrente IV, que disfrutaremos ya con carácter póstumo, fue su último trabajo para el cine.
Buen parte de la profesión, que lo adoraba, desfiló este lunes por el Tanatorio de la M-30 en Madrid, donde sus restos serán incinerados hoy para ser enterrados en el madrileño cementerio de la Almudena.
Una vida feliz
Colegas muy próximos como Luis Varela, su 'hermano' Quique Camoiras, Andrés Pajares o Concha Velasco querían despedir a un buen actor y mejor persona. «Nunca se quejó por nada. Dedicó su vida a hacer felices a los demás» explicaba la mayor de las dos hijas del actor, empeña en no derramar una lágrima como hubiera querido su padre. «Ha tenido una vida feliz y un muerte dulce en la que solo había una espinita, no haber disfrutado de la medalla al mérito del trabajo tras setenta años de hacer reír a toda España» explicó Concha Navarro. Juan Navarro Rubinos nació en Madrid el 8 de julio de 1926.
Comenzó a estudiar ingeniería aeronáutica, pero pronto se sintió atraído por el teatro. Con apenas 21 años, debutó en las tablas con la zarzuela cómica 'La blanca doble' de Jacinto Guerrero. En los años cincuenta, cuando tomaba un pálido color la grisura de la posguerra, ingresó en la compañía de revistas del madrileño y muy castizo teatro La Latina. De ahí a saltó a la compañía de revistas del maestro Cabrera, a la que se incorporó en 1952 interpretando comedias y musicales como 'Pan, amor y postre' o 'Lo tomas o lo dejas' junto a las vedettes Carmen Jareño y Amparo de Lerma.
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