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Amaya, María José y Rosa, con el célebre bacalao y un guiso de carne de su cocina de Montamarta. :: ARGI
MONTAMARTA (ZAMORA)

Rosa de Montamarta

Rosamary es un buen ejemplo de cocina tradicional elaborada en el solar del Zangarrón, en pleno camino de la Vía de la Plata

JAVIER PÉREZ ANDRÉS

Viernes, 3 de septiembre 2010, 02:37

El restaurante Rosamary cumplirá 30 años cuando el Zangarrón vuelva a recorrer las calles de Montamarta en enero de 2011. Su ubicación, al pie de la N-630, es referencia obligada en el Camino de Santiago de la Vía de la Plata. Pero, sobre todo, es hoy una apuesta decidida por parte de Rosa que, junto a su hija Amaya, está consiguiendo que Montamarta aparezca en el mapa de la gastronomía zamorana y regional. Rosamary surge de una bonita historia de zamoranos que se fueron a trabajar al País Vasco y después regresaron a su tierra. Alfonso y Rosa fueron los fundadores del restaurante de Montamarta. La hija mayor, María José, que ayuda en el restaurante en temporadas, conoce bien el origen de la cocina tradicional de este establecimiento, donde se explican sus guiños a la cocina vasca, como el bacalao a la vizcaína, que mantiene la misma receta aprendida en el restaurante familiar Viuda de Velar, en Derio (Vizcaya).

Lo cierto es que su cocina actual se enmarca en la tradicional, con platos bien elaborados, donde no faltan hortalizas, legumbres, carnes de Aliste, vinos zamoranos, guisos, panes de la zona y una apuesta decidida por la cocina de las setas.

Esta es una cocina de mujeres, cada vez más comprometidas por la gastronomía zamorana. Un servicio amable, cercano y con una magnífica relación calidad-precio que justifica una visita a la localidad, célebre por su Zangarrón. Un personaje que destaca en la escultura, junto a la iglesia de la localidad.

Montamarta une, a sus muchos valores, el hecho de ser una de las lenguas del embalse de Ricobayo, que besa las laderas de la ermita de Santa María del Castillo, tan frecuentada en Año Nuevo y Reyes. Esto se une al célebre personaje de la etnografía zamorana, enmarcado en las mascaradas ibéricas.

Todos estos son atributos más que suficientes para respaldar una cocina que sigue fiel al recetario de la matriarca y que logra que en el restaurante se respire algo que ya no es tan frecuente: familiaridad y confianza. Buena cocina, raciones generosas, un cálido comedor y un establecimiento siempre con bullicio, pues su emplazamiento no pasa desapercibido. Rosa entiende que su compromiso con los peregrinos de la Vía de la Plata empieza con un menú que se ajuste a los caminantes. No hay duda de que Rosa y su hija Amaya han de estar ya entre las referencias de la cocina zamorana.

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