De sol a sol en el caserío

Desde que amanecía hasta que anochecía. Manuel Alonso, de 87 años, vecino de Guaza de Campos, estuvo durante unos treinta años desplazándose todos los días desde su pueblo a su trabajo, en el caserío de Benavides (antiguo monasterio denominado Real Monasterio de Santa María de Benavides), situado a unos tres kilómetros de Guaza de Campos. Inicialmente, el recorrido lo hacía andando. Después, ya lo hizo en bicicleta y, por último, en coche. «Y menos mal que llegó el coche, porque cuando era invierno e iba andando al caserío cogía mucho frío, pero, vamos, que todo se pasaba con un poco de vino y de manteca», recuerda ahora sonriendo al echar la vista atrás.

Manuel Alonso era el único guaceño que iba a trabajar al caserío, al que llegó por intermediación del encargado, con el que tenía una buena amistad. El día que le ofreció comenzar a trabajar, Manuel no se lo pensó ni un momento, y al día siguiente ya estaba en el tajo. Y no se equivocó de trabajo. «Fueron unos años muy bonitos, en los que disfruté mucho haciendo mi trabajo y con la gente», añade.

En el caserío, Manuel era algo así como 'el manitas'. «Vamos, que hacía lo que me mandasen, porque aunque yo era albañil, si tenía que hacer de obrero del campo e ir a vendimiar o a escardar, pues lo hacía sin rechistar», apunta. Y a pesar de haber dejado el caserío hace ya muchos años, Manuel recuerda todavía con cariño aquellos años, «y a las señoritas que lo regentaban, porque me apreciaban mucho», agrega.

Camarero y alguacil

De lunes a viernes, y de sol a sol, trabajaba en el caserío, y los fines de semana, en el bar que regentaba junto a un amigo en Herrín de Campos, en la provincia de Valladolid, a tres kilómetros de Guaza. Así estuvo durante más de cinco años: viajaba los fines de semana a Herrín, y el lunes de nuevo de viaje, pero en este caso al caserío.

Y también recuerda anécdotas de aquellos años, como el día en el que mientras estaban cerrando el bar entraron unos conocidos y a punta de pistola les obligaron a meterse en el coche y les llevaron a Villalón. «Allí, los que nos habían cogido, buscaban a otros chicos, pero menos mal que no aparecieron, porque sus intenciones no eran nada buenas», recuerda Manuel, quien ahora se ríe contando la historia, pero por aquel entonces reconoce que pasó bastante miedo. Fue algo así como un secuestro exprés.

En el caserío, en el bar de Herrín o en el Ayuntamiento de Guaza, Manuel ha estado toda su vida haciendo cosas. Ahora, por ejemplo, sigue ejerciendo como alguacil del Ayuntamiento. «No me cuesta nada hacerlo porque yo vivo casi enfrente del consistorio y acercarme a abrirlo no es nada», explica. Además confiesa con contundencia que seguirá como alguacil hasta que el cuerpo aguante. «Es algo que me mantiene activo y que me entretiene», asegura.

Partida diaria

Además Manuel, tras ejercer sus funciones como alguacil, cuida de su huerto y de sus animales -los conejos y las gallinas-, y por las tardes no hay un día que no eche la partida en el teleclub. Cada día juegan dos partidas al tute y dos a las fichas, y mientras tanto se toma un café, después una 'fanta' de naranja y, por último, el vino con gaseosa.

Esta semana además es uno de los responsables del teleclub, así que le toca atender a los que vayan. «Así nos evitamos problemas entre los vecinos, tenemos un calendario de a quién le toca cada semana y no discutimos», puntualiza.

No podía terminar de otra manera la conversación que tomándonos una 'fanta' de naranja en el teleclub. Manuel Alonso no quiere abandonar su pueblo porque le gusta y porque está tranquilo. Tiene un piso en Palencia. «Pero la vida en la capital no me gusta, yo prefiero el pueblo, del que no me quiero mover. Me doy paseos, pero sólo llego hasta el cementerio, por si acaso. No vaya a ser que salga fuera del pueblo y no pueda volver a entrar de nuevo en Guaza de Campos», concluye Manuel entre risas.