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Los narcos recurren a submarinistas experimentados para llevar a cabo sus operaciones. Guardia Civil

La última moda del narco: los 'alijos parásito'

Los traficantes adhieren fardos de droga a los cascos de los cargueros y los recuperan en el puerto de destino con propulsores submarinos

Juan Cano

Málaga

Sábado, 30 de agosto 2025, 00:02

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Quizá se haya preguntado alguna vez por qué los barcos tienen al menos dos colores. No es una cuestión estética. La obra muerta es la parte de la embarcación que está por encima de la línea de flotación, es decir, la que está fuera del agua. La obra viva, la que está bajo la superficie y, por tanto, en contacto con la flora y la fauna marina. Por eso, para evitar que el casco sea colonizado por moluscos y algas (los pescadores lo llaman escaramujo), se pinta con una patente 'antifouling' (anti-incrustación), que suele ser roja.

Pero el escaramujo no es lo único que se adhiere últimamente a las embarcaciones. De un tiempo a esta parte, las Fuerzas de Seguridad del Estado han detectado un aumento de los denominados 'alijos parásito', una modalidad emergente en el tráfico de drogas marítimo que consiste en adosar estupefacientes -principalmente, cocaína- al casco de buques mercantes por debajo de la línea de flotación, es decir, en la obra viva.

El método, uno de los más sofisticados y probablemente el más difícil de detectar, permite ocultar la mercancía y que pase inadvertida en los controles convencionales en los puertos donde atracan. Pero demuestra, también, un cambio de tendencia en el narco, que cada vez explora más las rutas bajo el agua -de ahí el auge de los narcosubmarinos- para traficar con mayor seguridad y escapar del cerco policial, ya que arriesgan millones de euros en cada envío.

270 kilos

pesaba el primer 'alijo parásito' localizado en España en 2005

10% del valor de venta

Es lo que se lleva el equipo de instalación y rescate

El modus operandi consiste básicamente en adherir los paquetes de droga al casco de la embarcación, como si fueran parásitos o escaramujo. Para ello, buzos al servicio de los traficantes fijan la droga utilizando unos cilindros metálicos (los denominan torpedos) o paquetes impermeables. Según el caso, utilizan potentes imanes o soldaduras y los adosan a zonas de difícil acceso y visibilidad, como los compartimentos de refrigeración o la tobera de la hélice.

Los narcos esconden los alijos en grandes cargueros a granel o en buques metaneros, que transportan gas licuado, y que sólo pueden atracar en puertos muy concretos con diques de gran tamaño. «Tuvimos conocimiento de que habían entrado por el norte de España», explica un comandante de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil especializado en la lucha contra el tráfico de estupefacientes, que reconoce la dificultad para combatir estos envíos. «No puedes hacer inspecciones aleatorias porque paralizas la actividad en puerto y eso cuesta muchos miles de euros. Normalmente actuamos cuando una investigación nos señala un barco en concreto».

El método se detectó inicialmente en Brasil. «Hicimos un viaje hasta allí porque la DEA (Administración de Control de Drogas) estadounidense nos advirtió de que había recibido información de que se habían realizado muchos envíos de golpe, muy rápido, utilizando este modus operandi, y que ya habían entrado por distintos puertos españoles», añade el mando de la UCO.

Así se recupera un alijo de droga adosado al casco de un carguero Guardia Civil
Imagen principal - Así se recupera un alijo de droga adosado al casco de un carguero
Imagen secundaria 1 - Así se recupera un alijo de droga adosado al casco de un carguero
Imagen secundaria 2 - Así se recupera un alijo de droga adosado al casco de un carguero

El problema en Brasil ya había adquirido dimensiones serias. Los buzos profesionales que estaban especializados en tareas industriales, y que trabajaban para los puertos o los astilleros, estaban dejando sus empleos para pasarse a las filas del narco por los enormes beneficios que obtenían. Según las autoridades cariocas, el equipo de instalación-rescate (submarinistas y piloto de la embarcación) percibía el 10% del valor de venta de la mercancía en Europa. «Las autoridades tuvieron que crear un registro de todos los profesionales que hacían la formación necesaria para estas tareas y así poder controlarlos», aclara el comandante. La Guardia Civil tuvo conocimiento de que organizaciones brasileñas, ante la falta de personal, habían venido a España en busca de buzos profesionales.

Buceadores técnicos

El papel de los submarinistas en este método es esencial. Se juegan la vida. Es el rol más peligroso, porque requiere de unos conocimientos en el uso de los respiradores 'rebreather', un sistema cerrado que evita que las burbujas salgan a la superficie. Básicamente, el equipo absorbe el dióxido de carbono exhalado y permite la reinhalación (reciclaje) del oxígeno no utilizado. El mando policial apostilla: «Tienes que ser un buceador técnico, sólo está al alcance de los más avezados. Además, deben ser muy hábiles cuando se echan al agua cerca de un barco de estas dimensiones para saber que no hay aspiraciones en los lugares donde van a meter la mano, controlar las corrientes…».

No en vano, ya ha habido muertes a ambos lados del Atlántico. En 2018, dos submarinistas de Manilva (Málaga) y Algeciras (Cádiz) fueron detenidos por la Policía Nacional acusados de dejar morir a un tercero. Los investigadores concluyeron que habían desviado las labores de búsqueda, presuntamente proporcionando información mendaz, para ocultar que estaban participando en la recuperación de un alijo de cocaína bajo el agua. El cadáver de su compañero fue localizado 10 días más tarde flotando junto a una de las terminales de carga del puerto algecireño.

