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George Parsonage.

El salvavidas del río

George Parsonage es escocés, tiene 75 años y ha rescatado a 1.500 personas y 800 cuerpos de las aguas del Clyde. Empezó con su padre y hoy sigue con su hijo

isabel ibáñez

Viernes, 13 de septiembre 2019, 13:38

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Es poderoso el atractivo que tiene la ribera de un gran río a su paso por una gran ciudad. Los paseos a su vera son frescos y la oportunidad para alejarse del ruido, que se queda ahí, a la vuelta de la esquina, para atraparnos de nuevo en cuanto cruzamos un par de calles. Su melancólico fluir llama también al que huye de algo mucho más tremendo que el simple agobio urbanita, quien busca escapar de una existencia que se le ha hecho bola y no le pasa por la garganta, viendo en la oscura corriente una aceptable salida. A veces supone además un peligro para despistados, amantes de los 'espirituosos' que conducidos por el alcohol no atinan con sus pasos, y, por desgracia, para los más pequeños.

De todo esto sabe mucho George Parsonage, un escocés de 75 años que lleva su vida entera navegando el río Clyde –el segundo más largo de Escocia, con 170 kilómetros– a su paso por Glasgow. Lo hace en una barca con el objetivo de sacar de sus aguas todo lo que no pertenece a ellas. Empezó acompañando a su padre, Benjamin... «Mi primera vez fue en 1958, cuando dos niños se ahogaron al caerse de una balsa que habían construido. Ocurrió algunas millas río arriba fuera del límite de Glasgow, en un lugar llamado Bothwell, en Lanarkshire», rememora Parsonage. 61 años han pasado de aquello y este hombre de pelo revuelto y alma de anzuelo zarpa cada día con el entusiasmo y la resolución de aquel primero.

En su estudio de escultor.

En su cesta, una asombrosa y maravillosa 'pesca': más de 1.500 personas rescatadas del agua y 800 cuerpos recuperados, lamentablemente demasiado tarde. «Hace varios años recibí una medalla de la Royal Humane Society por salvar, así dijeron ellos, a más de 1.500 personas. No he contado cuántas he sacado desde entonces». Varias le deben ya la vida solo desde el pasado enero. Le llaman 'The Riverman', el hombre del río.

Cada fin de año, cuando suenan las campanadas, hace ya rato que su barca surca las aguas...

–Creo que la Nochevieja es particularmente complicada en el río. ¿Cómo trabaja esas noches? ¿Recuerda alguna en particular?

–Ocurre que hemos tenido varios accidentes ese día, personas con recuerdos tristes que no deseaban comenzar otro año, pero las cosas han cambiado y aunque mi hijo y yo salimos y remamos río arriba y río abajo antes y después de la medianoche solo para asegurarnos de que en nuestra área todos se están comportando, ahora no hay tantos problemas. Recuerdo haber recibido un Año Nuevo rescatando a una anciana que no deseaba pasar esa noche sola y saltó al agua cerca de nuestra casa sabiendo que probablemente sería rescatada y podría pasar los próximos días en el hospital en compañía de otras personas. Es triste, pero ella estaba feliz. Otros años escuchamos las doce campanadas estrechando las manos de los policías y sanitarios de guardia esa noche.

El origen de todo

  • La Glasgow Humane Society. Es el servicio de botes salvavidas continuo más antiguo del mundo. Actúa en colaboración con la Policía. El 'Bennie' es un bote diseñado por Benjamin Parsonage que se exhibe en el Museo Riverside. Varios de los botes de la Sociedad son réplicas de este, ya que es el más rápido y el que puede inclinarse lo suficiente como para permitir que una persona sea elevada por el costado.

  • 1790 es el año de fundación de esta sociedad humanitaria.

  • La última iniciativa. La Sociedad está en conversaciones con los taxistas para que lleven en su maletero un salvavidas, de forma que cuando pasen por uno de los numerosos puentes que cruzan el Clyde puedan ayudar en caso de necesidad. También recibirán un curso de primeros auxilios.

Esta corriente que arrastra a Parsonage a salvar vidas le viene desde los tiempos en que The Riverman era su padre, Benjamin, ya fallecido. George, igual que antes su progenitor, es parte de la Glasgow Humane Society (Sociedad Humanitaria de Glasgow), una organización que viene salvando las vidas de los que se caen o se tiran al Clyde desde 1790. «Fui un oficial pagado hasta hace 10 años, cuando la Sociedad casi se quedó sin dinero. Recibí una pensión y ahora trabajo como voluntario. Esto liberó mi salario para permitir que la Sociedad contratara al joven a quien ahora estoy entrenando».

–¿Cuál es la parte más difícil de su trabajo?

–Lo principal es mantenerse fijo en la tarea que tienes enfrente, ya sea una recuperación, un rescate o simplemente eliminar un peligro del río, un salvavidas o un juguete que puede atraer a un niño. Debes mantenerte concentrado en lo que estás haciendo. Y me parece difícil hablar con las familias que han perdido a alguien en el río o en otro canal. Muchos han venido a hablarme a lo largo de los años.

Dedicado a su padre

George, que dedicó a su padre el libro 'El rescate, su negocio, el Clyde, su vida', se formó como escultor: «Me animaron a ir al extranjero, pero decidí quedarme y ser maestro, así practicaba remo y le ayudaba. No me arrepiento. Entre 1973 y 2015, exhibí una vez al año, recaudando miles de libras para una ONG, pero eso se acabó y mis esculturas yacen en el cobertizo. Recojo chatarra, también del río, y la uso. Es un alivio esculpir tras un duro día en el agua».

–¿Acaso tiene más suicidios en el Clyde a su paso por Glasgow que otros ríos?

–No. Se han arrojado pocas personas a nuestro río. Debo decir que Glasgow y sus canales no son peores que cualquier otra gran ciudad. Lo que pasa es que otras ciudades, aun siendo mucho peores, no desean declarar lo que está sucediendo, sus cifras. Glasgow es muy honesto con sus estadísticas.

«El peor momento es cuando ves que alguien se ahoga y temes no llegar...»

–Habrá tenido que actuar como psicólogo para evitar precisamente este tipo de desgracias...

–Sí, algunos vienen a mí con sus problemas. Suelen ser lo que llamo 'gritos de auxilio'. Muchas veces he tenido que estar junto a alguien y convencerle de que la vida todavía vale la pena. Cuando he rescatado a personas, para conseguirlo a veces tienes que explicar la imprudencia de sus acciones; muchos responden de inmediato, otros requieren de una buena conversación sobre cómo podrían haber causado, por ejemplo, la muerte del que intenta rescatarles.

–¿Ha pasado miedo?

–Dicen que he hecho algunas locuras en el río, pero todavía estoy por aquí. Una vez dejaron caer una losa de cemento sobre mi cabeza desde un puente. Diría que el momento más terrible es cuando hay alguien ahogándose y tienes miedo de no llegar a tiempo antes de que se hunda. Me enorgullece decir que ni mi padre ni yo hemos visto a nadie ahogarse: Siempre hemos hecho el rescate. Supone mi mayor orgullo.

–¿Y qué le aporta la satisfacción más grande?

–Hay mucha tras un rescate, aunque cuando recuperas un cuerpo y traes con ello consuelo a familia y amigos. Incluso quitar objetos del agua que podrían atraer a los niños... El rescate de animales es también muy satisfactorio, ya que demuestran mucha gratitud, aunque sea de una manera diferente.

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