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JAIME ROJAS
Domingo, 26 de septiembre 2010, 03:17
Después de casi once años viviendo en la ciudad, con el segovianismo patrio ya bastante interiorizado, he descubierto que resulto más simpático. Me explico. Si uno dice que es de Valladolid -que es mi caso- o de Albacete -y que me perdonen mis paisanos y los pobres albaceteños- la contestación del interlocutor suele ser la callada por respuesta; nada que comentar. Sin embargo, si uno dice que es de Segovia, siempre hay una historia: que si 'yo de niño fui una vez de excursión', que si el cochinillo, el Acueducto, la jota de la mujer segoviana o incluso aquello de 'qué gracioso lo del fotógrafo ese de la calle principal', en referencia al entrañable Ángel Román, siempre en plena Calle Real con sus artilugios de época. Segovia es, por tanto, una gran generadora de conversación y, lo que es más importante, de simpatía. Lo segoviano cae bien, siempre que no contemos eso de que 'de Segovia, ni la burra ni la novia', para no dar pistas de nuestras cosas y miserias, que las tenemos.
Para la candidatura Segovia 2016 se ha peleado en una batalla desigual con otras ciudades aspirantes; por recursos humanos y dinerarios, sobre todo, y por apoyos. Pero si en Santander tienen presupuesto, pues nosotros somos más simpáticos; y si en Burgos hay doce personas trabajando en la candidatura y aquí, tres, pues también somos más simpáticos. Y, claro, si a Córdoba le apoya el ministro Moratinos, aquí somos más simpáticos porque nos ayuda Perico Delgado, que seguro que su popularidad es más alta.
Por simpatía podemos llegar a la gloria. Y si al final ni pasamos el corte y perdemos, nos quedará el consuelo de que caemos bien y, en eso, ganamos a muchos adversarios.
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