Lo más llamativo de los 'alijos parásito' es que no necesitan de la connivencia del buque. «Puede haber empleados cómplices, pero también hemos observado que, a veces, la tripulación ni siquiera es consciente de que transportan droga en el casco», añade un mando policial, quien asegura que los traficantes pueden actuar con total discreción en puertos calientes de Sudamérica para adherir los fardos al navío y luego los recuperan con el mismo sigilo -habitualmente, con nocturnidad- en los de destino.

  • 2018 Dos submarinistas fueron detenidos por la Policía Nacional por dejar morir a un tercero.

  • 2023 Interior adquirió drones submarinos operados por control remoto

«Si logras la connivencia del capitán o del segundo, tienes más seguridad en las maniobras, pero lo que a nosotros nos ha llegado es que no es así. Adosan la droga sin que nadie de la tripulación lo sepa», continúa el comandante de la UCO. El lugar preferido de los narcos para esconder su tesoro es el cofre de mar, una cámara cerrada en el casco del buque por la que entra agua necesaria para diversas operaciones, como refrigeración, lastre o extinción de incendios. A los buzos les basta con desatornillar las rejillas, sujetar con abrazaderas los fardos dentro de ese compartimento y volver a cerrarlo.

Colaboración entre países

El principal «desafío» que representan los 'alijos fantasma' es la dimensión internacional de las organizaciones que utilizan este sistema. De ahí que se haya intensificado la colaboración entre países para combatirlos. Tanto la Policía Nacional como la Guardia Civil han detectado este método en los últimos años en operaciones conjuntas con la DEA estadounidense.

  • El último detenido La Guardia Civil detuvo el 23 de julio a un buzo cuando trataba de extraer más de 100 kilos de cocaína en el puerto de Las Palmas.

  • La entrega Los narcos esconden los alijos en cargueros a granel o buques metaneros que transportan gas licuado y sólo pueden atracar en grandes diques.

  • Sin permiso Los 'alijos parásito' no necesitan de la connivencia del buque. A menudo la tripulación no sabe que transportan droga pegada al casco.

  • Un método al alza Los avances tecnológicos que facilitan la recuperación de la droga han multiplicado las operaciones practicadas con este método.

  • Desde la superficie Con una autonomía de seis horas, los drones son capaces de alcanzar los cuatro nudos de velocidad y bajar hasta los 100 metros de profundidad.

En España, el primer 'alijo parásito' se detectó en 2005 en el puerto de Carboneras (Almería), donde la Guardia Civil y Vigilancia Aduanera interceptaron un barco de bandera chipriota que llevaba adherido al casco dos cilindros metálicos con 270 kilos de cocaína en su interior. Lejos de ser un sistema novedoso y aparentemente un caso aislado, como se consideró entonces, el envío de droga mediante este método se ha multiplicado en los últimos años, impulsado principalmente por los avances tecnológicos, que facilitan la recuperación de los estupefacientes.

Ahora, para extraer la mercancía, utilizan unos propulsores submarinos llamados 'seascooters', que les permiten desplazarse bajo el agua y cargar los fardos sin salir a la superficie ni pisar el barco. «Van a metro y medio o dos metros de profundidad hasta la costa. Son prácticamente indetectables», confiesa el comandante de la UCO. Estos sistemas de navegación subacuática, manejados por buzos expertos, sirven para moverse de forma rápida y eficiente «incluso en condiciones marítimas adversas», apostilla otro investigador. De hecho, están preparados para recorrer cierta distancia y alejarse de los puertos -más vigilados- para sacar los fardos a tierra firme.

Los cambios en las rutas de la cocaína, con nuevos agentes internacionales y diferentes escalas, así como la diversidad de puertos que controlan las mafias, han contribuido a la proliferación de los 'alijos parásito', lo que ha obligado a las autoridades a intensificar las inspecciones en los recintos portuarios, si bien las organizaciones también actúan cuando los mercantes están fondeados cerca de la costa a la espera de resguardo, explican fuentes de la lucha contra el narcotráfico.

Las Fuerzas de Seguridad han recurrido a la tecnología tras comprobar la escasa efectividad de los métodos habituales de rastreo, como las pértigas que se empleaban para tantear los cascos de los barcos o el costoso recurso que suponía movilizar a los buzos del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS), que sólo se desplazaban cuando existían sospechas fundadas o habían una investigación detrás que lo respaldara. «Es imprescindible tener ojos bajo el agua, pero de una manera más eficiente», explica el agente.

En 2023, el Ministerio del Interior adquirió para la Guardia Civil -que tiene asumidas las principales competencias en el mar- unos drones submarinos operados por control remoto, conocidos por sus siglas en inglés, ROV. Pesan menos de cinco kilos y se manejan desde la superficie. Con una autonomía de seis horas, son capaces de alcanzar los cuatro nudos de velocidad y bajar hasta los 100 metros de profundidad, por lo que pueden rastrear sin problemas las partes más profundas de los cascos de barcos con mayor calado. Disponen de cámaras de alta definición y luces para trabajar en condiciones de poca visibilidad.

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