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Kilos de setas camufladas tras una roca en los ricos pinares micolóigicos de Vinuesa, en Soria. .
Impunes ladrones de setas

Impunes ladrones de setas

Los furtivos micológicos, que ya se han convertido en un problema de orden público, mueven millones de euros en el mercado negro

Isabel G. Villarroel

Martes, 20 de octubre 2015, 18:09

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Ha pasado otro año más, comienza otra campaña micológica y los problemas siguen siendo los mismos, pero más graves. Los decomisos de hongos y campamentos de recolectores ilegales vuelven a estar a la orden del día en los montes de Soria y de otras provincias de la comunidad. La Junta de Castilla y León reconoce que ya se ha convertido en un problema de orden público. «¿Me escucha caballero, me entiende?», «¿Solo lleva licencia una persona? Pues podéis coger cinco kilos entre todos», se afana en hacerse entender un agente medioambiental de la Junta. Acaba de dar el alto a una furgoneta con siete personas de origen rumano en el Valle del Río Razón. Les exige abrir el maletero y se produce entonces un nuevo decomiso: no son cinco kilos los que llevan en el vehículo, sino cuarenta. Mientras tres agentes bajan las banastas y las pesan, el cuarto procede a interponer la denuncia por infracción de la Ley de Montes. La sanción a imponer será entre 100 y 400 euros.

«Nosotros no pagamos, la multa se queda aquí con vosotros». Así de claro se expresa otro recolector ilegal, también rumano, que no habla correctamente español pero que entiende y se hace entender muy bien. Es la respuesta que les ofrece a los agentes de la Guardia Civil que completan el operativo contra la recolección ilegal. Siete furgonetas, una detrás de otra, se disponen a ser registradas por nueve agentes medioambientales y la acción acaba en nuevos decomisos. Son los primeros días de la campaña micológica y ya se han interceptado más de tres toneladas y se han levantado media docena de campamentos de recolectores sin licencia, todos integrados por rumanos, que suman más de 400 denuncias. Y las cifras aumentan día tras día. El año pasado se batió el record, con 15 toneladas de setas decomisadas y más de 700 personas denunciadas.

Pero las denuncias no conducen a ninguna parte y las sanciones nunca se cobran porque, al no tener residencia fija en España, es casi imposible localizar el domicilio de estos ciudadanos de la Unión Europea oriundos del Este. Las furgonetas, repletas de estas cuadrillas, denuncian los comerciantes, aparcan a la puerta de los supermercados de la capital, arrasan con lo que pueden, se comen los productos de las estanterías y vuelven a salir. En el mejor de los casos compran algo. Los afectados llaman a las autoridades, pero poco pueden hacer. Se trata de un bien de primera necesidad y son ciudadanos europeos, por lo que la presencia de los agentes de la Policía y la Guardia Civil acaba en meras identificaciones de los autores, sin castigo. Otro agente explica que «los decomisos se llevan a Cesefor, que es la Fundación encargada de introducir la mercancía en el mercado, y la recaudación obtenida teóricamente debería revertir en los ayuntamientos propietarios de los montes». Se para a otra furgoneta que «es una avanzadilla, lleva emisora, por lo que ahora avisará al resto de que estamos haciendo control aquí, e intentarán salir del monte por otra pista forestal». Es un día entre semana. A las nueve de la noche se hace el recuento de lo interceptado. Casi mil kilos.

Acampados

A las seis de la mañana no ha amanecido aún pero los agentes comienzan la batida por el monte. Entran con sigilo en el interior de un campamento, donde inician los registros de tiendas y vehículos. Los habitantes se muestran agresivos. «No quiero que nadie me abra el coche, ya lo abro yo, solo tengo ropa, no tengo boletus», es la respuesta de los más de medio centenar de colonos ilegales que acampan entre pinos en Vinuesa. Se expiden nuevas denuncias, esta vez por acampada ilegal, se le requisa tiendas de campaña, colchones y otros enseres. Son recolectores sin permisos que trabajan para alguien, no tienen contrato, cobran 20 euros al día, se alimentan de conservas y cerveza, cuyas latas acaban entre los árboles.

Al preguntarles qué hacen con los hongos, responden que «los vendemos en el pueblo, a los restaurantes y a la gente». Realmente les venden una pequeña parte, pero el grueso de la carga termina en grandes camiones frigoríficos destino a Mercabarna, el polígono de grandes mayoristas alimentarios de Barcelona y alrededores. A media noche o a media mañana se produce el intercambio de la mercancía de las furgonetas a los camiones en las salidas de los montes; la Venta Nueva, en la carretera N-122, o la Venta de Piqueras, en el límite con la comunidad de La Rioja, son dos de los puntos de trasvase de las setas, en su mayoría boletus, aunque también níscalos.

Furgonetas que se pueden encontrar en las pistas forestales estos días vendiendo hongos, sin factura claro, porque la compraventa de setas en Soria no está regulada, desvela un negocio ilegal que conduce a una economía sumergida de la que muchos se lucran, otros se aprovechan y otros, los esquilmadores de las colonias de setas, malviven.

El sector del micoturismo, tan importante para la provincia de Soria, comienza a temer que la recolección ilegal ahuyente a los visitantes y se lo piensan dos veces antes de contratar paquetes turísticos. País Vasco, Tarragona, Lérida, Barcelona, Cuenca, Valencia En menos de tres horas los agentes medioambientales han parado a decenas de coches de turistas. Algunos van pasados de kilos y también se han llevado su denuncia, que a ellos sí se les cobra. «Es una vergüenza como están los montes de sucios, los suelos levantados con rastrillos, las raíces fuera, y colchones y ropa entre los árboles». La imagen repugna a los turistas. «Venimos todos los años, pero este año es el que más furgonetas estamos viendo; nos molesta encontrarnos con las cuadrillas de rumanos por el monte porque nos intimidan», protestan.

La subdelegación del Gobierno en Soria asegura que «no ha habido ninguna denuncia por robos de cestas, amenazas u otros incidentes en lo que llevamos de campaña», pero los vecinos de Pinares advierten de que «cualquier día va a haber un susto, no aguantamos que los rumanos se acerquen a ver qué llevamos en nuestras cestas y que a veces nos pidan nuestros hongos».

Los agentes medioambientales no pueden portar ningún tipo de arma, no se lo permite la ley, por lo que se sienten indefensos; «hemos pedido porras y otras herramientas pero se nos han denegado, nos enfrentamos a recolectores ilegales que van armados».

El programa de gestión micológica Micocyl, que no convence a muchos de los ayuntamientos que lo integran, regula los permisos que necesitan los usuarios para recolectar setas en los montes de Soria. Pero, tras años de gestión, no ha sido capaz de avanzar un paso más y atajar la compaventa ilegal. Más de 15.000 kilos interceptados de boletus la temporada pasada, a 10 euros el kilo, hace una media de 1.150.000 euros que se retiraron del mercado ilegal. Es hora de que la Junta de Castilla y León se plantee legalizar un negocio que, de no hacerlo, morirá por sí mismo. La cara que muestran los montes de Soria cada vez es más desagradable, con suciedad y suelos levantados. Durante unos años, en estas zonas arrasadas por el rastrillo, no volverán a crecer hongos.

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